Francisco y Milei, un año de una relación ambivalente, tensiones y nuevos interlocutoresPor Federico Mayol

Javier Milei tiene previsto aterrizar el viernes en Roma, en una visita fugaz de menos de 48 horas, invitado por su aliada Giorgia Meloni para participar de un festival juvenil que se llevará a cabo en la capital italiana, y, de no mediar imprevistos, en la noche del sábado ya estará otra vez arriba del avión para regresar a Buenos Aires. Al día siguiente, Francisco volará a Córcega, la cuarta isla más grande del Mar Mediterráneo que nunca tuvo una visita papal: estará solo doce horas junto a obispos italianos, franceses y españoles en una conferencia organizada por la diócesis de Ajaccio. El martes, el Papa festejará sus 88 años en Santa Marta.

Será tan exprés la gira de Milei, en el marco del sexto encuentro que tendrá con la primera ministra italiana desde que es presidente -se vieron hace pocas semanas en nuestro país y exhibieron la cercanísima relación política e ideológica que los une-, que el Gobierno no hizo ningún pedido formal de audiencia para intentar concretar un encuentro con el Papa. Suena lógico: la visita es muy breve y Francisco, se sabe, no es muy adepto a que lo visiten de pasada, como una especie de escala cuando en realidad el verdadero motivo del viaje es otro.

Lo cierto es que en Roma y en Buenos Aires también se sabe que, a un año del desembarco del libertario en la Casa Rosada, el vínculo entre Francisco y Milei no pasa por su mejor momento. Ya no se trata de la evidente animadversión que el propio presidente manifestó durante la campaña, cuando lo acusó de ser “el representante del maligno en la Tierra” o de ser condescendiente con “dictaduras sangrientas” y con “comunistas asesinos”, entre otros severos reproches. En febrero, cuando el Papa lo recibió por primera vez en el Vaticano durante una hora, dejaron de lado esas rencillas y se fotografiaron sonrientes después de un intercambio telefónico que mantuvieron tras el triunfo del economista, antes de asumir, por una gestión del oftalmólogo papal.

Ahora, no se trata de eso, pero las diferencias son notorias. Por el rumbo de la gestión presidencial, por la crisis social y por la posición del Gobierno, por ejemplo, en el conflicto en Medio Oriente. En Casa Rosada no acusaron recibo. Por el contrario, por algunos movimientos de estas últimas semanas, para Milei, la relación con el Vaticano no figura al tope de su agenda de prioridades.

En ese contexto, el posible regreso papal a la Argentina, una hipótesis recurrente desde que se instaló definitivamente en Roma, en el 2013, empezó a perder fuerza en estos meses, más allá del deseo que el Papa declaró en reiteradas oportunidades. Tal como publicó este medio hace diez días, la renovación del pasaporte argentino por parte del pontífice despertó, falsamente, la ilusión de algunos curiosos.

Hace quince días, en el acto por el 40° aniversario del Tratado de Paz entre Argentina y Chile, Milei dejó en evidencia que, para su gobierno, el vínculo con el Papa no ocuparía un lugar relevante. Ya había confirmado la participación del canciller Gerardo Werthein en la audiencia que se celebró el lunes 25 de noviembre en Roma cuando, furioso por un altercado diplomático con su par Gabriel Boric en la cumbre del G20 en Río de Janeiro, Brasil, del que no trascendieron detalles, le ordenó al ministro que no viajara a la capital italiana, y que el país esté solo representado por Pablo Beltramino, el embajador ante la Santa Sede.

Cuentan que, días antes de esa celebración, y convocado por Werthein en su oficina de la Cancillería para conocer de primera mano los motivos del faltazo, el embajador chileno en la Argentina salió sorprendido de esa reunión. A diferencia de nuestro país, Chile sí envió una nutrida comitiva que incluyó al canciller, a funcionarios del Congreso y al delegado del país trasandino en Buenos Aires.

La decisión del gobierno argentino cayó muy mal en el Vaticano, en donde se siguen con atención hasta los más mínimos detalles. Tampoco se recibió con satisfacción que ningún representante diplomático se haya acercado, con posterioridad a esa audiencia, a la presentación de La Crucifixión Blanca, la obra célebre del pintor bielorruso Marc Chagall que será exhibida en la capital italiana hasta fines de enero con motivo del Jubileo 2025, y que representa la persecución y el sufrimiento del pueblo judío. Ese cuadro tiene un valor especial para Francisco: es su preferido.

En junio, con la excusa de la cumbre del G7 que tuvo lugar en la exquisita región de Apulia, en las costas del Mar Adriático, Francisco y Milei intercambiaron un saludo cálido y divertido, de apenas un puñado de segundos. Otra vez, como en el encuentro de febrero que el Papa lo extendió por una hora como señal de cooperación en los primeros meses de gobierno y para conocer más en profundidad el pensamiento de un dirigente extravagante con el que tiene escasísimas coincidencias, ambos sonrieron. No se volvieron a ver, y las señales de este segundo semestre del año entre Roma y Buenos Aires no fueron precisamente de consenso. Más bien lo contrario.

Sin embargo, uno de los mensajes más directos y contundentes del pontífice fue en septiembre, en el décimo aniversario del primer encuentro de los Movimientos Populares en el Vaticano, sentado al lado de Juan Grabois, un acérrimo opositor al Gobierno: habló de “Justicia social” y criticó en durísimos términos el protocolo anti-piquetes de Patricia Bullrich. En el medio, hubo una serie de votaciones del país en Naciones Unidas y en foros vinculados, por ejemplo, con el cambio climático que colisionaron con la postura histórica del Vaticano.

Para esa altura, Francisco Sánchez, que asumió la secretaría de Culto con una batería de viejos posteos en las redes sociales con agravios directos contra el Papa -una designación que no fue del agrado de la Iglesia-, ya había dejado su cargo. Lo reemplazó Nahuel Sotelo, que reporta a Santiago Caputo, y que intentó un acercamiento con la Iglesia, por ahora sin demasiados logros. Su pareja es una conocida influencer del mundillo católico.

Tras el desplante del Gobierno en la ceremonia compartida con Chile, mientras la tensión seguía in crescendo, Milei ensayó entonces un acercamiento. Lo hizo a través de Sebastián Pareja, un funcionario cercano al presidente pero de extrema confianza de su hermana Karina que tiene a su cargo el armado bonaerense de La Libertad Avanza. De San Lorenzo, como el Papa, mucho más político que muchos de sus colegas, Pareja fue recibido la semana pasada en Roma por Francisco, que lo espero en un lugar especial: en el segundo piso de Santa Marta, en la antesala de su habitación, donde no recibe a cualquiera.

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