CIUDAD DE GAZA. – Los habitantes de la Franja de Gaza criticaron el plan del presidente estadounidense, Donald Trump, de tomar el control del enclave y reasentar a los palestinos en otros lugares, y prometieron nunca abandonar las ruinas de sus hogares en el enclave costero que Trump quiere convertir en una “riviera de Medio Oriente”.
“Trump puede irse al infierno con sus ideas, su dinero y sus creencias. Nosotros no iremos a ninguna parte. No somos parte de sus activos”, dijo Samir Abu Basel en la Ciudad de Gaza.
“Si quiere resolver este conflicto, debería llevarse a los israelíes y ponerlos en uno de los estados [de Estados Unidos]. Ellos son los extranjeros, no los palestinos. Nosotros somos los dueños de la tierra”, agregó este padre de cinco hijos, que ha sido desplazado de su casa cerca de Jabalia, en el extremo norte de la franja.
Trump dijo que imaginaba construir un complejo turístico donde las comunidades internacionales pudieran vivir después de más de 15 meses de bombardeos israelíes que devastaron el pequeño enclave costero y mataron a más de 47.000 personas, según los recuentos palestinos. La ofensiva israelí contra objetivos de Hamas se produjo luego del sangriento ataque del grupo terrorista del 7 de octubre de 2023, cuando mató a 1210 israelíes y secuestró a 250 personas, varias de ellas que siguen como rehenes en la franja.
Los residentes de Gaza dijeron que después de que la guerra y las bombas no lograron expulsarlos de Gaza, Trump no lograría hacerlo.
“Habló con mucha arrogancia… puede ponernos a prueba y pronto descubrirá que sus fantasías no funcionan con nosotros”, dijo Abu Basel.
Mientras se desataba la guerra de Gaza, los palestinos temían sufrir otra “Nakba” o catástrofe, el momento en que cientos de miles de personas fueron desposeídas de sus hogares durante la guerra árabe-israelí que condujo a la creación del Estado de Israel en 1948.
Después de la guerra, Israel se negó a permitirles regresar porque ello habría dado lugar a una mayoría palestina dentro de sus fronteras. En cambio, se convirtieron en una comunidad de refugiados aparentemente permanente que ahora cuenta con unos 6 millones de personas, la mayoría de las cuales vive en campamentos de refugiados urbanos similares a barrios marginales en el Líbano, Siria, Jordania y Cisjordania ocupada por Israel.
En Gaza, los refugiados y sus descendientes representan alrededor de tres cuartas partes de la población.
El rechazo de Israel a lo que los palestinos afirman que es su derecho a regresar a sus hogares de 1948 ha sido un motivo de queja central en el conflicto y una de las cuestiones más espinosas en las conversaciones de paz que fracasaron por última vez hace 15 años. Los campos de refugiados siempre han sido los principales bastiones de la militancia palestina.
Ahora, muchos palestinos temen que su dolorosa historia se repita en una escala aún más cataclísmica.
En los últimos días, en toda Gaza, los palestinos han cargado sus autos y carretas tiradas por burros o han salido a pie para visitar sus casas destruidas tras el cese del fuego en la guerra entre Israel y Hamas, que entró en vigor el 19 de enero. Las imágenes de varias rondas de evacuaciones masivas a lo largo de la guerra (y de su marcha de regreso al norte a pie) son sorprendentemente similares a las fotografías en blanco y negro de 1948.
“No abandonaremos nuestras zonas, no permitiremos una segunda Nakba. Hemos educado a nuestros hijos enseñándoles que no pueden abandonar sus hogares y que no pueden permitir una segunda Nakba”, dijo Um Tamer Jamal, de 65 años y madre de seis hijos.
“[Trump] está loco. No abandonamos Gaza bajo los bombardeos y el hambre, ¿cómo pretende expulsarnos? No vamos a ir a ninguna parte”, agregó.
Mustafa al-Gazzar, de 80 años, recordó en 2024 la huida de meses de su familia desde su aldea en lo que hoy es el centro de Israel hasta la ciudad sureña de Rafah, fronteriza con Egipto, cuando tenía 5 años. En un momento fueron bombardeados desde el aire; en otro, cavaron hoyos debajo de un árbol para dormir y entrar en calor.
Al-Gazzar, que ya es bisabuelo, se vio obligado a huir de nuevo durante la guerra, esta vez a una carpa en Muwasi, una zona costera desolada donde viven unos 450.000 palestinos en un campamento precario. Según dijo, las condiciones eran peores que en 1948, cuando la agencia de la ONU para los refugiados palestinos podía proporcionarles regularmente alimentos y otros artículos básicos.
“Mi esperanza en 1948 era regresar, pero mi esperanza hoy es sobrevivir”, dijo.
La guerra en Gaza, que se desencadenó con el brutal ataque de Hamas contra Israel el 7 de octubre, mató a más de 47.000 palestinos, según funcionarios sanitarios locales, lo que la convierte en la ronda de combates más mortífera de la historia del conflicto. El ataque inicial de Hamas mató a unos 1200 israelíes.
La guerra obligó a unos 1,7 millones de palestinos —alrededor de tres cuartas partes de la población del territorio— a huir de sus hogares, a menudo varias veces. Esa cifra es mucho más del doble de la de los que huyeron antes y durante la guerra de 1948.
Israel cerró su frontera y Egipto sólo permite la salida de un pequeño número de palestinos, en parte porque teme que una afluencia masiva de palestinos pueda generar otra crisis de refugiados a largo plazo.
La comunidad internacional se opone firmemente a cualquier expulsión masiva de palestinos de Gaza, una idea adoptada por miembros de extrema derecha del gobierno israelí, que la califican de “emigración voluntaria”.
Israel lleva mucho tiempo pidiendo que los refugiados de 1948 sean absorbidos por los países de recepción, afirmando que las peticiones de su retorno son poco realistas y pondrían en peligro su existencia como Estado de mayoría judía. Señala a los cientos de miles de judíos que llegaron a Israel desde países árabes durante los disturbios que siguieron a su creación, aunque pocos de ellos quieren regresar.
Incluso si no se expulsa a los palestinos de Gaza en masa, muchos temen que nunca podrán regresar a sus hogares o que la destrucción causada en el territorio hará imposible vivir allí. Según una estimación de la ONU, se tardaría hasta 2040 en reconstruir las viviendas destruidas.
Las milicias que participaron en la guerra de 1948 contra los ejércitos de las naciones árabes vecinas estaban armadas principalmente con armas ligeras, como fusiles, ametralladoras y morteros. Cientos de aldeas palestinas despobladas fueron demolidas después de la guerra, mientras que los israelíes se instalaron en casas palestinas en Jerusalén, Jaffa y otras ciudades.
En Gaza, Israel desató una de las campañas militares más letales y destructivas de la historia reciente, en la que en ocasiones lanzó bombas de 900 kilos sobre zonas residenciales densamente pobladas. Barrios enteros han quedado reducidos a páramos de escombros y carreteras destrozadas, muchas de ellas sembradas de bombas sin explotar.
Yara Asi, profesora adjunta palestina de la Universidad de Florida Central que ha investigado los daños causados a la infraestructura civil durante la guerra, dice que es “extremadamente difícil” imaginar el tipo de esfuerzo internacional que sería necesario para reconstruir Gaza.
Incluso antes de la guerra, muchos palestinos hablaban de una Nakba en curso, en la que Israel los obliga gradualmente a salir de Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental, territorios que capturó durante la guerra de 1967 y que los palestinos quieren para un futuro Estado. Señalan demoliciones de viviendas, construcción de asentamientos y otras políticas discriminatorias que son anteriores a la guerra y que importantes grupos de derechos humanos afirman que constituyen apartheid, acusaciones que Israel niega.
Asi y otros temen que si ocurre otra Nakba auténtica, será en la forma de una salida gradual. “En algunos casos no se llamará desplazamiento forzoso, se llamará emigración o se llamará de otra manera”, dijo. “Pero, en esencia, se trata de personas que desean quedarse, que han hecho todo lo posible para permanecer durante generaciones en condiciones imposibles, llegando finalmente a un punto en el que la vida simplemente no es vivible”.
Agencias Reuters y AP
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