Las lluvias registradas en las últimas jornadas en San Juan han generado un notable incremento de la humedad en la provincia, lo que ha encendido las alarmas entre los productores vitivinícolas debido al posible impacto de la peronóspora, una enfermedad que afecta a los viñedos y puede comprometer tanto la calidad como la cantidad de producción de la uva.
Según explicó Ramiro Cascón, ingeniero agrónomo, la combinación de lluvia, humedad y rocío matutino favorece la formación de una capa de agua sobre las hojas, lo que permite que esta enfermedad fúngica reinicie su ciclo y multiplique nuevas colonias de esporas. “Normalmente, después de estas lluvias en las que hay bastante humedad, vuelve a generarse esa capa de agua sobre las hojas”, señaló Cascón.
No obstante, las altas temperaturas, habituales en diciembre y enero, contribuyen a frenar el desarrollo de la enfermedad. “Cuando las temperaturas superan los 35 grados, se frena. Si tuviéramos un frente de tormentas con cielo nublado y temperaturas moderadas durante varios días, el impacto sería mayor. Pero el calor nos está ayudando a frenar el avance”, explicó el especialista.
Aunque el calor resulta favorable en esta etapa del año, Cascón advierte que el problema podría resurgir hacia febrero, cuando las temperaturas comiencen a moderarse y, si las lluvias persisten, las condiciones para la peronóspora volverían a ser propicias.
“Las esporas siguen presentes y pueden reiniciar el ciclo en cualquier momento”, explicó Cascón.
La incidencia de la peronóspora depende también del momento del ataque. El daño más sensible ocurrió en octubre, cuando la enfermedad afectó los racimos en floración, una etapa crítica para la formación del fruto. Ahora, el impacto se centra principalmente en el follaje.
El ingeniero agrónomo destacó que el daño al follaje puede tener consecuencias importantes tanto en la calidad como en la cantidad de la cosecha. Cuando la superficie afectada supera el 40%, las hojas dañadas caen, lo que afecta el proceso de fotosíntesis, responsable de la producción de azúcares necesarios para la maduración de la uva.
“Si se provoca una caída de hojas antes de la cosecha, podemos tener problemas en el grado de madurez, lo que afectará la calidad de la uva. Además, estas hojas son fundamentales después de la cosecha para que la planta pueda generar reservas para el nuevo ciclo de la primavera siguiente”, explicó Cascón.
En términos concretos, si la uva no alcanza el grado de madurez necesario, especialmente en el caso de la uva destinada a mosto, los productores podrían enfrentar pérdidas económicas significativas. “Una mostera necesita 220 gramos de azúcar por litro en el mosto, pero hemos tenido años en los que los productores que perdieron hojas apenas alcanzaron 160 o 170 gramos por litro, muy lejos de lo necesario. Esto impacta directamente en los rendimientos y provoca descuentos al productor”, agregó el especialista.
A pesar de las condiciones actuales que frenan el avance de la peronóspora, Cascón enfatizó la importancia de monitorear el clima y tomar medidas preventivas para minimizar el impacto en la producción. “Es fundamental cuidar el follaje no solo para llegar bien a la cosecha, sino también para garantizar que la planta termine bien su ciclo y pueda comenzar el siguiente en buenas condiciones”, concluyó.
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