«Sacame de acá, me están matando a palos»: la misteriosa desaparición del joven de 16 años que se negó a robar para la policíaPor Florencia Illbele

En la calle Indart 106, en la localidad bonaerense de Lomas del Mirador, funciona el “Espacio para la Memoria Luciano Arruga”. A simple vista, para alguien que no frecuenta la zona, puede parecer una casa: hay rejas, plantas y dos ventanales con persianas. Sin embargo, al alzar la vista, un cartel en blanco y negro con el rostro del joven resume el pasado sombrío de aquel lugar. Antes de su transformación, en el año 2014, allí funcionaba el Destacamento Policial N° 8, dependiente de la Comisaría 8ª, donde Luciano Arruga fue torturado previo a su desaparición el 31 de enero de 2009.

Este viernes se cumple un aniversario más de aquella fecha. Luciano, hoy, sería un hombre de 32 años. Cuando desapareció, era un adolescente de 16 que vivía con su madre (Mónica Alegre) y sus dos hermanos (Sebastián y Mauro) en 12 de Octubre, un barrio humilde de La Matanza. “Con Lu teníamos una relación muy cercana. No nos criamos juntos, tampoco vivíamos juntos, pero sí teníamos un vínculo cercano. Era un joven inquieto, con sueños y proyectos por cumplir, también con las dificultades propias de nacer y vivir en un barrio empobrecido. Laburaba en una fábrica de fundición y, después, cartoneaba para juntarse unos mangos extra. Le gustaba la historia y le interesaban las cuestiones sociales que rodeaban su vida”, cuenta a Infobae su hermana, Vanesa Orieta (41).

El ex destacamento policial donde transcurre esta entrevista se inauguró en 2007 a raíz de reclamos vecinales por mayor seguridad. El lugar, destinado a tareas administrativas, tenía como jurisdicción los barrios 12 de Octubre y Santos Vega. Luciano, que vivía en el primero de ellos, empezó a notar el impacto de su presencia. “Nos paran todo el tiempo”, le decía a su hermana que, en varias oportunidades, era la encargada de ir a buscarlo. “Todas las veces que fui, él me contaba que había sido violentado, tanto verbal como físicamente. En ninguna de esas situaciones los procedimientos estuvieron bien hechos ni se cumplió con los protocolos, entre ellos, dar intervención al Organismo de Niñez y Adolescencia, ya que se trataba de un menor de edad”, detalla.

Según su hermana, Luciano no podía escapar del hostigamiento policial. “Era perseguido y criminalizado por su forma de vestir, de hablar y por el barrio en el que vivía”, dice. En ese momento, explica Vanesa, había un discurso predominante en los medios de comunicación y en la política que asociaba la inseguridad con la juventud pobre, lo que llevó a considerar el endurecimiento de penas y la baja en la edad de punibilidad. “En los barrios más humildes, el control se intensificó porque el discurso era que de allí salía la delincuencia”, señala.

De acuerdo con Vanesa, un día, Luciano le contó a ella y a su mamá que un grupo de policías le había ofrecido salir a robar para ellos. Él les dijo que no y, a partir de esa negativa, comenzó lo peor.

El 22 de septiembre de 2008, cuatro meses antes de su desaparición, Luciano fue detenido y torturado en el Destacamento N° 8 de Lomas del Mirador. Su hermana lo escuchó gritar desde la cocina del lugar: “Vane, sacame de acá porque me están cagando a palos”. Por aquel episodio, en el año 2015, el policía Julio Torales fue condenado a diez años de prisión en un fallo unánime del Tribunal Oral en lo Criminal N° 3 de La Matanza, que lo consideró coautor del delito de “Torturas”.

Tras la golpiza feroz, Luciano continuó siendo arrestado en la vía pública y golpeado en varias oportunidades. “Tenía miedo de salir de casa, de transitar por las calles de su barrio”, cuenta su hermana. “Una vez se lo llevaron a la Comisaría de Don Bosco cuando estaba juntando cartones con su carrito. Fue por portación de rostro, claramente. Pero ellos decían que había un pibe parecido a él que había robado. Las detenciones nunca tenían que ver con la situación que se le imputaba, sino, con lo que yo entiendo, una limpieza de los lugares, de ciertos espacios por donde los pibes no podían transitar. Una crueldad absoluta”, dice Vanesa.

El 31 de enero de 2009, Luciano fue subido a un patrullero y llevado a la comisaría, según afirmaron distintos testigos. Su madre fue a buscarlo, pero no le dieron información. Al día siguiente, el joven ya no estaba en ningún lado. Recién el 17 de octubre de 2014, cinco años y ocho meses después, la familia tuvo una respuesta. Luciano Arruga había muerto la misma madrugada de su desaparición, atropellado en la Avenida General Paz y Emilio Castro. Fue trasladado en ambulancia al Hospital Santojanni, donde falleció al día siguiente. Sin identificación, fue enterrado como NN en el Cementerio de la Chacarita.

—Hace 16 años, ese 31 de enero de 2009, cuando tu mamá te avisa que Luciano no volvió a dormir y no aparecía, ¿qué pensaste?

—¿Te acordás cuál fue la última conversación que tuviste con tu hermano antes de esa fecha?

—Sí. Fue después de que él estuvo detenido acá, ese 22 de septiembre de 2008. Le dije: “Cuídate. Tratá de no enojarte cuando los veas en la calle. Yo sé que te da bronca que te ‘verdugueen’, que te insulten, pero tenés que tratar de superar esto”. Incluso, pensamos en posibles ideas para que él estuviera más resguardado, quizá yéndose un tiempo del barrio, pero económicamente era muy difícil.

—¿Él qué te contestó?

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