La bola de nieve de la crisis en Siria

Hay fiesta en Siria. Cayó finalmente la temible dictadura de los Assad. El precario país del Levante necesitó 13 años para cerrar su capítulo de la Primavera Árabe, el efímero proceso republicano que sus vecinos resolvieron en días o meses para derribar tiranías de décadas. Esa demora puede ahora encontrar la contraparte de una veloz caída en un duro realismo.

La implacable ofensiva de bombardeos de Israel sobre blancos en Siria, hasta en los suburbios de Damasco que suma un polémico avance territorial, exhibe casi sin respiro la brutalidad del escenario de la región. Una acción que amenaza radicalizar las fuerzas que tomaron el poder y cuyo destino es un enigma, incluso para los propios protagonistas.

No solo Israel interviene aprovechando la ventana de oportunidad tras la abrupta caída del régimen pro iraní. También está muy presente Turquía, posiblemente el principal actor en este drama, que controla con su ejército desde hace años una importante lonja del territorio sirio en la frontera binacional. Dirige,además,una fuerza de milicias dentro del país árabe, el Ejército Nacional Sirio, que no será desarmada.

Turquía tiene intereses inmediatos y antiguos en ese territorio que formó parte del imperio Otomano, entre ellos la devolución de los casi 4 millones de refugiados que escaparon de la guerra civil, causando complicaciones económicas a las provincias fronterizas turcas. Pero en esencia el lider turco Recep Tayyip Erdogan busca contener de modo definitivo a las fuerzas kurdas, el pueblo apátrida esparcido por todos esos territorios y que el hombre fuerte de Ankara visualiza como terroristas.

Parte de esas poblaciones están protegidas por EE.UU., combatieron juntos a los mercenarios de la banda terrorista ISIS y ambicionan armar un Kurdistán, como el del norte de Irak, en los cuatro distritos que dominan de Siria. Es otra clase de ventana de oportunidad que la crisis también abre para ellos. Y es lo que Erdogan no permitirá a despecho del disgusto de Washington.

En cierta medida este rediseño del mapa de la región, funciona como una moneda de cambio hacia la Casa Blanca por el portazo terminal que ha significado para Irán la caída de la dictadura de Damasco. Ankara se lo atribuye y lo factura. Respaldó con entrenamiento y armamento sofisticado, aunque sin perder la desconfianza, al movimiento Hayat Tahrir Al Sham, del ex ultraislámico Muhammad al Jalami, que lideró la rebelión.

Un hombre con una pierna ortopédica dentro de la prisión de Sednaya, apodada por Amnistía Internacional como el 'Matadero Humano', cerca de Damasco, Siria. Foto EFEUn hombre con una pierna ortopédica dentro de la prisión de Sednaya, apodada por Amnistía Internacional como el ‘Matadero Humano’, cerca de Damasco, Siria. Foto EFE

Pero sería ingenuo suponer que el líder turco abrazado a un neo-otomanismo, se conformara con esos movimientos. Su intención es ir por todo, dicho más precisamente, constituirse en el regulador real del futuro de Siria, como intentó hacerlo sin éxito a comienzos de la década pasada.

Ambiciones expansionistas

Desde entonces las ambiciones expansionistas y la búsqueda de un cambio de régimen en Siria nunca desaparecieron. Desde 2016, Turquía ha llevado a cabo múltiples operaciones militares con su “ejército” local, que lanzó contra las Fuerzas Democráticas Sirias, una estructura kurda liderada por las Unidades de Protección Popular, las que respalda EE.UU. En ese camino, ha ocupado amplios territorios sirios, incluidos Jarabulus, Afrin, Ras al-Ayn y Tal Abyad.

El escenario con esta multiplicación de jugadores e intereses preanuncia una batalla por el poder más temprano que tarde, como ha sucedido en la región con el resto de países del fenómeno de la Primavera Árabe que acabaron en manos de otros totalitarismos o se estancaron como en Libia.

Si este es el panorama interno de Siria, el externo aparece aún más inquietante. Como ya se ha dicho, este resultado en el país árabe se produce por la debilidad objetiva de los principales aliados del régimen caído. Rusia, complicada en Ucrania mucho más de lo que se supone, y que Moscú no reconoce, no pudo garantizar la protección de un socio central.

El Kremlin opera en siria dos bases militares claves, la aérea de Khmeimin, en Latakia y la naval de Tartus, con proyección al Mediterráneo. Pero Rusia sencillamente se marchó sin batallar y hasta retiró su flota al revés de lo que hizo en 2015, cuando tomó literal control del país. Vigores ausentes.

El otro actor relevante es Irán. La potencia persa ha perdido musculatura por el agudizado conflicto de Oriente Medio con el desmadre de sus filiales, Hamas en Gaza y Hezbollah en Líbano, que le garantizaban influencia geopolítica. Además, los bombardeos israelíes en su territorio, en particular en octubre último, demolieron el escudo antiaéreo del régimen, exponiendo su vulnerabilidad a lo que se suma la furibunda intolerancia social de los iraníes contra los ayatollah.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, asisten al segundo día de la cumbre del G7 en Borgo Egnazia, Italia, el 14 de junio de 2024. Foto ReutersEl presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, asisten al segundo día de la cumbre del G7 en Borgo Egnazia, Italia, el 14 de junio de 2024. Foto Reuters

Nota de pie de página: recordemos que la dictadura siria cae, además, por el respaldo popular a la rebelión y de los propios militares que se negaron a combatir. Un aviso para los halcones iraníes encabezados por el líder supremo Ali Khamenei que perdieron de vista los beneficios del poder blando que proponía con mayor criterio el ala moderada de la revolución islámica. En una larga conversación en 2009 en Jerusalén el entonces presidente de Israel, Israel Shimon Peres, le dijo con acierto a este cronista que “hay muchos Irán, no todos son perversos”, y sospechaba que no sería con armas como se resolvería ese litigio.

sta observación importa porque, nuevamente, la ventana de oportunidad que visualizan Turquía, Israel o Estados Unidos por la derrota rusa, pero especialmente la de Irán en Siria, acelerará otros movimientos. Apremiada por su impotencia, la teocracia iraní se mira en el espejo de Corea del Norte, su socio junto a China y Rusia en el nuevo Este global, que después de que perfeccionó su arsenal nuclear logró un nivel de disuasión efectivo frente a sus enemigos occidentales.

La bomba nuclear

Irán puede sospechar que se han multiplicado las posibilidades de que Israel o Estados Unidos, particularmente con el regreso en enero de Donald Trump a la Casa Blanca, decidan destruir sus estructuras nucleares, o al menos debilitarlas al punto de una difícil reconstrucción. De modo que hay algo más que versiones sobre un aceleramiento del proceso de enriquecimiento de uranio para un rápido salto a la bomba. Una estrategia de escape hacia adelante que hace aún más posible la temida réplica.

Hace un puñado de días, el diplomático argentino Rafael Grossi, director del Organismo Internacional de Energía Atómica de la ONU, advirtió en una conferencia de seguridad en Bahrein, que Irán está incrementando sus reservas de uranio enriquecido a un escalón por debajo del nivel de pureza necesario para un arma nuclear.

El escritor y analista de inteligencia, Yossi Melman, comentó en el diario Haaretz que Grossi venía de visitar las dos principales instalaciones de enriquecimiento iraníes -Fordow y Natanz- fortificadas en galerías subterráneas, y pidió explicaciones y aclaraciones que no lo conformaron.

Según el organismo de la ONU, Irán acumula más de 100 kilogramos de uranio enriquecido al 60%, nivel innecesario para fines civiles, como pretexta el régimen. “En poco tiempo, cuestión de unas pocas semanas, Irán puede enriquecer el uranio al 90%, creando suficiente material fisionable para ensamblar cinco bombas”, afirma Melman.

No significa que vaya a suceder una guerra nuclear. Irán, más allá de sospechas, no ha hecho pruebas. No es sencillo armarse a estos niveles aun con el presumible auxilio norcoreano. De lo que se trata es de la posibilidad de hacerlo y lograrlo. Por eso el propio Grossi no descarta el riesgo de un ataque a Irán que lo desarme, sin que sepamos con claridad cómo reaccionarán sus aliados y la proyección que tendría ese conflicto en una región incendiada. Una bola de nieve que se suelta desde la frágil Siria.

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