Cuando los vi, entré en pánico y la angustia me invadió, como a muchos. Tuve que pensarlo, escuchar análisis periodísticos- hay que aguantar cada sandez -, leer notas internacionales de diversas fuentes y precisar las transcripciones y videos. O sea, hacer catarsis. Si no fuera que el mundo podría estallar en mil pedazos, se podría tomar con humor la zaga de Volodimir Zelensky y Donald Trump con una interpretación al modo del Olimpo: el héroe humillado encadenado al lado del soberbio Zeus.
Para empezar no se trata de buenos o malos, justos o réprobos, víctimas o victimarios, si vamos a negociar algo importante. Así no funcionan los dioses griegos. El bien y el mal lo dejamos para las religiones o los aparatos ideológicos, que lo han sabido tanto administrar como diezmar, en el cielo y en la tierra. Cuentan sí, los principios y los valores.
Hay quienes piensan que fue una celada. Creo que no, pero dependía de si Zelensky sabía manejarse en aguas turbias, sin “meter la pata”. A fin de cuentas, los Estados Unidos les inyectó de 135 mil millones de dólares, la mayor parte en armas. Todo un número.
Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Emboscada lo que se dice emboscada, fue la que hizo Hitler al convocar a Monsignor Tiso, premier de Eslovakia, y a Ferdinand Durkansky, su ministro, en marzo de 1939 y los “corrió”: o piden protectorado o se la reparten entre Alemania y Hungría. El ministro de asuntos exteriores Ribbentrop redactó la declaración de independencia de ese país y el pedido de protección al Reich. Si es lo que querían, nada pudo o quiso decir el resto de Europa.
Repiten lo mismo con el presidente checo Emil Hachs y su ministro de exteriores Chvalkovsky. Les hacen los honores, pero los hacen esperar hasta la 1.45 a.m. para ver a Hitler, quien les anuncia que a las 6.A.M. los invaden. Apremiado, Hachs se desmaya – era un enfermo cardíaco – pero Adolph ya tenía previsto a su médico personal. Todo un “make up”. Goering y Ribbentrop los corren literalmente alrededor de la mesa, para que firmen y lo hacen: “…ponen la suerte checa en las manos del Reich alemán”. La peor amenaza: “… es una pena tener que destruir la bella Praga, pudiendo evitarlo”. Invaden el 15 de marzo, en el “Idus” de marzo (Ascenso y caída del Tercer Reich, William Shirer, 1960).
No sea que el próximo “Idus” de marzo (cuando Julius Caesar fue pasado a cuchillo por propios y ajenos) anime a Putin: esa es la pata floja de la mesa.
No obstante en nuestro caso no fue una encerrona planeada. Había una cena prevista y una reunión de trabajo, a solas. Pero si pones el dedo en el gatillo, se te puede escapar la bala, como en el reciente caso del policía retirado y el colectivero. Y se le escapó a Volodomir, “queriendo sin querer”.
Veamos. La vida requiere ubicuidad. En un país que para cualquier evento formal hay que calzarse un “tuxedo” – vean la entrega de Oscar – no se puede venir en polera de jovial combatiente aun quemado en tres años de guerra desesperada con un enorme oso siberiano mordiéndole los garrones. Otra cosa era el Che o Fidel en su planchada y oliva ropa de fajina, o Winston Churchill en overól. Ellos tenían real poder.
Lo carga Trump al recibirlo: “Hoy estás bien vestido” y lo desnuda al final con: “Me gusta tu ropa, estás vestido hermosamente”. Zelensky tiene frente a Rusia el poder que le da los Estados Unidos y otro poco de los demás países europeos. Su valentía es inclaudicable y la de su pueblo también.
“No duran dos semanas” le refriegan en la cara cuando empieza a desencuadrarse con que “estamos solos en esto”. “Ni tres días – se va ladeando Zelensky – se lo oí decir a Putin”. Y escora, “too much”.
Trump y Vance ya empiezan a apuntarle con el dedo (fingerpointing) lo que es una muestra de falta de respeto y agresión sin par en los EEUU y en casi todo el mundo. El ucraniano no se apercibe pues no se detiene. Se queja como un niño destratado y se olvida de su misión, de quién es y dónde está: la sesión en la Sala Oval ante la prensa y la televisión es protocolar y la ve todo el mundo. Es un instante en que se habla lindo, se respeta, se reconoce, se regalan esas cosas horribles que saben obsequiarse. Las discusiones verdaderas son en el privado y esa diferencia se le escapó a Volodimir, pero no a Donald y su vice, que operaron en aceitado tándem.
Allí debía decir cuatro cosas básicas, que los otros estaban rogando desesperadamente: 1. Celebrar la oportunidad de reunirse. 2. Que van a firmar un acuerdo sobre metales raros (parece que era draconeano, pero vamos, eso se negocia). 3. Agradecer el apoyo financiero y armamentístico enorme y la amistad de los pueblos y sus líderes. 4. Encontrar una salida a la guerra y al conflicto. “Pour la galerie”, pero verdad.
Estaba enojado porque Trump negoció con Vladimir Putin sin él y además lo llamó “traidor”. Un periodista le pregunta y Trump contesta.
“¿Dije eso? No puedo creer que haya dicho eso” y a otra cosa pajarito. No le vengas con una culpa freudiana. Todos sabemos que habla por demás, en su impulsividad megalomaníaca, sin filtro, mintiendo información – no es el único – pero, sabe adónde va, el poder que tiene y lo que quiere. De saber lo equivalente de las otras partes, estará en óptimas condiciones para negociar en su estilo de matón. Y lo sabe: como siempre, ganar en lo fundamental, basado en valores y sabiendo renunciar a parte de lo deseado. Fintas, engaños, simulaciones, burlas, vueltas atrás, patetismo: como el gato con el mísero ratónpero,hay reglas de juego.
Volodímir Zelenski aseguró que “dejaría la presidencia a cambio de que Ucrania ingrese a la OTAN”
Kevin LIptak y Jeff Zeley de CNN cuentan que el Senador Lindsay Graham, minutos antes en una reunión bipartisana con Zelensky, le advierte: “No muerdas el anzuelo, no dejes que los medios ni nadie te metan en una discusión con el presidente Trump, pues lo que ustedes están haciendo hoy es restablecer la relación”.
Sabe que le iban a cobrar el que haya visitado los EEUU y hecho campaña para la Harris. Él quiso cobrarse con el magnate (como gustan designarlo nuestros medios) por dejarlo afuera de la negociación de Ryad. Eso pasa en las riñas de patio de recreo y casi llegan a las manos.
Reconoce Volodimir el riesgo que Rusia se trague Kiev y multiplique los mordiscos en Europa, lo que teme toda la desesperada UE, pero Trump “es el único que puede sentar a Putin a una mesa para poner fin a la guerra”. Ya lo sentó. Para la UE, Zelensky da la cara por ellos y se “come” la guerra, de modo que deben aportarle infinitos recursos que Ucrania no tiene, para contener y evitar el temible y errático abrazo de oso. Pánico que venga a por ellos.
Era cierto lo que les dijo Zelensky: que hay un “hermoso océano de separación” con los EEUU, los países de Europa tienen el fétido aliento en el cuello. Lo mismo fue en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial. Pero de ahí a amenazarlos con que “lo van a sentir”…
Ya todos sabían y él también que las cartas que le quedaban en el Salón Oval no eran más que las “viejas”: no tenía ni para mentir un “truco”. Se fue de boca igual que en su momento De la Rúa que, anhelando relaciones carnales con los EEUU y encariñado con el chucho de Clinton, equivoca en los medios y dice “Salón Oral”, como si retornara lo reprimido: hacía poco la Levinski había hecho de sus trucos con los cigarros del Bill.
La máxima de “no hay que decir todo lo que se piensa y hay pensar todo lo que se dice” que atribuyo a nuestro Quino, una y otra son la regla de una conversación verdadera y que, respetando al otro, se respeta a sí mismo. Como quien dice, no hay que perder de vista el objetivo, para el caso, proteger a toda una nación atribulada por la guerra que les impone Rusia.
Zelensky hizo todos los errores y no cumplió la regla básica de la negociación: prepararse, consultar pareceres de expertos y experimentados, tener buena información, saber lo que se quiere y sobre todo intuir qué quieren los otros. Conocer los puntos débiles de unos y otros y diferenciar lo fundamental de lo que no lo es. No sólo se desbocó sino que no dejó de interrumpir a sus interlocutores y hablarles encima. Se burla, ataca en lo personal y amenaza. Los provoca en su propia casa. Eso no sirve con tu mujer o tu marido, tus amigos ni en ningún lado. Porque lo importante no es hablar sino escuchar: te lo dice un psicoanalista y negociador. Y se hizo el vivillo, como por ejemplo al desafiar a Vance con un “nunca estuviste en Ucrania”.
Hablá con alguien, desacreditando su saber y poniéndolo en falta: te come crudo o se la banca hoy, tiene entre sus ojos la roja furia del resentimiento, sostenido por la “la tenacidad del odio”–como canta contra todos los bronces de la orquesta, la desesperada Walkiria de Wagner. Hoy te sonríen, mañana te traicionan. Lo sé, me pasó.
Trump y Vance no se la bancaron. Y fue el fin del banquete de esa noche. El lomo turnedó se enfrió y olvídate de los langostinos: ardían. Disculpen la frivolidad cholula a que me acostumbran la TV y Wanda, pero me muero por saber qué le dijo Donald a su mujer esa noche, si es que se hablan cada tanto.
El moralizante Thomas Friedman del The New York Times afirmó (1º de marzo) que su presidente se puso del lado del “agresor, dictador e invasor”. Lo suelo leer, pero nunca sé si lo acomete el tibio “both sideousness” (el arte del equilibrio argumental aristotélico: un poco acá y otro poco allá) o si sus lectores están tan dormidos como los “woke”, los “regreprogresistas”.
Pero la política no es decidir en función de los pasitos en el patio del recreo para elegir equipo: “pan, queso; pan, queso…” y ya.
Trump afirmó ese día que no está alineado con Putin y sí con los Estados Unidos de América y amplía, con Europa. También que quiere encontrar una solución y que el camino es la diplomacia. Acusa a Zelensky de querer seguir la guerra y no dar lugar a un alto el fuego. Le explica a ver si entiende: “Eso es más fácil que un acuerdo de paz”.
El presidente de Ucrania requiere garantías de seguridad, pues dice que Putin le ha incumplido siempre. Nosotros sabemos de eso porque no nos llegaban las segundas vacunas prometidas de la Sputnik, unos ocho millones en el pico de la mortandad del 2021, pero eso es otro cantar.
Trump se eleva con que el presidente ruso incumplió con Obama y con Biden, pero no con él. Me hace recordar el chiste gráfico de Tuté: el alma de un porteño llega al cielo, ve a Dios en la nube, se le acerca para quejarse, reclamando: “Quiero hablar con su Superior”.
El entrante presidente pateó el tablero de sheshbesh (backgamon) de los países musulmanes de Medio Oriente, al punto que se escuchó decir: “Vaya sorpresa, Trump habla en árabe”. Creo que habla en ruso también. Sin declaraciones fatuas, que gustan tanto en las Naciones Unidas, a favor de esto o en condena delo otro, para que todo siga idéntico a sí mismo y la “ligue” siempre el mismo país –sabés a cuál me refiero – me parece que es de los pocos que pensaron en qué quiere Putin, cuál es su jugada y cuál es su temor. Es el que piensa en cómo se puede salir de ésta, el porqué le va mal al ruso después de tres años y como ayudarlo a “salvar la cara” (fase saving), ofrecer una salida elegante.
Es darle el triunfo del “no nos fue tan mal” de la derrota. Al decir Putin, decimos Rusia y la nostalgia por la Federación de Repúblicas soviéticas y sus satélites.
Armenia aceptó perder territorios frente a Azerbadjian -Nagorno Karabaj- con quien tenían discusiones históricas de movimiento de fronteras, desplazamiento de etnias e imperios desmoronados. Terminaron la guerra. ¿Algo similar sucedería con las fronteras ucranianas?
Por algo aceptaron perder Crimea y el mundo lo aceptó sin chistar. (No olvidar que Nikita Kruschev se la pasó a Ucrania en 1954, pese a tener 80% de habitantes rusos). Los aliados entregaron los Sudetes al Reich, desarmando las defensas fuertes de Checoeslovaquia, como ofrenda a Hitler y para tranquilizarlo y que no se venga a por ellos. Pero vino. Nosotros lanzamos una absurda guerra por las Malvinas y nos sigue doliendo. Hay varios caminos, pero en cada uno hay que saber lo que se gana y lo que se pierde. Y para qué. Nada de ofrendas dadivosas a dioses imposibles o imbéciles.
Glem Greenwald, escribe en Atlantic Council, que entiende que Rusia quiere y necesita recuperar sus antiguas posesiones, pero que solo podía hacerlo con Ucrania. La condición de Putin es retener el territorio capturado y anexado: que ya no controlaba Ucrania debido a las fuerzas disidentes apoyadas por la población ruso parlante y la infiltración rusa, claro.
Los pasos para que concluya la guerra en términos satisfactorios para Kiev y que tenga seguridades de la UE y se la dé a los países de la OTAN son diversos. Quizás el retorno de Rusia al Grupo de 8, hoy de 7 (Canadá, Francia, Alemania, Japón, Reino Unido, USA), la eliminación de las sanciones occidentales que al decir de Charles Lichtfield, es un “step by step” con “paciencia estratégica”. Eso es negociar.
En efecto, el apoyo recibido que Zelensky recibió de Europa luego del traspie del salón Oval, requiere a fin de cuentas, el ok de los Estados Unidos. El acuerdo por las “tierra raras” hace incorporar intereses norteamericanos al suelo ucraniano junto con inversiones, instalaciones y personal: una pata que trabaría la puerta de entrada rusa. Pues ellos también iban por eso.
Por ello, entiendo que al negociar Trump directo con Putin, excluyendo tanto a Europa como a Ucrania, abre el juego y lo lleva a la estrategia de las negociaciones directas. O sea la diplomacia: pensar y actuar fuera de la caja con creatividad. Luego entrarían los demás.
Pero para Donald el obstáculo es Volodimir, que piensa que la paz “está muy, muy lejos todavía” y que “sería un fracaso si se le obliga a un alto el fuego sin garantías de seguridad”. Trump replica, vaya boquita: “Este tipo no quiere la paz, mientras tenga el respaldo de los Estados Unidos” y le corta el chorro del armamento al toque.
“Quiero a alguien que haga las paces”, mientras toma el Air Force One, dirección Mar-a-lago.
Zelensky concluye que “creo que no fue buena la reunión”. ¡Fue del carajo! Y encima dice que “su gente ayudó a mi gente y estamos muy, muy agradecidos”. No para este muchacho: no puede decir a quien está agradecido. Biden lo armó y Trump continuó. Está enojado y ofendido, eso no sirve para negociar con inteligencia.
Creo que es posible que el Parlamento ucraniano lo “flipee” a Zelensky -seguramente traumatizado por liderar tres años de guerra- por un interlocutor y negociador más hábil para con los intereses de Ucrania. Se firma pronto el acuerdo por las tierras raras, con beneficios recíprocos. En poco habrá un cese de fuego y luego arduas negociaciones por un año. Rusia se quedaría con los territorios ya anexados (Donetsk y Lugansk), Crimea y algo más. La mitad de las que tienen hoy: 161.000 km2. Ucrania recuperaría el resto. Europa se tranquiliza.
¿Será así? Apuesto por ello, pero no mucha plata: es lo que deseo. Deseamos un concierto de naciones: habrá que afinar para lograr una razonable melodía. Ya nos amenazaron con la Tercera y última guerra mundial.
Tres días después de escrita esta nota, se empieza a cumplir mi vaticinio. No vaya a ser que rompan las bolas de cristal.¿Hacía falta hacernos morir de miedo otra vez?
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