78,2 millones de sacos de café exportable equivalen a 10.3 mil millones de libras, y es una cantidad que un país como Brasil tardaría más de 3 años y medio en consumir. Esa cantidad de sacos fue quemada entre 1931 y 1944, una desesperada decisión de un país cuya economía estuvo históricamente ligada a la infusión. La pregunta es: ¿Por qué lo hicieron?
La relación entre Brasil y el café data desde 1870, cuando Brasil comenzaba a separarse de la monarquía en su camino hacia la formación de una república, que pudo concretarse en 1889, con un golpe de estado que derrocó al emperador Dom Pedro II. Este movimiento participaron activamente los grandes productores de café y terratenientes, que abogaban por la abolición de la esclavitud y por subsidios para traer inmigrantes europeos para trabajar en las plantaciones de café.
Al régimen comenzado en 1898, liderado segundo presidente civil del país, Campo Sales, se lo conoció como la “República do café com leite” o “café con leche”. Este nombre fue compuesto por las actividades económicas más importantes del país, lideradas por estados como Minas Gerais y San Pablo.
Crisis del café en Brasil
En 1906, una sobreabundancia de café había provocado una caída de los precios del café, lo cual llevó a gobernadores de tres estados a realizar una valoración del producto, a través de préstamos internacionales para comprar excedentes de café. Así se logró estabilizar los precios del producto en el mercado internacional, y Brasil logró dominar la producción mundial de café. Al mismo tiempo, el café se almacenaba y no había mucha preocupación por la calidad de esa producción.
Sin embargo, para 1929, la Gran Depresión afectó en gran medida a la economía brasileña, que sufrió en el plano internacional. De hecho, más del 50% del valor de los bienes exportados desde Brasil estaba en café, algo que no sucede en la actualidad. Al ser Estados Unidos el mercado de exportación de café más grande de Brasil, su fuerte caída hizo al país latinoamericano correr la misma suerte. Una bolsa de café en Brasil valía 200.000 Réis en moneda nacional a principios de 1929 y terminó valiendo el 10% de ese monto para finales de ese año.
Esta crisis llevó a un golpe militar en 1930, que terminó con la república del café con leche. Getúlio Vargas asumió el poder y al principio buscó romper los lazos del gobierno con los grandes cafetaleros rurales, aunque la economía seguía en un estado delicado. Finalmente llegó como respuesta una decisión: los productos básicos se vendieron para la exportación mientras que los productos manufacturados se importaron. Este colapso llevó a que los precios cayeran, y Getúlio optó por aumentar los aranceles aduaneros nacionales y comprar el café almacenado para quemarlo.
Destruirlo todo, ¿una solución?
Se creó una comisión de miembros de la cadena de café para tomar decisiones, redactar leyes y supervisar la destrucción de los granos. Finalmente, lo que iniciaría con una quema de café de mala calidad terminó convirtiéndose en toda la cosecha, con el objetivo de aumentar el valor del producto en el mercado internacional al reducir los costos de suministro y almacenamiento.
En promedio, entre los años 1931 y 1944 se destruyeron el 27% de las existencias anuales. Los ciclos de quemas se realizaron en Santos, y los diarios informaban sobre el olor a café quemado que el viento llevaba arriba y abajo de la costa del estado de San Pablo. Incluso se llegaban a ver nubes de humo de café a kilómetros de distancia.
En 1932 se creó un Consejo Nacional de Estabilización del Café, para poder estabilizar toda la producción del café. Sin embargo, la quema de café llevó a tensiones en las relaciones internacionales. Había tanto café que una parte fue tirada al mar -fue llamado café marino-, mientras que otra porción se utilizó como fuente de combustible experimental en algunas fábricas y calderas industriales.
Las consecuencias fueron fatales para el gobierno brasileño; el costo para la gestión política fue inmenso, muchos agricultores se declararon en quiebra y los precios se mantuvieron bajos durante años, ya que muchos estaban endeudados y tenían poco acceso al crédito.
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