Un plan exitoso con desafíos pendientesOPINIONPor Emilio Ocampo

El plan antiinflacionario implementado a partir del 10 de diciembre de 2023 se asentó sobre cinco pilares:

A estas medidas se sumaron a) un ambicioso programa de desregulación y reformas estructurales implementado con eficiencia notable, y b) un blanqueo impositivo.

Quedaron pendientes la apertura de la economía y el levantamiento de los controles a los movimientos de capitales (el “cepo”). El éxito obtenido hasta ahora es indiscutible y ha superado ampliamente las expectativas de la gran mayoría de los economistas y los analistas políticos.

A grandes líneas, el plan del gobierno sigue al pie de la letra las recomendaciones de la teoría y la experiencia. En los últimos cien años, numerosos países adoptaron planes basados en la estabilización del tipo de cambio nominal para reducir altas tasas de inflación: Alemania en 1923-1924 y Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, México e Israel en las décadas de los setenta y ochenta.

En algunos casos el “ancla cambiaria” se implementó vía un crawling peg preanunciado, fijo o ajustable, patrón oro o una caja de conversión. Aunque tanto los objetivos como los instrumentos de estos planes se adecuaron a las circunstancias de tiempo y lugar, como decía Carlos Díaz Alejandro, se asemejan más de lo que se diferencian.

Entre los fracasos más notables se pueden mencionar el plan del 20 de diciembre de 1978 y el Plan Austral de 1985 en la Argentina, el plan de Chile de febrero de 1978, el Plan Cruzado de Brasil de 1986 y el plan de México de 1989. En todos los casos, el éxito inicial fue seguido de una crisis cambiaria o una hiperinflación.

Chile logró volver a dominar la inflación a partir de 1984, mientras que Brasil y Perú lo hicieron a partir de 1994 y México pocos años después. La Argentina fue el único de estos países que logró erradicar la inflación y en este siglo volvió “a las andanzas” de manos del populismo kirchnerista. Venezuela, que en los setenta y ochenta se había destacado en la región por su relativamente baja tasa de inflación, de mano de Chávez y Maduro adoptó una versión extrema del modelo socialista-populista y terminó en una hiperinflación.

La teoría detrás de estos planes antiinflacionarios es bastante simple. Bajo un régimen de tipo de cambio fijo, apertura comercial y libre movilidad de capitales, la tasa de inflación doméstica debe converger a la tasa de inflación internacional.

Bajo un esquema de crawling peg esta convergencia es más gradual (recordemos además que bajo ambos regímenes la oferta monetaria es endógena a los movimientos en la balanza de pagos). Si la moneda es inconvertible, el banco central puede adoptar una política monetaria relativamente autónoma con la que puede forzar o retardar esa convergencia e incluso revertirla.

Bajo cualquier régimen cambiario, las rigideces de una economía cerrada dificultan la convergencia entre la tasa de inflación doméstica y la internacional.

Desde el punto de vista práctico, en países como la Argentina, varias razones hacen que el tipo de cambio nominal sea un ancla nominal efectiva para terminar con una inflación alta o una hiperinflación.

En primer lugar, la alta dolarización de facto de la economía hace que el tipo de cambio nominal tenga impacto directo sobre los precios internos (pass-through elevado). Consecuentemente, la tasa de devaluación del peso resulta un “ancla nominal” más transparente y fácil de monitorear para el público que la tasa de expansión de la base monetaria.

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