La CGT, en estado de anarquía: cada sindicato despliega su propia estrategia electoralPor Ricardo Carpena

Hoy existe un gremialismo atomizado y dividido como nunca, sin una CGT que lo contenga, lo agrupe y le dé una identidad definida, y cada sindicato se mueve de manera autónoma e inconsulta. Muy lejos de la forma en que se comportaba aquella “patria sindical” de los años 70 u 80, con Lorenzo Miguel como estandarte de un movimiento obrero para el cual el verticalismo era casi una religión.

Quizá no sea casual que este escenario traiga aparejadas más internas y tensiones entre los dirigentes, que, desunidos, tienen más problemas para resistir las medidas más duras del Gobierno. En este “sálvese quien pueda” que domina al poder sindical, los conflictos salariales y laborales son vistos de lejos por la CGT como institución, como quedó demostrado en los casos de Aerolíneas Argentinas y de La Fraternidad, entre otros. Algo similar está sucediendo con las obras sociales chicas que quedaron al borde de la quiebra por el final de la triangulación de los aportes, mientras la cúpula cegetista no interviene, en una postura que revela su rechazo a esos “sellos de goma” que, gracias a acuerdos con las prepagas, se quedaron con miles de afiliados de sueldos altos.

Virtualmente paralizada, sin reuniones ni debate, la CGT refleja un momento de enorme desorientación de la dirigencia sindical: aún no pudo superar el trauma de que haber apostado de todas las formas posibles hace dos años al triunfo electoral de Sergio Massa, mientras que sus bases le dieron la espalda y votaron mayoritariamente a Javier Milei. Y aún hoy, aunque ya no tienen números tan favorables, las encuestas confirman que muchos trabajadores siguen prefiriendo al líder libertario antes que a muchos de esos jefes peronistas con tanto poder desde hace décadas y sin haber podido resolver la pérdida salarial, la caída del empleo y la multiplicación de la pobreza.

En la época de esplendor de la CGT, formar parte de su estructura aportaba un diferencial que le otorgaba ventajas para negociar y obtener lo que pretendía en las negociaciones sectoriales. Ahora, hay dirigentes que prefieren tomar distancia de la estrategia ultrapasiva de la central obrera y sacar provecho de su propio poder de fuego, más efectivo que subordinarse a la cúpula cegetista.

Convertida en una galería de individualidades, sin dinámica colectiva, la CGT pasó del récord de haber hecho dos paros generales en apenas 150 días de gobierno de Milei al actual congelamiento extremo de su actividad. Es cierto que su presentación contra el DNU 70 derivó en el freno de su capítulo laboral por parte de la Justicia, aunque también hay que reconocer que la eliminación de 42 artículos de la Ley Bases que tocaban la sacrosanta legislación del trabajo fue posible gracias a la muñeca política de un aliado de los sindicalistas como el diputado Miguel Angel Pichetto.

Incluso la CGT se dio el lujo de rechazar la convocatoria del secretario de Trabajo, Julio Cordero, a sumarse a una mesa de diálogo tripartito con empresarios del Grupo de los Seis, una vieja aspiración del gremialismo. ¿Cuáles fueron los argumentos para tomar esa decisión extrema? Entre otros puntos, porque el Gobierno no precisaba la reglamentación de la reforma laboral, cuando, paradójicamente, esa instancia de diálogo tenía justamente el debate de esa cuestión entre sus principales objetivos.

En una nueva comprobación del predominio del juego individual antes que el colectivo, mientras la CGT sigue sin ponerse al frente de la pelea para frenar los costos sociales de la actual reforma del Estado, la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN), uno de los gremios dialoguistas que conducen la central obrera, marchó este viernes para protestar contra los despidos en el Ministerio de Capital Humano. El secretario adjunto de la CGT es el líder de UPCN, Andrés Rodríguez, que no comparte la postura combativa a ultranza contra el Gobierno de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), que lidera Rodolfo Aguiar, y que declara paros y movilizaciones al por mayor.

Pero la manifestación de este momento desconcertante del sindicalismo también se traslada al plano político-electoral. La mayoría de los dirigentes gremiales están encolumnados hoy detrás de la figura de Axel Kicillof como presidenciable para 2027, pero, a tono con el espíritu de fractura permanente, se empieza a conformar un sector que apuesta a una coalición peronista-radical para dentro de cuatro años. Y algunos, de todas formas, se mantienen expectantes y fieles a lo que decida Cristina Kirchner, que, por ahora, mueve lentamente sus fichas como titular del PJ sin revelar el juego final que desplegará para disputarles a los libertarios la continuidad al frente de la Casa Rosada.

Para la ex vicepresidenta de Alberto Fernández, su mala relación con el sector dialoguista que conduce la CGT y con Hugo Moyano la llevó a rodearse en la nueva conducción del PJ de sus dirigentes sindicales más incondicionales: el que salió más beneficiado fue Abel Furlán, el líder de la UOM, que fue designado secretario Gremial del partido, un puesto clave desde donde se espera que reagrupe a todos los sindicalistas para evitar que irrumpa una suerte de ”PJ blue” alineado con Kicillof.

De ese pelotón, en principio, saldrían los candidatos a diputado nacional de extracción sindical que elegirán la presidenta del PJ y su hijo Máximo Kirchner: parece difícil que dejen afuera a Siley, una abanderada de La Cámpora, y a Sergio Palazzo (bancarios), el radical K, a quienes este año se les vencerá el mandato como diputados. Nadie descarta sorpresas como Pablo Moyano en la nómina de candidatos legislativos: hay vasos comunicantes entre el ex líder cegetista y el planeta K, y la jugada podría ser un golpe para la CGT dialoguista y para su papá Hugo, otra vez crítico del kirchnerismo.

De todas formas, Hugo Moyano por ahora sostiene sus planes políticos propios. Si bien junto con sus hijos Facundo y Jerónimo profundiza su relación con las 62 Organizaciones de José Ibarra (taxistas), desconociendo en la práctica a las otras dos versiones del brazo político del gremialismo peronista (en una de las cuales, encabezada por Marcelo Pariente, figura como secretaria adjunta su hija Karina Moyano), el titular de Camioneros planea relanzar su Partido de la Cultura, la Educación y el Trabajo (CET), ahora presidido por otro de sus hijos, Hugo Antonio (conocido como ”Huguito”), abogado laboralista y secretario de Asuntos Jurídicos del sindicato.

En su propio andarivel, Luis Barrionuevo lanzó en febrero pasado el partido Trabaj.AR con la expectativa de convertirse en la herramienta para que haya más sindicalistas en las nóminas de candidatos sin depender de la lapicera de Cristina y Máximo Kirchner. Al acto, realizado en Mar del Plata, no fueron los principales líderes gremiales, aunque fueron invitados, pero sí Roberto Fernández (UTA), Hugo Benítez (textiles), Maia Volcovinsky (judiciales), Juan Pablo Brey (aeronavegantes) y barrionuevistas de la primera hora como Carlos Acuña (estaciones de servicio), Daniel y Gustavo Vila (Carga y Descarga), Roberto Solari (guardavidas) y Oscar Rojas (maestranza).

Los comentarios están cerrados.