La Argentina tiene hoy la misma productividad de 2006

La mirada hacia atrás no parece muy alentadora: son casi dos décadas perdidas. Hacia adelante, el gran desafío de Javier Milei es revertirlas, con todo lo que eso significa en un contexto global incierto. Los números hablan por sí solos: mientras parte del mundo y casi toda la región mejoraba, la Argentina tiene hoy exactamente el mismo nivel de productividad que en 2006. No hay dudas de que se trabajó mal o, al menos, no lo suficiente.

Productividad y competitividad son prácticamente lo mismo. Miden, en términos simples, la capacidad de producir la mayor cantidad de bienes y servicios al menor costo posible. “Y con mayor diferenciación”, agregan los empresarios. Varios informes económicos recientes coinciden en el punto de inflexión para el deterioro: 2011 o 2012, según el cálculo. El momento en que la Argentina inauguró el cepo cambiario. Dos años antes había perdido el equilibrio fiscal y el autoabastecimiento energético.

“Que el producto crezca menos que el empleo que lo produce denota pérdida de la productividad -afirma Jorge Colina-. En términos simples, en 2014, cada trabajador registrado en empresas privadas producía menos que en el 2004”.

Un trabajo del Ieral, de la Fundación Mediterránea, elaborado sobre datos del Indec y los ministerios de Economía y Capital Humano, lo explica en cifras: “En una medida simple, considerando la evolución del PBI por un lado, y del empleo (en sentido amplio) por el otro, se registra una merma de productividad superior al 15% entre 2011 y 2024. La productividad actual remite a los registros de 2006, casi 20 años atrás”.

Jorge Vasconcelos, jefe del departamento económico de ese instituto, agrega que la degradación se dio incluso en el sector más competitivo del país, el agropecuario. “Las retenciones a las exportaciones le quitaron al chacarero la posibilidad de reinvertir”, dice, y muestra una comparación demoledora: entre 2016 y 2024 Brasil pasó de producir 245 a 360 millones de toneladas de granos (+47%), y la Argentina, el granero del mundo, apenas de 121 a 126 millones (+4%). Todo dicho.

Al resto de los sectores les fue igual o peor. En la industria de los servicios del conocimiento, por ejemplo, que incluye desde las startups exitosas de la Argentina hasta consultoras que llevan contabilidad, administración, estudios de arquitectura, el cine o contenidos de espectáculos y software desarrollado por pymes, las exportaciones crecieron entre 2010 y 2023 muy poco en relación con el comportamiento en naciones que se dedicaban a lo mismo: de US$5300 millones a US$7800 millones. En el mismo lapso, por caso, según datos de la OMC y Argenconomics, Rumania, que exportaba US$4200 millones, las multiplicó a US$18.400 millones. La Argentina cayó entonces en términos relativos: exportaba en 2010 un 0,37% del mundo y bajó al 0,21% en 2023. Rumania, en cambio, subió del 0,30% al 0,50% su participación.

Entre 2016 y 2024 Brasil pasó de producir 245 a 360 millones de toneladas de granos (+47%), y la Argentina, el granero del mundo, apenas de 121 a 126 millones (+4%)

Cualquiera que haya seguido la evolución de los sectores podría decir que esto no le parece una novedad. Un informe de Jorge Colina, jefe del Instituto para el Desarrollo (Idesa), hace una distinción bastante similar a la del Ieral entre esos dos períodos: el que denomina “los mejores últimos años de la economía” del país, entre 2004 y 2014, versus el que vino después.

Durante aquel primer período, dice Colina, el valor agregado bruto de la Argentina creció 43%. Pero ya entonces, apunta, se notaba la caída en la competitividad porque el empleo privado se expandía en simultáneo por arriba de esos niveles, en 55%. Es decir que, en términos relativos, se necesitaba más gente para hacer menos. “Que el producto crezca menos que el empleo que lo produce denota pérdida de la productividad -afirma-. En términos simples, en el 2014, cada trabajador registrado en empresas privadas producía menos que en 2004”.

La Argentina dejó de invertir lo necesario para reponer el capital

Pero lo peor vino después. Cuando, ironía semántica, el kirchnerismo empezaba a hablar de “década ganada”: entre 2014 y 2024, indica Colina, el valor agregado bruto de la Argentina no sólo no creció, sino que cayó un 1%”. Lo que se conoce como estancamiento. Mientras tanto, el empleo privado se expandía 4%, y el público, 20%.

La clave de todo es que la Argentina dejó de invertir lo necesario para reponer el capital. Por eso algunos analistas culpan al cepo. Otro informe del Ieral elaborado sobre datos del Indec muestra que la tasa de inversión en máquinas y equipos, que era en 2007 del 9,2% del PBI, estaba en 7,6% el año pasado.

La excepción de todo parece ser Vaca Muerta. Ahí, según un relevamiento de Invertir en Bolsa, los costos de extracción se desplomaron. Por ejemplo los de Vista, la petrolera de Miguel Galuccio, que eran de US$17,3 por barril de petróleo equivalente en el primer trimestre de 2018 y quedaron en US$4,7 en el tercer trimestre del año pasado. Y algo parecido le ocurrió a Pan American Energy, de los Bulgheroni: el costo de extracción, que llegaba a US$9,1 por barril en el segundo trimestre de 2019, se ubicó en US$6 en el tercer trimestre de 2024.

La excepción de todo parece ser Vaca Muerta. Ahí, según un relevamiento de Invertir en Bolsa, los costos de extracción se desplomaron

¿Cómo extender esas destrezas a toda la economía? He ahí el trabajo que tiene por delante el Gobierno. Si, como dice, cumple su promesa de no caer en el atajo de la devaluación para suplir las deficiencias, es probable que quienes no consigan adaptarse tengan que dedicarse a otra cosa. La alternativa también está en manos de Milei: bajar impuestos para evitar lo de siempre, que el Estado sea parte del problema.

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