En Brasil juzgan que Trump ve a América Latina como un «peso» y no como una buena oportunidad de conquistar aliados
En Brasil no dudan que la estrategia de Donald Trump para América Latina, en estos 9 días iniciales como jefe de la Casa Blanca, es una “política arrogante” como acaba de señalar, con notable precisión, el periodista y analista Andrés Oppenheimer.
Sobran las causas para definirla de ese modo, tanto por sus declaraciones como por los hechos: el lunes último Trump calificó a los latinoamericanos expulsados, como “asesinos, capos de la droga, un jefe de la mafia o un miembro de una pandilla». Las condiciones precarias de deportación de 88 ciudadanos brasileños, en un avión militar de Estados Unidos, mostró en la práctica el “desprecio” que el nuevo mandatario profesa por los extraditados. Viajaron encadenados de pies y manos como si fueran realmente criminales, y fueron golpeados por los agentes de seguridad sin que hayan cometido otro delito que no fuera el ingreso ilegal al territorio de EE.UU.
Mientras crecen las críticas, domésticas e internacionales, por la forma en que Washington encara en esta etapa sus relaciones con el resto del continente, el gobierno de Lula da Silva trata de evitar que haya una nueva escalada de la agresividad. Así como el colombiano Gustavo Petro decidió bajar su tono inicial de protesta ante la falta de respeto de los derechos humanos básicos en las deportaciones, luego de ir a la confrontación con la flamante administración estadounidense, también desde el Palacio del Planalto se busca ahora evitar las fricciones: según informaron, a Trump se le enviará una propuesta de crear un grupo de trabajo especial entre ambos países para abordar el tema.
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Lo que ven en Brasil es que se viene un período complejo, entre otras cosas porque en la lista de migrantes indocumentados hay 38.000 brasileños. El caso de Colombia es similar: Petro había rechazado inicialmente que ingresaran a Bogotá aviones de EE.UU. operados por el ejército norteamericano. Pero luego, acordó que enviará vuelos colombianos para “traer a casa” a los deportados.
Deportación de brasileños: “El gobierno de Barack Obama fue el que más brasileños deportó»
La situación llevó al gobierno colombiano, con el visto bueno del brasileño, a pedir una reunión de la CELAC (la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). La presidenta de Honduras, Xiomara Castro Zelaya, decidió organizarla para el este jueves, pues el asunto lo justificaba. Pero “la falta de consenso de algunos países miembros” obligaron a cancelar la cumbre. La oposición a esa cita de presidentes vino ni más ni menos de los únicos dos aliados de Trump en la región: Javier Milei y el salvadoreño Nayib Buquele. La presidenta hondureña declaró entonces sobre esa actitud: “Privilegiaron otros principios e intereses diferentes a los de la unidad regional”.
Según los expertos en geopolítica, Trump ve a América Latina como un “peso” y no como una “oportunidad” de sumar aliados. Preocupado por la “indiferencia” trumpista, Lula comenzó un proceso de estrechar las relaciones con varios de los países del Cono Sur.
Este mediodía habló con su colega chileno Gabriel Boric. Ambos coincidieron que es preciso trabajar para la integración latinoamericana, con el objetivo de combatir las desigualdades, promover la inclusión social y el desarrollo sustentable. El diálogo incluyó la preparación de la cumbre “En defensa de la democracia, combatiendo el extremismo”, que debe reunir a presidentes y ministros en Santiago de Chile. Boric confirmo que hará su visita oficial a Brasilia el próximo 22 de abril.
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