NUEVA YORK.- A principios de diciembre de 2023, el magnate de los medios Rupert Murdoch voló a Londres para ver a sus dos hijas mayores, Prudence y Elisabeth. No era una visita social.
Durante meses, Rupert y su hijo Lachlan habían estado trabajando en un plan secreto para modificar el fideicomiso de la familia y despojar a tres de sus otros hijos -Prudence, Elisabeth y James- de su poder para influir en la dirección de la empresa familiar. Sus abogados lo habían bautizado como “Proyecto armonía familiar”.
El fideicomiso, que posee las acciones que controlan el imperio mediático mundial de los Murdoch, otorga a Rupert -de 93 años- autoridad sobre sus dos empresas hasta su muerte. Después, el poder de voto se distribuye a partes iguales entre sus cuatro hijos mayores. Es irrevocable, pero incluye una disposición que da a Rupert la capacidad de hacer cambios siempre que actúe exclusivamente en el mejor interés de sus beneficiarios. Esta era la disposición que pretendía explotar para consolidar el control en Lachlan, el más conservador políticamente de los cuatro.
Cuando Rupert estaba en el avión rumbo a Londres, ya había convocado una reunión extraordinaria del consejo del fideicomiso -que se celebraría dos días después- para ratificar los cambios. Tenía los votos necesarios para garantizar su aprobación, pero esperaba convencer a Prudence y Elisabeth de que apoyaran la idea para evitar una desagradable pelea legal con sus propios hijos.
Rupert no tenía intención de decírselo a James por adelantado. Los dos hombres apenas se hablaban. En realidad, era James, de 50 años, quien había traído a su padre a este lugar: Rupert y Lachlan, que tenía 52, estaban convencidos de que planeaba liderar un golpe familiar para arrebatarle el control a Lachlan tras la muerte de su padre.
Rupert pensó que tendría más suerte con sus hijas, a las que seguía unido a pesar de los muchos altibajos sufridos a lo largo de los años. Esperaba convencerlas de que mantener el liderazgo de Lachlan era lo mejor para todos. No había tiempo que perder. A sus 92 años, Rupert seguía siendo mentalmente ágil, aunque tendía a murmurar, lo que, con su marcado acento australiano, podía dificultar su comprensión. Pero también había tenido su ración de problemas médicos graves en los últimos años; necesitó que lo sacaran en helicóptero del yate de Lachlan en 2018 tras una caída casi mortal y estuvo hospitalizado con Covid-19 durante el verano de 2022. Aunque odiaba hablar de su muerte, tuvo que reconocer que no podía evitarse. Era hora de atar este cabo suelto.
Rupert Murdoch y sus familiares controlan el imperio mediático conservador más influyente del mundo. Pero, durante más de un año, han estado enzarzados en una batalla legal secreta sobre quién lo controla.
Rupert y su hijo mayor, Lachlan, intentaron cederle a este último el control total de las empresas. Sin embargo, sus hermanos bloquearon la maniobra.
El diario The New York Times obtuvo la mayor parte de las actas del juicio en Nevada, que suman más de 3000 páginas: la mayoría de los escritos, todas las sentencias y la transcripción completa del propio juicio, incluidos los extensos intercambios entre los miembros de la familia que se introdujeron como pruebas. A continuación, ofrecemos seis conclusiones fundamentales de esos documentos.
A lo largo de su carrera, Rupert se ha visto acosado por una pregunta: ¿es un guerrero ideológico empeñado en inclinar el mundo angloparlante hacia la derecha o un hombre de negocios pragmático que atiende a audiencias conservadoras para obtener ganancias?
Las pruebas presentadas en el juicio demuestran que —al menos en sus últimos años— su legado ideológico es primordial. “Fox y nuestros periódicos son las únicas voces ligeramente conservadoras frente a los monolíticos medios de comunicación liberales”, le escribió a su exesposa Anna en 2023. “Creo que mantener esto es vital para el futuro del mundo angloparlante”. También declaró que mantener sus medios de comunicación en su rumbo conservador mucho después de su muerte —dando a Lachlan el control total— era más importante para él que cualquier ganancia que pudiera obtener vendiéndolos a otras personas.
La lucha por el fideicomiso de la familia Murdoch ha ahondado viejas fisuras. Lachlan estaba convencido de que sus tres hermanos mayores, liderados por James, tramaban derrocarlo cuando muriera su padre. Elisabeth, quien históricamente se ha considerado como la Suiza de la familia, dijo que se sentía “violada y abandonada” por el plan de su padre de cambiar el fideicomiso. “Has hecho un agujero en la familia”, le dijo.
La hija mayor de Rupert, Prudence, lo acusó de tratarla a ella y a Elisabeth como “sus asistentes”. El representante de James en el fideicomiso familiar, su mejor amigo, Jesse Angelo, calificó el plan de “orwelliano” y lo comparó con la privación de derechos a los votantes negros en el Sur de Jim Crow.
La lucha también tiene que ver con el dinero, y concretamente con cuánto estará dispuesto a pagar Lachlan por las participaciones de sus hermanos en el fideicomiso. Sin esas acciones, podría perder el control de las empresas. Tanto él como Rupert se han puesto en contacto en el pasado con Prudence, Elisabeth y James para hablar de compras, pero Lachlan nunca ha estado dispuesto a ofrecerles más del 60% del valor de mercado de sus acciones.
Durante muchos años, la batalla por la sucesión de los Murdoch se planteó como una lucha sobre qué hijo de Murdoch controlaría el imperio tras la muerte de Rupert: el más conservador Lachlan o el más liberal James. Pero existe otra posibilidad muy real: la familia Murdoch podría perder totalmente el control dentro de unos años. Rupert solo puede culparse a sí mismo. En 2006, creó el fideicomiso que posee las acciones con derecho a voto de Fox Corporation y News Corp. Pero el fideicomiso expira en 2030, momento en el que sus beneficiarios podrán vender sus acciones a su antojo, pudiendo obtener miles de millones de dólares, pero perdiendo el control de las empresas que su padre construyó a lo largo de más de 70 años.
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Rupert se retiró de la escena pública hace muchos años. Nunca concede entrevistas a la prensa y rara vez habla en público. Se ha especulado mucho sobre si sigue activo. La respuesta, definitivamente, es que sí. El comisionado testamentario de Nevada que presidió el caso del fideicomiso de la familia, Edmund J. Gorman Jr., quedó lo bastante impresionado por la agudeza mental de Rupert como para felicitarlo por eso, incluso cuando falló en su contra. En su decisión final, Gorman escribió que Murdoch “demostró en el juicio no ser víctima de sus dolencias ni carecer de vigor mental”. Más bien, escribió Gorman, Murdoch testificó con “memoria adecuada y, en ocasiones, agudo ingenio”.
No es ningún secreto que Succession se inspiró en la familia Murdoch. Pero cuando se trata de los Murdoch, el arte no solo ha imitado a la vida; la vida ha imitado al arte. Cuando el representante personal de Elisabeth en el fideicomiso familiar, Mark Devereux, vio el episodio en el que el patriarca de la familia, Logan Roy, muere inesperadamente, sumiendo a la ficticia familia Roy en el caos, le entró el pánico. Llamó a Elisabeth para decirle que viera el episodio. Ella ya lo había visto dos veces y estaba muy disgustada. Devereux redactó un memorándum para los hermanos Murdoch —el memorándum Succession, lo llamó— con la intención de evitar que esa situación pudiera suceder en la vida real, animándolos a considerar una serie de temas difíciles, entre ellos si sería posible trasladar Fox News al centro político tras la muerte de Rupert.
Jim Rutenberg y Jonathan Mahler
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