Murió George Foreman, leyenda del boxeo y uno de los grandes rivales de Muhammad Ali
Este es el caso de un grande del deporte a quien, su ascendente camino y sus múltiples conquistas, no le resultarían suficientes para el reconocimiento absoluto: sucede que el nombre de George Foreman está más asociado a uno de los que, con todo merecimiento, podría denominarse como “combate del siglo”, y que lo perdió, antes que a una campaña pletórica de triunfos, y luego de múltiples idas y vueltas.
Ese combate sucedió hace poco más de medio siglo, el 30 de octubre de 1974, en el ex Congo Belga, que había pasado a llamarse Zaire y que, en todo concepto, resultaba un destino exótico para los grandes eventos deportivos de esa época. Fue el combate que marcó la “resurrección” deportiva de ese coloso llamado Muhammad Ali, quien, contra todo pronóstico y en base a una suprema demostración de astucia y táctica, contrarrestó el poderío físico de Foreman para batirlo por nocaut en el octavo asalto y recuperar así su corona mundial de los pesos máximos.
Fue una pelea que cautivó la atención de las audiencias en el mundo entero, la plataforma de lanzamiento para el boxeo en cuanto a fenómeno global e industrial, al salir de sus entornos típicos. Y que dio lugar a piezas maestras, sobre todo la narración de Norman Mailer (“El combate”) o documentales como “Cuando éramos reyes”, de Norman Gast, ganador de un Oscar en su género.
George Foreman, oriundo de Marshall, Texas, murió en la noche del viernes, a los 76 años. “Con profundo pesar, anunciamos el fallecimiento de nuestro querido George Edward Foreman Sr., quien falleció en paz el 21 de marzo de 2025, rodeado de sus seres queridos. Predicador devoto, esposo, padre amoroso y bisabuelo orgulloso, vivió una vida marcada por una fe inquebrantable, humildad y propósito”, expresaron sus familiares en un mensaje difundido a través de las redes.
Estaba considerado uno de los diez pesos pesado más grandes de toda la historia y heredaba a una generación en la que, dominante Ali, había otros grandes nombres como Floyd Patterson, Joe Frazier (su antecesor en la corona olímpica) y muchos más. A lo largo de su campaña había ganado 76 peleas (68 por la vía rápida) y solo sufrió cinco derrotas.
Foreman, después de una infancia y adolescencia difíciles, se instaló en Oregon y allí comenzó en el boxeo. “Quería ser jugador de fútbol americano”, dijo Foreman en su página web. “Probé el boxeo solo para demostrar a mis amigos que no tenía miedo. Pues bien, 25 combates y un año después, era medallista de oro olímpico”.
Su ascenso fue vertiginoso, sobre todo por la potencia y velocidad de sus golpes, y con 19 años conquistó la medalla de oro en aquellos inolvidables Juegos Olímpicos de México 1968. A la vez, allí tuvo un enfrentamiento con sectores radicales que habían producido las protestas del Black Power y que consideraron en ese momento a Foreman como “condescendiente” con el régimen vigente o conservador. Un aura semejante se movió al momento del posterior combate con Ali.
Al llegar a la pelea con Muhammad Ali, Foreman acumulaba una campaña de 40 victorias, un invicto absoluto, entre las que se anotaban dos sobre boxeadores argentinos en Oakland, California: el 10 de mayo de 1971 contra “Goyo” Peralta y un año más tarde, contra Miguel Ángel Páez.
Con Ali despojado del título, cuando se negó a combatir en Vietnam, este quedó en poder de Joe Frazier. Pero Foreman lo demolió por nocaut técnico a principios de 1973 en Kingston, Jamaica: lo derribó seis veces en los primeros dos asaltos. Pocas veces (salvo en los posteriores combates con Ali) Frazier sufrió semejante castigo.
A medida que Foreman extendía su reinado, se producía la rehabilitación de Ali. Y el promotor Don King vio la gran oportunidad; pocas veces se daría el choque entre dos estilos y dos personalidades tan dispares. En general, el consenso es que un Ali ya más veterano y que venía de un período inactivo poco podría hacer ante una “máquina de golpes” y un boxeo agresivo como el de Foreman.
Kinshasa 1974 dio vuelta todos los pronósticos. En realidad, el combate estaba previsto para casi dos meses antes, pero un corte en un ojo sufrido por Foreman obligó a pasarlo para el tórrido octubre de ese año. King les ofreció 5 millones de dólares tanto al campeón como a su retador y tenía el apoyo del entonces gobernante Mobutu Sese Seko, que quería promocionar su país.
Mailer describía así el ambiente: “Llegar al borde del ‘Corazón de las tinieblas’, allí en la vieja capital del horror de Joseph Conrad, esta Kinshasa, la antigua y malvada Leopoldville, centro de la trata de esclavos y del comercio del marfil, y verlo a través de los ojos biliosos de un torturado intestino. ¡¿Formaría parte del genio de Hemingway el hecho de que este viajara con las tripas sanas?! ¿Quién habría deseado jamás con mayor vehemencia encontrarse de regreso en Nueva York? Si había algún hechizo en Kinshasa, ¿dónde buscarlo? El centro de la ciudad presentaba todo el aire de una localidad del interior de Florida de unos setenta u ochenta mil habitantes que, de alguna manera, no hubieran conocido los tiempos de vacas gordas. Unos pocos edificios de gran tamaño dominaban a muchos otros muy pequeños. Pero Kinshasa no tenía ochenta mil habitantes. Tenía un millón y se extendía a lo largo de más de sesenta kilómetros alrededor de un meandro del Congo, ahora el Zaire, sí”.
Ernesto Cherquis Bialo, quien cubrió la pelea para El Gráfico, recordó aquella madrugada en el estadio: “Me pareció transitar una fábula, una ficción. ‘The Rumble in the Jungle’ (‘La pelea en la selva’), tal como se ha inmortalizado, ocurrió, pasó, fue un hecho cierto. Podemos dar fe de ello 700 periodistas enviados especiales de todo el mundo –dos de medios argentinos: Emilio Ferés por el diario La Nación y yo, que firmaba como Robinson por El Gráfico– más cientos de millones de espectadores del planeta que pudieron verla por televisión a través de la CBS de los Estados Unidos. Fue hasta aquí el único acontecimiento que cumplió con la premisa de la eternidad. Eso de ‘la pelea del siglo’ –que siempre es por un tiempito– esta vez resultó cierto”. Agregó: “Hoy, medio siglo después, este combate ha logrado desafiar a los calendarios, consagrándose como ‘el combate de todos los tiempos’. Esa pelea entre Muhammad Ali y George Foreman ganó la eternidad, pues ha trascendido épocas y generaciones. Y agradezco a Dios la bendición de haber estado allí y recordarlo; más aún de poder evocar el acontecimiento con la memoria intacta y dejar que la emoción me envuelva otra vez…”.
El legendario Archie Moore estaba junto a Sandy Saddler en el rincón de Foreman y anticipó: “Respeto mucho a Ali, lo he respetado toda la vida, pero no podrá hacer nada contra George; hay una gran diferencia de potencia, y eso es terminante en el boxeo. Esta pelea, con mucha suerte para Ali, podrá durar cuatro rounds…”.
Para Norman Mailer, después de entrevistar a Foreman, «no había por qué considerarlo un psicópata. Era más bien un genio físico que empleaba los métodos de la catatonia (silencio, concentración e inmovilidad). Dado que Ali era un genio en otro sentido completamente distinto, cabía anticipar la más insólita de las guerras: una colisión entre distintas encarnaciones de la inspiración divina».
Mailer describió así a Foreman: «El último peso pesado algo parecido a Foreman había sido Sonny Liston. Solía inspirar temor con solo mirarlo y su enojo ante cualquier intrusión que invadiera el campo magnético de su persona se extendía como el humo. La amenaza que inspiraba era íntima: podía liquidar con la misma rapidez tanto a un hombre de pequeña estatura como a uno grandote. En comparación, Foreman igual hubiera podido ser un monje contemplativo. Su violencia estaba en la aureola de su serenidad. Era como si hubiera aprendido la lección que Sonny había enseñado. Uno no debía permitir que se disipara la violencia, sino que debía almacenarla. La serenidad era el recipiente en el que se podía almacenar la violencia».
Ya en el combate, desde el rincón de Ali, su técnico Angelo Dundee le iba marcando las tácticas, ante un Foreman cada vez más sorprendido e impotente.
El golpe final fue una derecha cruzada a la mandíbula, en el octavo round. Muhammad Ali terminó así una combinación que había iniciado con un directo de izquierda. Foreman cayó, estaba derrumbado física y psicológicamente. Ali había recuperado su corona, Foreman había perdido su invicto. Y toda la seguridad en sí mismo con la que había desarrollado su campaña. Cuando el referí Clayton marcó el final, el estadio se estremeció.

“No podía creer que hubiera perdido el título mundial”, dijo más tarde Foreman. “Fue el momento más embarazoso de mi vida. Pasé del orgullo a la lástima. Es devastador».
Amargado por la derrota, Foreman estuvo casi dos años sin volver a pelear. Y cuando lo hizo, había perdido parte de su agresividad. No obstante, consiguió otra serie de triunfos, uno de ellos ante Frazier. Pero ya no era el mismo, decidió retirarse. Sin embargo, retornó para un nuevo ciclo en 1987. Además, ya era un hombre de negocios, dedicado a productos cárnicos. Y, por otro lado, sorpresivamente, se convirtió en un amigo de Ali, quien transitó duramente sus últimos momentos.
A los 42 años, Foreman desafió a Evander Holyfield por el título y, aunque este venció por puntos, la valentía de Foreman le ganó el respeto de todos. Volvió a disponer de otras oportunidades y se consagró por la FIB campeón en 1994 ante Michael Moorer. Nunca hubo un campeón tan veterano entre los pesados, ya con 45 años. Su quinta y última derrota, sufrida el 22 de noviembre de 1997 en Atlantic City ante Shannon Briggs, fue el punto final. Definitivo, para su condición de campeón y para su ciclo en el boxeo.
A partir de allí se movió en el ambiente de los negocios, también a predicar como pastor en la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo y a distintas misiones solidarias. Y tuvo frecuentes apariciones mediáticas, contrastando entonces con la anterior imagen de frío o antipático de su primera época.

La vida de Foreman
1949
Nace George Edward Foreman el 10 de enero en Marshall, Texas. Crece en el duro Fifth Ward de Houston.
1965
A los 16 años, deja la escuela y se inscribe en el Job Corps, donde conoce el boxeo y encuentra un rumbo.
1968
Gana la medalla de oro olímpica en los Juegos de México tras vencer al soviético Jonas Čepulis. Celebra agitando una bandera estadounidense en el ring.
1969
Debuta como profesional. En su primer año gana 13 combates.
1973
Se convierte en campeón mundial de los pesados al noquear a Joe Frazier en dos rounds. Le arrebata los cinturones del CMB y la AMB.
1974
Defiende el título ante José Roman y Ken Norton. Luego protagoniza el mítico Rumble in the Jungle ante Muhammad Ali en Zaire, donde sufre su primera derrota profesional.
1977
Pierde por puntos ante Jimmy Young. Después del combate sufre un colapso físico en el vestuario y tiene una experiencia espiritual que lo lleva a retirarse y volcarse a la religión.
1978–1986
Se convierte en predicador cristiano y funda una iglesia en Houston. También trabaja en programas para jóvenes en situación de vulnerabilidad.
1987
Sorprende al mundo con su regreso al boxeo, ya con 38 años y una nueva imagen: más sonriente, carismático y afable.
Pierde por puntos ante Evander Holyfield en una épica pelea por el título mundial. Gana respeto como un contendiente legítimo, no como una curiosidad.
1994
Hace historia al reconvertirse en campeón mundial con 45 años, al noquear a Michael Moorer y conquistar el título de la FIB. Se convierte en el campeón más veterano de la historia en peso pesado.
1997
Disputa su última pelea profesional ante Shannon Briggs. Se retira definitivamente con un récord final de 81 peleas: 76 victorias (68 por KO) y 5 derrotas.
2000–2010
Se transforma en empresario exitoso con su parrilla eléctrica George Foreman Grill, que lo convierte en una celebridad comercial. También publica varios libros y participa en programas de TV.
2016
Tras la muerte de Muhammad Ali, rinde homenaje a su viejo rival: “Era mi enemigo en el ring y mi mejor amigo en la vida.”
2025
Fallece el 21 de marzo, a los 76 años, rodeado de su familia. El mundo del boxeo despide a uno de sus últimos gigantes.
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