Guillermo Francella cumple 70 años: 10 hitos del actor que se reinventó con hambre de gloria Por Sebastián Volterri
La pasión por la actuación ardía en su interior mucho antes de que el mundo supiera su nombre. Desde muy chico, Guillermo Francella supo que su destino estaba ligado al escenario, a las cámaras, a esa adrenalina única que genera el arte de interpretar. No había lógica ni razón que pudiera detenerlo. Era 1972 cuando, recién salido del colegio, se confabuló con un grupo de amigos para dar su primer gran paso en el mundo del teatro. Encontraron la comedia Charlatanes, de Julio Escobar, la ensayaron con devoción durante tres largos meses y, finalmente, la representaron en dos intensas noches que marcaron su vida para siempre. No había vuelta atrás: la actuación lo había conquistado.
Ese fervor lo llevó a estudiar con la legendaria Alejandra Boero, maestra de maestros, y a sumergirse en el mundo del cine como extra en Los caballeros de la cama redonda (1973), la película que inauguró la era dorada del humor de Alberto Olmedo y Jorge Porcel. La televisión también le abrió las puertas: comerciales, papeles secundarios y pequeños pasos que, sin saberlo, lo estaban encaminando a un futuro brillante. En 1980 debutó en Los hermanos Torterolo, luego llegó Historia de un trepador, y en 1983, su rostro comenzó a hacerse familiar en Matrimonios y algo más, un clásico de la época. Y fue posterior a eso que comenzaría el torbellino, los proyectos que elevaron su nombre.
Un 6 de febrero de 1986 el cine argentino sumaba un nuevo hito con el estreno de Brigada Explosiva, una película que no solo daría inicio a una de las sagas más queridas por el público, sino que también se ganaría un lugar de honor en la historia de la comedia nacional.
No hubo pruebas de casting. Carlos Mentasti tenía una certeza absoluta: sabía exactamente qué quería y apostó a una fórmula que ya había conquistado a la audiencia televisiva. El elenco se armó con los rostros más populares del momento, asegurando el éxito antes de que las cámaras comenzaran a rodar.
El resultado fue un verdadero desfile de figuras icónicas. Además, del elenco principal –Emilio Disi, Gino Renni, Alberto Fernández de Rosa y Berugo Carámbula– Norman Erlich brilló como el temible Cicatriz, el villano que dejó su marca en la pantalla grande. A su lado, un joven y carismático Guillermo Francella, en el papel de Pelícano, ya comenzaba a demostrar ese carisma inconfundible que lo convertiría en una leyenda del cine y la televisión argentina.
El programa que conquistó Canal 13 en 1988, fue mucho más que un éxito televisivo: fue el trampolín definitivo para Guillermo, quien con su inolvidable personaje de Ricardo Rípoli se metió en el corazón de los argentinos y construyó una popularidad que no dejó de crecer con los años.
Lo que pocos saben es que la historia de este carismático carnicero tenía raíces más profundas. Seis años antes, Francella ya había dado vida a un personaje similar en Todos los días la misma historia, una ficción con guiones de Rodolfo Ledo y producción de Rodolfo Hoppe. Su papel era el de un carnicero que ingresaba a una casa y se enamoraba de la empleada. El personaje fue un verdadero hallazgo y dejó una huella imborrable en los creadores.
El tiempo pasó, pero Ricardo Rípoli no quedó en el olvido. Ledo y Hoppe decidieron darle su propio universo y presentaron el proyecto a Canal 13. La idea encantó, el canal dio luz verde y así nació la comedia que se convertiría en un fenómeno de audiencia y marcaría el despegue definitivo de Francella.
El reconocimiento no tardó en llegar: la serie cosechó varios premios y le valió su primer Martín Fierro como mejor actor de comedia.
Todo comienza con una premisa tan absurda como genial: dos legendarios excombatientes de Vietnam llegan en barco a Buenos Aires. Pero, en un giro inesperado, son envenenados y los personajes de Guillermo Francella y Emilio Disi, dos simpáticos marineros sin rumbo fijo, deciden vestirse con los uniformes de estos soldados para sacarse unas fotos… sin imaginar que este inocente juego cambiaría sus vidas para siempre.
La confusión no tarda en desatar el caos: son tomados por los verdaderos guerreros y sometidos a un brutal entrenamiento militar. Lo que sigue es un festival de acción y carcajadas en el que estos dos personajes, convertidos en Rambos tan torpes como entrañables, deben enfrentarse a los más insólitos y peligrosos enemigos.
Más que una simple comedia, se transformó en un emblema del cine humorístico nacional, un fenómeno que traspasó generaciones y sigue despertando nostalgia en quienes crecieron viendo las aventuras de este dúo explosivo.
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