La consagración de Majdalani y Bosco desde adentro: la emoción de Lange, el “piletazo” del equipo y un llanto en soledad, tras la gloria en los Juegos Olímpicos
Faltan apenas unos metros para cruzar la meta y a Eugenia Bosco y a Mateo Majdalani una sensación desconocida los atraviesa en el medio del mar Mediterráneo, en la costa de la ciudad de Marsella. Ocho largos años se prepararon para este momento, el desenlace de los Juegos Olímpicos de París 2024, que inevitablemente sucederá. Lo que están experimentando no se parece a nada de lo que ya vivieron en el agua, en la tierra o en el aire. Mira para adelante Eugenia, habla de cosas del bote. Sabe que no tiene sentido lo que dice, aunque esa es su manera de transitar el pequeño camino a la gloria. Dirá después que el cuerpo le temblaba como nunca antes. Mateo opta por no contactarse visualmente con su compañera. Quiere gritar y se reprime. Contará luego que, como buen argentino cabulero, los porotos se cuentan de a uno y cuando están en la canasta.
Así, ambos esperan esos segundos hasta que las almas se les desploman al cruzar la línea final. Los cuerpos están ahí, firmes, erguidos, buscando a los familiares para la celebración, pero una descarga de energía positiva los vence por dentro. El placer de conseguir lo soñado, la relajación. Mateo Majdalani y Eugenia Bosco han terminado la Medal Race de la categoría Nacra 17 en el séptimo puesto, aunque por delante de los atletas de Gran Bretaña y Nueva Zelanda, por lo que se colgaron la medalla de plata de los Juegos Olímpicos de París.
“Ahora queremos dormir tres días seguidos”, dicen a coro.
La emoción también ocurre en la costa del Nautique du Roucas Blanc. El equipo argentino de yachting mira la última de las regatas desde un televisor. Tienen un invitado de lujo: Santiago Lange. La posibilidad de la medalla es una certeza desde la descalificación del bote británico, ni bien inició la medal race. Lo que resta es solamente culminar la carrera por delante de Nueva Zelanda o inmediatamente atrás.
“Puede ser que haya algo de nervios, especialmente porque no estamos acostumbrados a tanta exposición. Pero al final, somos nosotros dos arriba del barco”, le dijo Bosco a Clarín el día anterior a la consagración en Marsella. Medalla sí o medalla no era la cuestión. Y tenía bastante de verdad aquello que contó la atleta: Mateo Majdalani y Eugenia Bosco empujaron en conjunto su barco -ese que no tiene cabos verdes por cábala y que contiene las piedras energéticas que les regaló la mujer de Mateo- para meterse en el mar y navegar por lo que tanto lucharon los últimos en cuatro años: subirse al podio en sus primeros Juegos.
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