El Pato Fillol, el primer arquero campeón del mundo, a corazón abierto: “Con el Loco Enrique nos agarramos a piñas dos veces… fue un desastre”
Ubaldo Matildo Fillol camina por la redacción de Clarín y un periodista se le acerca y le dice algo. Contesta con amabilidad y avanza antes de que la charla casual se convierta en conversación. Enseguida otro le recuerda algo que pasó el día que le sacó el pelotazo del ángulo a un fulano de su equipo y el Pato retruca con una memoria asombrosa y sigue caminando. «Yo te veía desde la tribuna –le dicen– y el arco de Racing era más chico cuando atajabas vos». El primer arquero argentino campeón del mundo agradece el piropo, acepta la selfie y enseguida mira al cronista y precisa desde cuándo sus rutinas se repiten cada vez que entra de visita a algún lugar. A los 74 años no le pesa ser una celebridad.
“Hubo un antes y un después del 25 de junio de 1978. A partir del ‘72 que llegué a Racing, empecé a tener un reconocimiento. Así, por las actuaciones que tenía, firmaba autógrafos… Tuve años espectaculares cuando pasé a River: 75, 76, 77… Pero nada como después del 78”, dice. Antes de eso, en San Miguel del Monte, era Negrito o Fiyol. Lo de Pato llegó mucho después. Cuando fue a probarse a Quilmes y le preguntaron en qué puesto jugaba, se guió por su experiencia en el potrero. «De arquero o de número cinco», contestó con inocencia y casi se pierde la oportunidad de mostrarse por el simple hecho de haber dado opciones. “Bueno, arquero”, se corrigió con reflejos salvadores. Quedó y ahí empezó todo.
¿Cuándo se convirtió en Pato? En el primer entrenamiento, cuando se estaban presentando los nuevos en la Séptima División, el técnico de una categoría mayor pidió de urgencia un arquero porque había faltado el suyo. Aunque sus dos nombres son lo suficientemente elocuentes para no olvidarlos –Ubaldo, como el abuelo materno, y Matildo, como el paterno-, no hubo tiempo para presentaciones formales y cada vez que tenía que salir del fondo se la pedían al grito de «¡Pato, Pato!». Así le decían a Alberto Iglesias, el colega que había ausentado aquel día y, sin querer, le terminó transfiriendo un apodo que se volvió en un compañero inseparable de su apellido de prócer.
Del Cervecero se fue como arquero consumado. Aunque sin saber que la camiseta número cinco también la usaría, nada manos que en el Mundial 78, el número fundacional que se repite. Su año bisagra.
Es que resulta inevitable pensar en el recibimiento de la Scaloneta en diciembre de 2022 y equipararlo con esa progresión de homenajes de las tribunas cada fin de semana que evoca el arquero que también sacó chapa de ídolo de River y Racing.
-¿Impacta en el ego de un pionero que haya otros campeones?
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