Una ofensiva con blanco en Irán que se anticipa a la llegada de Donald Trump
El blitzkrieg en Siria parece obedecer a una táctica de todos contra Irán. El país árabe es el patio trasero de la autoritaria potencia persa. El extremo de una línea de influencia iraní que lo une a Irak y Líbano y llega hasta el Mediterráneo y que se consolidó cuando Rusia en 2015 dio vuelta la guerra interna a favor del régimen de Damasco.
Turquía esta ahí, según reconoce oficialmente, y no es descartable que lo haga para mostrar al inminente presidente Donald Trump su capacidad y decisión para enfrentarse y debilitar a Irán.
Es un dato importante por su valor geopolítico y porque, antes de la asunción del magnate, buscaría ajustar las alianzas previas de Ankara. Recordemos que el presidente Recep Tayyip Erdogan inicialmente trató de “déspota y carnicero” al líder sirio, Bashar al Assad, y se complotó para intentar derribarlo, aliado, se afirma, a organizaciones mercenarias disfrazadas de islámicas como el desaparecido ISIS.
Ese intento se desplomó por aquella intervención de Rusia y la realidad pragmática acabó creando una troica entre iraníes, turcos y rusos, que definían en Astana, la capital de Kazajistán, el formato de la posguerra siria con Assad intocable en el poder.
Ese armado se desmorona ahora por un puñado de novedades estratégicas. Una de ellas es el citado regreso al poder de Trump con intención de redoblar el choque con Irán. El otro deviene de la acción militar de Israel contra las milicias asociadas a la potencia persa, Hamas en Gaza y Hezbollah en Líbano.
La propia Irán ha perdido capacidad de reacción por los bombardeos israelíes de réplica a su territorio. Una circunstancia que exhibió la vulnerabilidad del régimen, afectado, además, por una creciente resistencia popular debido a la crónica crisis económica y social que acorrala a la República Islámica.
Israel también se dio espacio para bombardear las bases de la milicia libanesa en Siria, acciones que generaba con el guiño de Rusia, necesario porque Moscú cuenta allí con importantes bases militares. La importancia de ese vínculo explica que Israel no haya condenado la invasión a Ucrania.
Se puede suponer que la ofensiva actual contra Assad, carece de esa luz verde. Pero no habría que descartar la del gobierno israelí, que tiene un claro interés en debilitar al adversario persa. No es solo una especulación.
Analistas como Fuad Shahbazov, un conocido especialista en el Cáucaso Sur, reveló en estas horas que Ronen Bar, el jefe de la agencia de Inteligencia interna israelí Shin Bet, mantuvo una reunión secreta con su colega turco, Ibrahim Kalm, en Ankara para discutir un amplio temario sobre Irán y sus afiliados y aliados. Detalle: la fuerza aérea israelí acaba de desviar en el espacio aéreo sirio a un avión iraní sospechoso de transportar armas. Fue el pasado 1° de diciembre cuando comenzaba la invasión sobre Aleppo.
No es claro si Turquía tiene manejo total de esta flamante crisis. Las tropas invasoras exhiben un entrenamiento de nivel militar elevado y un notable equipamiento que le habría brindado Ankara. De ahí que estas milicias exhibieron banderas turcas en la toma de las ciudades. Pero en el frente juegan otras fuerzas.
La prensa suele atribuir la dirección de la ofensiva a un ex extremista ultraislámico, Mohammed al-Golani, quien se ha cortado el cabello, viste de estilo occidental y exhibe una moderación impostada con la que, presumiblemente, busca justificar su derecho al poder. No es seguramente lo que Erdogan tiene en mente.
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