Donald Trump regresó al poder y en poco más de un mes, no solo impuso una conversación de temas relevantes en EEUU sino en el mundo entero. Ha tenido éxito empresarial, en TV y como político. No es el mejor negociador del mundo, pero tampoco llegó mal preparado a la presidencia, en comparación con algunos otros que han gobernado en el último medio siglo, y con un conocimiento del mundo, quizás ligeramente superior al promedio, aunque por razones empresariales más que políticas.
EEUU cambió con su irrupción hace casi una década bajando de las escaleras de su edificio neoyorkino como también lo hizo, combatiendo contra él, acción y reacción, que dejó huellas profundas. Ahora está pasando en el mundo, ahora más que en su gobierno anterior. Tiene una identidad política, pero prefiere hablarle todos los días a su base electoral con un contenido que no se le percibe como doctrinario.
A pesar de lo anterior, no es fácil escribir acerca de él. Lo que complica intentar entender lo que hace y por qué lo hace es que todos creen tener una opinión, y no es una cualquiera, sino una polarizada y muy apasionada, se le ama o se le odia, y no se aceptan medias tintas, además, que fruto de las redes sociales, basta que se hayan leído breves líneas en el celular, para que muchos consideren que ello es suficiente. Es lo que me ha acompañado en EEUU desde que me radiqué en 2019. He vivido aquí antes y he enseñado, tanto politica como constitución de este país en sus universidades, pero nada me preparaba para lo que encontré en esta oportunidad, sobre todo, por la pasión que lo rodea, tanto que en varias oportunidades he preferido guardarme mi opinión, así de dura era la discusión que presenciaba.
Y eso que viví en dictadura en el Chile de Pinochet, pero no recuerdo haberme callado tantas veces como estos años. Parece ridículo y exagerado, pero no lo es. Quizás me he puesto viejo. Además, en EEUU mi primera desilusión fue con los que pensaba que eran los mejores medios de comunicación del mundo. Sin embargo, me los encontré llenos de sesgos, por lo que rápidamente les perdí confianza, y cuando ello ocurre, es para siempre. La parte buena, es que la desconfianza a lo que percibí como fake news me obligó a buscar la información por mí mismo, y eso me ha enriquecido.
En todo caso, me cuesta entender la virulencia, hasta actitudes violentas con las que me he encontrado, aquí y en otros lugares, sobre todo, cuando vienen de gente cercana, a la que supuestamente creía conocer mejor. Al parecer, no aceptan otra actitud que estar de acuerdo con ellos, así de fuertes son las reacciones que provoca su persona, una muestra a nivel personal del retroceso planetario de la libertad de expresión y de la tolerancia.
Momento de trasparentar que de haber podido votar, no lo hubiera hecho por él ni en 2020 ni en 2024, pero tampoco por los demócratas, y seguramente hubiese buscado algún tercer candidato/a, a pesar de que no existía posibilidad alguna de triunfo. Pero si lo menciono, es porque se desconoce, sobre todo en el exterior, que en las presidenciales hay más de dos candidatos.
El contexto en el que Trump gobierna y sobre el cual ha influido es un verdadero cambio de paradigma, en EEUU y en el mundo. Quizás va a ser más claro para todos cuando termine este segundo mandato, que lo que estamos presenciando es el fin de los acuerdos a los que llegó el mundo o que fueron impuestos por los ganadores de la segunda guerra mundial, tanto en lo político como en lo económico. En lo político, es el fin o al menos una reforma profunda de la alianza atlántica como también del multilateralismo y las reglas que acompañaron ese orden. Lo suyo no es solo MAGA (Make America Great Again) vía América Primero (America First), sino también una concepción de EEUU como una construcción histórica que es mucho más que un Estado Nación, ya que Trump parece concebirla como un verdadero Estado Civilización, es decir, aunque no tenga los años de historia de ellos, más cerca de lo que han sido la India y China (quizás también Rusia), aunque en su visión, con más poder que los mencionados. La novedad es que Trump no solo arremete contra adversarios, sino también lo hace, y a veces, en primer lugar, contra amigos y vecinos.
Detrás está la idea que EEUU debe recuperar el sitial que ha perdido, el de la potencia indiscutida, como también Trump agrega su idea personal que el resto del mundo se aprovecha de la generosidad de su país, para lo cual, no se aporta, por cierto, evidencia suficiente.
Resucita la Doctrina Monroe, esta vez contra China a la que ve como el único rival. Más que ser únicamente una guerra comercial, en lo económico, se mezcla con la decisión de usar el poder de EEUU para solucionar a la vez temas de drogas e inmigración ilegal. Es lo que está también presente en el tema de los aranceles, donde lo que realmente busca es que las inversiones y las empresas produzcan en su territorio, existiendo por cierto una aproximación que en pleno siglo XXI recuerda al mercantilismo que apareció entre los siglos XVI al XVIII.
Por cierto, que el tema de los aranceles provoca un conflicto con las cadenas de suministro que, según lo dicho por Trump, en su visión, Pandemia CV-19 mediante, hoy favorecerían a China. Sin embargo, es un tema de tal modo importante para él, que solo una recesión lo llevaría a cambiar de opinión, sobre todo, si debe enfrentar elecciones de medio término a fines del próximo año. Como todo lo relacionado con comercio y economía, está totalmente seguro de que el poder de EEUU depende en gran medida de la salud del dólar, por lo que se ha autoimpuesto el deber de protegerlo a toda costa.
Lo acompañan ideas que lo orientan, como que la paz es consecuencia del poder y que este debe usarse con fuerza y sin complejos, como también que él es la persona providencial para sacar a EEUU de lo que percibe como postración y volver a posicionarlo como la potencia indiscutida, recuperando el respeto y la disuasión perdidas.
No cree en el multilateralismo, postulando que EEUU debe vincularse preferentemente a través de relaciones bilaterales, uno a uno, utilizando todos los instrumentos a su disposición. Al revés de lo que se le supone, en lo que cree poco es en el uso del poder militar para exportar instituciones, por lo que, a través de toda su trayectoria, en general ha estado en contra de intervenciones como la de Irak, y ha repetido muchas veces su orgullo que en su gobierno anterior extrajo a EEUU de intervenciones prolongadas así como que no lo llevó a guerra alguna, aunque por cierto, permanentemente amenaza con aplicar la fuerza, pero más bien como estrategia para conseguir un objetivo.
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