La doble vida de Candela Gentinetta, de la cancha al hospital: la figura del básquetbol que volvió a la Argentina para recibirse de médica


“Sin pasión, no hay nada”. La frase no le corresponde a Candela Gentinetta, pero, y quizás sin darse cuenta, la pone en práctica en cada desafío que se propone. Dentro de una cancha de básquetbol, en la universidad y en un hospital. Siempre. Su carrera y trabajo como deportista de alto rendimiento en Obras Basket la complementa con sus estudios de Medicina en la Universidad de Buenos Aires, otra ‘carrera de alto rendimiento’ que hace más de un lustro la pone a prueba semana a semana, la obliga a exigirse al máximo y a llevar una planificación casi perfecta para aprovechar cada minuto de su vida, ya sea con una pelota en sus manos, un libro o un estetoscopio.

El básquetbol y la medicina son las dos pasiones de esta joven nacida hace 23 años en Rafaela, Santa Fe. “Vengo de una familia de básquet, de mis viejos y mis tíos, pero no empecé por ellos. Lo hice en el colegio, me gustó y le dije a mi papá que quería jugar al básquet. Al otro día me anotó en el club. Empecé y fui la persona más feliz. Ahí arrancó todo, a los 11 años”, recordó sobre sus inicios en la actividad que la catapultó a las primeras planas de los sitios deportivos. Pero desde antes, incluso, quería ser profesional de la salud: “Mi mamá es médica y de chica siempre me gustó, decía que iba a ser doctora de grande y jugaba con mi hermana. Surgió mi vocación y desde pequeña lo tengo claro y lo quise hacer”, cuenta en una entrevista difundida por la Confederación Argentina de Básquetbol.

A una ya la transformó en su medio de vida y la otra lo será cuando se retire. La parte más compleja del proceso, quizás, ya la superó. Y en eso fue clave su convicción, la misma con la que va hacia la canasta con la pelota en sus manos: “Mi familia siempre me dio libertad para todo lo que quise hacer, y en esto no fue la excepción. De chica dije que me gustaba Medicina, en el secundario las ramas que me gustaban era las de salud y estaba entre Medicina y Nutrición. Después quería Nutrición por el tema de que, capaz, era más amena para llevar con el deporte. Pero me decidí por Medicina. Mi mamá me decía ‘Cande, te estas metiendo en un quilombo, fíjate, ¿no te gusta otra cosa?’. No. Se planteó como un desafío con el básquet, sobre todo cuando fui creciendo y vinieron los torneos con la Selección. Fue como un desafío saber si podía hacer las dos cosas a la vez”.

La alternativa de cursar una carrera de menor exigencia y carga horaria estuvo en su radar, por su determinación, menos lo que suele demorar para lanzar un tiro libre o tomar un rebote: “Lo pensé, pero duro nada ese pensamiento porque estaba muy decidida lo que quería. Iba a invertir años estudiando algo que no me gustaba y solo porque me iba a ser más fácil. ¿Para qué lo iba a hacer? ¿Por ser más llevadero? Prefiero invertir esos años y que sean más de lo que lleva hacer la carrera. Contemplo esta situación y quizás tardo ocho, nueve o diez años en terminar medicina, pero hago las dos cosas que me gustan. No me apuro, porque gracias a Dios soy profesional en lo que hago que es el básquet. Quería hacer algo a futuro, porque lo pienso como un proyecto de vida a largo plazo. Cuando me retire voy a hacer algo que me gusta, voy a tener la profesión que elegí y no la que me convenía. Y acá estoy”.

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