“Los mexicanos estamos acostumbrados al maltrato de EE.UU. y lo sabemos manejar”


Superada la primera crisis comercial entre México y Estados Unidos, la pregunta es qué sigue. Todo indica que nada será como antes, en cualquier caso: Donald Trump parece decidido a convertir al país vecino en blanco principal de sus ataques. Según acordó con el gobierno de Claudia Sheinbaum, la suspensión de los aranceles que el republicano había impuesto a las exportaciones mexicanas es de tan solo un mes. Y esta semana el tema volvió a reactivarse con el anuncio del mandatario estadounidense de que a partir del 4 de marzo (cuando se cumple al plazo acordado con México y Canadá) impondrá aranceles del 25% a las importaciones de acero y aluminio. Dos de los principales exportadores de acero y aluminio a EE.UU. son, precisamente, Canadá y México.

En la primera ronda de anuncios, Sheinbaum demostró que México cuenta con una estrategia meticulosa, estructurada y de mediano plazo para lidiar con las amenazadas de Trump. Y este martes anunció que espera negociar con Trump la cuestión para el acero y aluminio, materiales sobre los cuales EE.UU. no tiene déficit comercial con México (que es la justificación de Trump). No es la primera vez, ni será la última, que México y Estados Unidos protagonizan una crisis como esta.

Guadalupe González es una de las personas que mejor lo sabe: la internacionalista y socióloga del Colegio de México es autora de varios libros sobre el tema y dedicó décadas de su carrera a estudiar una relación que, asegura, no tiene semejantes en el mundo. BBC Mundo la entrevistó en busca de darle contexto a la crisis comercial que pasó, pero probablemente volverá de una manera u otra.

Guadalupe González, profesora e investigadora del Colegio de México, estudió la relación con Estados Unidos por décadas. Es mexicana y vivió en California.Archivo particular

¿Qué balance hacés del episodio de negociaciones de aranceles?

—Fue es un primer round de muchos que vienen. Y quedaron claras varias cosas. Primero, que la lógica coercitiva de Trump no es económica, sino de política interna y de demostración de poder internacional. Él está acabando con un modelo de política exterior estadounidense que se remonta al final de la Segunda Guerra Mundial, por no decir que a los años 30. Su esfuerzo es de primacía sin hegemonía, porque no es que estemos viendo una intención de promover, o imponer, unos valores, sino que de cuestionar los existentes. Por eso es mayúsculo, tectónico, lo que estamos viendo. Y del lado mexicano quedó claro que hay un aprendizaje. No hay otro país en el mundo que tenga la experiencia de negociar cotidianamente con la mayor potencia. Es una relación asimétrica, pero quedó claro que en México hay un conocimiento histórico, profundo, de cómo lidiar con esa asimetría. Que Sheinbaum haya reaccionado con método, es decir, con una sola voz, en consonancia con los empresarios y sin entrar en la confrontación ni engancharse con las acusaciones, nos habla de su impronta disciplinada, sí, pero también de este aprendizaje histórico. De las negociaciones hicieron parte funcionarios de gobiernos anteriores que firmaron en su momento los tratados de libre comercio. Hubo cabildeo de sectores en EE.UU., incluyendo a la gobernadora de Arizona y la Cámara de Comercio en Texas. Los costos para Trump de poner los aranceles fueron subiendo.

Donald Trump prometió duras políticas contra los inmigrantes ilegales.Getty Images

Y si esos costos quedaron claros a dos semanas de asumir, ¿en los cuatro años quedan pueden seguir subiendo?

—Y por eso tiene prisa, porque este impulso del arranque no va a durar para siempre. No es solo la relación con México lo que está en juego: es el orden internacional, es la paz en Medio Oriente, es el multilateralismo de organizaciones como Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud. Él quiere desmantelar la estructura del Estado federal y eso va a generar una respuesta enorme, empezando por esta alianza de México con Canadá que hace un mes parecía secundaria al lado de la relación de cada uno con Washington. Entonces, sí, Trump puede estar mostrando sus fortalezas, pero también sus debilidades porque cada vez más a ser menos creíble que quiere —y sobre todo puede— poner los aranceles.

Por cierto, ¿puede? Poner aranceles es romper el tratado de libre comercio con México y Canadá. ¿Eso no tiene consecuencias?

—Sí, primero las partes pueden tomar medidas compensatorias como responder con aranceles. Segundo pueden llevar el caso a los paneles de solución de controversias establecido por el tratado mismo del que pueden surgir sanciones. Y tercero pueden llevarlo a la Organización Mundial del Comercio, de donde también pueden surgir sanciones.

Dicho eso, Trump también puede desconocer esos mecanismos, esas reglas tradicionales de la diplomacia.

—Y lo más probable es que vayamos hacia allá, hacia un mundo sin reglas. Y EE.UU. lo hace porque puede, porque es el más grande, y lo va a hacer hasta que pueda asumir los costos.

Ante una comunidad internacional sin reglas y un Trump impredecible, ¿qué hacer?

—Te toca ir caso a caso, día a día. Porque, en efecto, no sabemos qué quiere: si realmente quiere acabar con el tratado de libre comercio, o cambiar sus reglas, o reindustrializar la economía estadounidense y aislarse. Es probable que ni él sepa qué quiere, entre otras porque muchos de sus simpatizantes pueden estar en contra de algunas de estas iniciativas. Entonces, como su política exterior es una mezcla de cosas muy extrañas, no puedes pensarlas todas bajo una misma lógica: te toca leer cada una a su forma. Y en ese sentido, México gana tiempo y espacios para cabildear y preparar los diferentes frentes.

Se habla mucho de la asimetría en la relación. Pero antes de la anexión de Texas y California, a mediados del siglo XIX, eran países más o menos iguales. ¿Cómo surgió esa asimetría?

—Sí, las economías de ambos países eran más o menos del mismo tamaño. Pero desde ese momento, coincidieron dos cosas: la consolidación de la visión expansionista de Estados Unidos, a la que Trump ahora apela, y la división interna de México, que como el resto de América Latina dedicó su siglo XIX a pelearse por el carácter del Estado. Entonces ahí México, después de un golpe de fuerza de EE.UU. en 1847, perdió la mitad de su territorio. Y cuando empieza la asimetría, también empieza esta experiencia histórica de negociación que vemos con Sheinbaum. México fue despolitizando su política hacia la relación, creando instancias técnicas de negociación.

Los inmigrantes reclaman contra las políticas de Trump.Getty Images

¿Qué rol jugó EE.UU. en la Revolución Mexicana, en 1910-1917?

—Imaginate: venían de apoyar la dictadura de Porfirio Díaz, pero al tiempo ayudaron a los revolucionarios. En principio, el establecimiento del gobierno revolucionario no les convino, porque significaba quitarles mucho del poder, sobre todo económico, que tenían en el país. Pero ahí vuelve a entrar la negociación: México logró expropiar algunas empresas petroleras sin pagar las reparaciones a cambio de no sacarlas, de que siguieran con sus concesiones. Ahí surge algo muy importante: la Doctrina Estrada, una política del gobierno mexicano para no reconocer a los gobiernos, es decir, que no entra a decir si un gobierno es legítimo o no con tal de mantener una relación fluida. Es una doctrina que surge de la relación con EEUU, pero se llevó al resto de relaciones. México desarrolló una costumbre de no emitir conceptos sobre los gobiernos de otros para evitar problemas.

Son formas de respuesta a la asimetría.

—Exacto. México fue desarrollando mecanismos de negociación tan sofisticados que han logrado incluso revertir la asimetría en la relación con EE.UU.. Te doy otro ejemplo. Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el presidente Franklin Delano Roosevelt establece la política del buen vecino, es decir, de respeto a la soberanía de los países latinoamericanos, el presidente Lázaro Cárdenas aprovecha y asume que Roosevelt no va a apoyar a las petroleras si las nacionaliza y no estuvo equivocado. En ese momento, la correlación de fuerzas se invirtió, porque era más lo que EE.UU., en plena guerra con el fascismo, necesitaba a México que al contrario.

Por eso lo primero que hizo Sheinbaum fue contarle al mundo la dependencia que tiene EE.UU. de México y, sobre todo, de los mexicanos.

—Esto es una guerra de narrativas. Y los mexicanos estamos acostumbrados al maltrato de EE.UU. y lo sabemos manejar. No nos pasó como a Canadá, que se sacaron mucho más de onda cuando salieron las declaraciones de Trump. A nosotros no nos saca de balance que nos digan que nos vayamos para la casa porque nos los han dicho muchas veces de muchas formas.

¿Pero no es esta la vez que más fuerte se refirieron a los mexicanos en Washington?

—Que haya pasado antes no significa que lo de Trump no sea inédito. El momento más difícil de la relación, creo, fue en 1913, cuando el presidente revolucionario Francisco Madero sufrió un golpe de Estado prácticamente orquestado por EE.UU. que lo tumbó, lo mataron, y eso generó una reacción mucho más fuerte, mucho más violenta, que terminó devolviendo el poder a los revolucionarios. Y eso produjo que en EE.UU. también hubiera un aprendizaje de ser cuidadosos con la relación. En aras de la estabilidad ellos dejaron de intervenir explícitamente en la política interna mexicana. Hasta el punto de que, por ejemplo, no hubiera mucho problema con el apoyo que México le dio a la Revolución Cubana en 1959. Entonces, no es que Trump no sea de tener en cuenta, y que su lenguaje no tenga implicaciones preocupantes para los mexicanos migrantes, pero versiones de esto hemos visto antes, y por eso mismo los mexicanos tienen herramientas para responder a ellas.

¿Creés que los mexicanos fueron fundamentales para convertir a EE.UU. en eso “grande” a lo que apela Trump?

—Claro, y en muchos sentidos. Ejemplo: tras la Segunda Guerra Mundial y hasta los años 60 hubo muchos acuerdos que permitieron que ambos países se industrializaran. Y gracias a ellos millones de mexicanos fueron a ese país, que estaba sin mano de obra, a ayudar a reconstruirlo.

Es como si, más que el tamaño de cada país, lo que parece definir la asimetría es la crisis interna de cada quién y cuánto se necesita al otro en determinado momento.

—Claro. No es casualidad que haya sido justo en 1994, cuando México estaba en una terrible crisis económica, que se haya firmado el primer tratado de libre comercio y se iniciara una etapa de integración con Norteamérica que ahora parece estar terminando.

Claudia Sheinbaum, presidenta de México.Getty Images

¿Decís que por mucho que las promesas de Trump no se cumplan del todo inevitablemente las cosas no van a ser como fueron durante los últimos 30, 40 años?

—Sí, porque por un lado el tratado se va a renegociar el próximo año y los términos con seguridad van a cambiar, y por el otro porque en México esto abrió un debate sobre la confiabilidad de EE.UU. como socio y la necesidad de volver a la relación transaccional previa a 1994, cuando cada acuerdo era según el contexto.

Sin embargo, la codependencia va a seguir.

—Es que no solo depende de los poderes políticos. México es una nación transfronteriza. Los lazos familiares, culturales, son enormes. Más del 10% de la gente nacida en México vive allá. Hay 40 millones de mexicanos con familiares allá. La mayor población estadounidense fuera de EE.UU. está en México. Y así como EE.UU. acota en algunos aspectos la soberanía mexicana, el migratorio por ejemplo, también es cierto que ningún otro país tiene una penetración tan grande en la primera potencia mundial: hay 53 consulados, hay empresas, hay redes, hay mano de obra que compone hasta el 80% de industrias clave como la agricultura, la ganadería o la producción avícola. Por eso es una relación interméstica, es decir, que compone aspectos internacionales y aspectos internos al mismo tiempo.

Pensando en lo que viene, ¿cómo creés que puede jugar el contexto actual mexicano, de una popular coalición en el poder, en la relación?

—Te sirve porque tenés respaldo popular. Pero no tener contrapesos, como pasa ahora que Morena controla todos los poderes en México, te quita margen de maniobra, porque, cuando la tienes, tú puedes usar a la oposición como factor de negociación con la contraparte. En cualquier caso, tenemos que repensar todas las categorías. Todo lo que les enseñamos a los alumnos por décadas ahora es cuestionable. Estamos ante un reordenamiento del orden mundial. Algo inédito en 80 años.

BBC Mundo

Conforme a los criterios de

Los comentarios están cerrados.