Julio Argentino Roca: su rivalidad con Alsina, sus críticas a la guerra contra el indio y su plan al que nadie prestaba atenciónPor Adrián Pignatelli

El viaje de la provincia de San Juan a la ciudad de Buenos Aires fue, para Julio A. Roca, 35 años, comandante de la frontera sur en la provincia de Córdoba, un verdadero martirio. Lo que comenzó como un simple malestar, se transformó en una fiebre tifoidea contraída en alguna de las postas donde se consumía agua de dudosísima calidad. Durante toda la travesía, estuvo atacado por fuertes descomposturas, terribles jaquecas, fiebre alta y desmayos. Ante sus acompañantes minimizó el cuadro pero en su fuero íntimo creyó que no la contaría, y que seguiría los pasos del que iba a reemplazar, el reciente finado Adolfo Alsina, ministro de Guerra.

Con Adolfo Alsina no se llevaban mal pero tampoco bien. Nacido en Buenos Aires el 4 de enero de 1829, Alsina era nieto de Manuel Vicente Maza -asesinado en 1839 cuando pedía clemencia por su hijo involucrado en un complot contra Rosas- y su padre era el político Valentín Alsina, quien lo influenció en la causa de la defensa de la autonomía de la provincia de Buenos Aires. Durante el gobierno de Rosas, su familia se exilió en Montevideo. Con Rosas ya derrocado, Alsina inició su carrera política en las luchas que Buenos Aires sostuvo contra la Confederación.

Peleó en las batallas de Cepeda y de Pavón. Luego, una vez reincorporada Buenos Aires a la Confederación en 1862, fue electo diputado nacional, y como tal se opuso a la federalización de Buenos Aires, motivo por el cual creó el Partido Autonomista, y entre 1866 y 1868 ejerció la gobernación de la Provincia de Buenos Aires. Era de gran predicamento entre las clases más bajas y también entre los intelectuales y los estudiantes, y era común que entrase y saliera de su domicilio escondido por la cantidad de gente que siempre lo esperaba.

El joven Roca estaba en la vereda de enfrente de la estrategia puramente defensiva que el experimentado político aplicaba contra el indígena y los malones. Y el militar estallaba de indignación cuando le mencionaban la famosa zanja, de unos 370 kilómetros de extensión, con la que el gobierno esperaba frenar las invasiones indígenas y que éstos, en sus incursiones, sorteaban sin problemas. “Esa zanja es un disparate”, repetía Roca.

Alsina creía que con el establecimiento de una línea de fortines bien equipados y defendidos y conectados entre sí por el telégrafo, más la zanja en cuestión, era más que suficiente para tener a raya a los malones indígenas.

Roca tenía un plan más agresivo, que era el de desalojar a los naturales del territorio al norte de los ríos Negro y Neuquén, adelantar la frontera, y asegurar los pasos de Choele Choel, Chichinal y Confluencia.

Sentía que predicaba en el desierto porque tenía su propio plan con el que, aseguraba que terminaría con los malones, recuperaría miles de hectáreas en una campaña de un año. Y asunto concluido.

Félix Luna, en su novela basada en hechos reales “Soy Roca” le hizo contar cómo se le había ocurrido su idea. Una noche de invierno de 1873 en el Hotel de France, de Río Cuarto, cuando veía cómo la cocinera estiraba la masa con un palote para amasar tallarines. Así, de pronto, se imaginó su campaña: un rodillo al que haría rodar por el territorio dominado por el indio. Al que primero expuso su plan fue al propio Alsina quien, tirando su cabeza hacia atrás, largó una estruendosa carcajada.

Roca sabía que el asunto era demasiado serio y que se necesitaba un cambio de timón para solucionarlo. A fines de 1875 un malón había asolado Tandil y al año siguiente los caciques Namuncurá, Renquecurá, Catriel, Coliqueo y Pincén tuvieron a maltraer a los poblados del centro y oeste de la provincia de Buenos Aires.

Ministro Roca

El presidente Nicolás Avellaneda, su coprovinciano, apoyó a su ministro, quien caminaba con pies de plomo porque no quería meter la pata y que ningún error le impidiese llegar, en lo que sería su tercer intento, a la presidencia de la nación.

Porque el que se quema con leche cuando ve una vaca llora: quiso ser presidente en 1868 pero la alianza de Mitre con Sarmiento lo obligó a conformarse con ser el vice del sanjuanino, quien para colmo lo ninguneó durante toda la gestión. Luego intentó serlo en 1874, pero a último momento retiró su candidatura, asumiendo la cartera de Guerra y Marina luego de arreglar con Avellaneda la fundación del Partido Autonomista Nacional cuando se unió el partido Autonomista del primero con el Nacional del segundo.

Ahora no cometería más errores, más aún cuando el presidente Avellaneda había pactado con los belicosos mitristas, a quienes les había prometido la provincia de Buenos Aires y dejar el camino libre a la primera magistratura a Alsina. Todo cerraba.

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