“La sociedad argentina y los empresarios no están acostumbrados a procesos de competencia. Las economías más avanzadas tuvieron políticas pro-competitivas desde la década del 80 en adelante, incluso antes. Argentina no, y lo pagó.”, dice el economista Diego Petrecolla, especialista en desarrollo, regulación y crecimiento, quien advierte por las décadas de estancamiento y falta de apertura en el país. Mientras destaca las reformas micro impulsadas por el ministro Federico Sturzenegger, advierte por la “tendencia” de la apreciación cambiaria y los problemas de acumulación de reservas.
-¿Qué diagnóstico tiene de la economía hoy?
-Hace 12 años que la Argentina no crece. El PBI per cápita en los últimos 12 años cayó 1% por año en promedio. Son señales muy negativas. La pobreza aumentó mucho, empeoró la distribución del ingreso; todas las variables económicas que recibió este gobierno eran muy malas. En estas condiciones, el Gobierno hizo una tarea muy razonable, logrando equilibrio fiscal e iniciando un proceso de desregulación de la economía y de introducción de competencia. Eso es positivo.
-¿Y hacia adelante?
-Creo que la economía este año va a crecer y en 2026 también, pero sería muy cuidadoso con eso, porque eso es básicamente rebote. Si la economía argentina hace 12 años que no crece, no podemos llamar a eso desarrollo económico. A la salida de la crisis del 2001-2002, el gobierno de esa época y el gobierno de Kirchner también hablaba maravillas de cómo había salido de la crisis, y era básicamente rebote. Creo que estamos en situación similar. Lo importante es saber cómo se mantiene esto en el tiempo. Y para eso es muy importante mantener el equilibrio fiscal y avanzar en el proceso de reformas estructurales, para que en unos años podamos hablar no de rebote, sino de desarrollo económico en serio.
-¿Qué implicaría ese desarrollo?
-Hay un premio Nobel de Economía que se llama James Tobin, de la década del ‘70. Él decía que a los gobiernos hay que evaluarlos por su capacidad para reducir la pobreza. Y a mí esa frase me marcó. De eso estamos hablando: necesitamos reducir la pobreza.
-El Gobierno podría decir que la pobreza bajó en su primer año.
-Sí, pero eso es coyuntural. Estoy hablando de pobreza estructural. En la década del ‘70 la pobreza alcanzaba el 6% de la población. Hoy estamos hablando de arriba del 30 y pico, casi 40%. En los últimos 50 o 70 años, la pobreza aumentó mucho. Yo estoy hablando de reducir la pobreza de manera significativa y permanente. Cuando bajás la inflación, automáticamente baja la pobreza, porque hay mucha gente que está al mismo nivel de la línea y automáticamente pasa apenitas por encima. Y viceversa, si aumenta la inflación, un montón de gente queda por debajo. Pero eso es pobreza coyuntural, yo estoy hablando de pobreza estructural. Y lo importante es que la economía se recupere para reducir la pobreza. Si no, no sirve. Si no mejora la distribución del ingreso, no sé si es tan interesante el crecimiento económico.
-¿Y qué falta?
-Que se arregle la macro es condición necesaria, pero no es suficiente. Si uno no hace las reformas estructurales, no vas a crecer de manera sostenida. Para que esto sea así, se tiene que consolidar el equilibrio fiscal. El gobierno está determinado a que así sea. Y hay que consolidar las reformas, las que se iniciaron y las que todavía no se iniciaron.
-El presidente suele decir que no le importa la distribución, que le importa ser evaluado por el crecimiento.
-Yo entiendo que él tenga su postura. La postura que tenemos la mayoría de los economistas en el mundo desarrollado apunta a que los objetivos de política económica son dos: crecimiento económico y reducción de la pobreza, y si querés, de la mano de la reducción de la pobreza, mejora en la distribución del ingreso. Así es como enfocan su política económica la mayoría de los países avanzados del mundo. Y vuelvo a la frase de Tobin. Es un economista norteamericano de la década del ‘70. No es comunista. Es norteamericano.
-¿Cómo es el mediano plazo?
-Lo importante es seguir monitoreando el equilibrio fiscal y el avance de las reformas estructurales. Y después, el tema que se está discutiendo ahora es el atraso cambiario. No estoy tan preocupado por el nivel de atraso cambiario en este momento, pero sí por la tendencia. Si la tendencia persiste, es un llamado de alerta para el gobierno.
-¿En qué sentido? ¿Qué variables mira?
-El atraso cambiario tiene un impacto directo en el comercio exterior y en la acumulación de reservas. Y también en la competitividad de la economía argentina. Por supuesto que hay que avanzar en las reformas estructurales, impositivas, que son todas variables que influyen en la competitividad de la economía, no es solo el atraso cambiario, pero tampoco influyen solamente las reformas estructurales y la cuestión impositiva. La dinámica de las reservas también es un llamado de alerta. De hecho, uno de los motivos por el cual no está saliendo del cepo es justamente por falta de reservas.
-En general, episodios de atraso cambiario terminaron en problemas. ¿Por qué esta vez sería diferente?
-Es cierto. Una de las variables que impulsó de manera significativa el fracaso de la Convertibilidad fue el atraso cambiario. El gobierno de Macri tuvo el mismo problema. El de Cristina también, con la devaluación de Kicillof cuando era ministro. Si el atraso cambiario continuara, no hay nada que indique que no vaya a haber algún proceso devaluatorio importante más adelante, pero para que eso tenga el menor impacto negativo posible, es importante que se mantenga el equilibrio fiscal y el proceso de reformas.
-¿Qué análisis hace de las reformas micro?
-La productividad per cápita en los últimos dos años cayó 1% por año. Que caiga el PBI per cápita tiene impacto social, porque cae el bienestar de los argentinos, y también es un proxy de la productividad. Argentina tuvo un deterioro social muy importante en los últimos 15 años y un deterioro en la productividad equivalente.
-¿Hay mejoras? ¿Qué puede hacer el Estado?
-Creo que el ministro Sturzenegger está haciendo una tarea muy importante en ese tema, desregulando mercados que tienen todavía regulaciones ridículas, que justamente afectaban la productividad de los sectores. Lo de Sturzenegger es para destacar, y eso hay que profundizarlo. Hay que promover la competencia en todos los sectores donde la tecnología lo permita, y donde la tecnología no lo permita, básicamente los monopolios naturales, tiene que haber una regulación directa del Estado. Para mí el rol del Estado es ese: promover la competencia en todos los sectores donde es tecnológicamente posible. Y donde las mejoras tecnológicas permitan desregular los monopolios naturales, permitirlo, por ejemplo, las telecomunicaciones o el transporte. El avance tecnológico en muchos sectores de la economía en las últimas décadas es impresionante, como en el sector financiero o las telecomunicaciones. Esos avances hay que promoverlos y no obstaculizarlos, como hicieron gobiernos anteriores.
-¿Cómo?
-Con regulaciones. En todos los sectores de la economía, el kirchnerismo lo único que hizo fue poner regulación tras regulación a nivel nacional, provincial y municipal, y afectaron la productividad de la economía argentina significativamente. Nos puso muy lejos de la frontera de producción, y una de las primeras cosas que aprendimos en la economía es que tenemos que estar en la frontera de las posibilidades de producción. Este gobierno nos está acercando, y el proceso no tiene que detenerse.
-¿Cómo conviven las reformas con la transformación de la economía? ¿Puede haber un impacto en esa transición?
-La economía argentina está muy retrasada tecnológicamente en muchos sectores, y creo que el grado de avance tiene que ser importante. Sturzenegger no se tiene que detener en el proceso de desregulación. Hace más de 50 años que Argentina no se subió a ese tren. Las economías más avanzadas tuvieron políticas pro-competitivas desde la década del 80 en adelante, incluso antes. Argentina no, y lo pagó. Si me decís que el atraso cambiario puede poner a las empresas argentinas en desventaja, sí puede. Pero eso no quiere decir que haya que protegerlas. Tienen que estar sometidas al proceso de competencia. En todo caso, las reformas regulatorias van a bajar costos, mejorar la productividad y van a permitir competir en igualdad de condiciones. Ahora, por supuesto, si el atraso cambiario se profundiza mucho, eso sí las va a poner en una situación de desventaja frente al comercio internacional.
-¿Están las empresas preparadas?
-Yo diría que la sociedad argentina no está educada en el proceso de promover y defender la competencia. Argentina es una economía cerrada. Siempre lo fue. Salvo pequeños episodios, como en el primer gobierno de Menem o en el gobierno de Macri un poquito, no mucho. La sociedad no está acostumbrada, y los empresarios tampoco. Si por algo se destacan los viejos empresarios argentinos es por la búsqueda permanente de protección y de rentas monopólicas o cuatrimonopólicas, protegidos de la competencia. Esto se ve en prácticamente todos los sectores de la economía: insumos industriales, bienes de consumo masivo, servicios. Creo que el empresariado argentino fue cómplice, en general, no estoy hablando de casos particulares, del retraso de la economía argentina.
-¿Cuál es el rol de las instituciones de competencia?
-En los países avanzados, las autoridades de defensa de la competencia primero son independientes. Son organismos técnicos e independientes del poder político de turno y del sector privado. Eso en Argentina eso nunca fue cierto. Por más que la ley así lo establece, ningún gobierno llamó a concurso para formar el organismo independiente encargado de aplicar la legislación de competencia. En los países avanzados tienen como instrumentos la sanción de conductas anticompetitivas, básicamente comportamientos cartelizados o abusos de posición dominante, el control de funciones y adquisiciones y la promoción de la competencia. En Argentina lamentablemente nuestra autoridad de defensa de la competencia es la misma que se instauró en 1980, durante el gobierno militar, que es la Secretaría de Comercio apoyada por la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia, que hace un dictamen no vinculante. La ley de 1999 ya establecía que tenía que haber una autoridad de defensa de la competencia independiente. La ley de 2018 también. Ningún gobierno hasta ahora formó este tribunal independiente. Esperemos que este gobierno lo haga. Ese tribunal va a tener un rol muy importante una vez que el ministro Sturzenegger termine con las reformas regulatorias, porque es solamente para administrar el flujo de problemas, pero acá tenemos un stock grande de problemas para desarmar.
-¿Por qué no se hizo?
-Hay dos cuestiones. Una política: a los gobiernos les cuesta tener organismos independientes, de hecho, todavía no tenemos un Banco Central independiente, menos probable va a ser que tengamos un organismo de defensa de la competencia independiente. Y les gusta sobre todo por el control de fusiones. Y dos, por lobby de las empresas. También les conviene no tener un organismo independiente que los analice técnicamente y no políticamente. En Argentina está acostumbrada la política y los empresarios a tener un espacio de negociación. Y las economías avanzadas han mostrado que este instrumento de la política económica tan importante como la política monetaria, la política fiscal o la de comercio exterior.
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