El niño que vio cómo su papá mataba a su mamá y nadie le creyó: la verdad que salió a la luz casi 20 años despuésPor Mariano Jasovich
La noche del 6 de enero de 1993, Bonnie Haim, una madre de 23 años de Jacksonville, Florida, desapareció sin dejar rastro. Horas después, su esposo, Michael Haim, declaró a la policía que la mujer había salido abruptamente de su casa tras una discusión y nunca regresó. Ese mismo día, un empleado de un motel de ruta encontró su billetera y tarjetas de crédito en un contenedor de basura. Su auto, un Toyota Camry, apareció abandonado en el estacionamiento del aeropuerto de Jacksonville. Había un detalle que en ese momento ningún oficial lo tomó en cuenta. El asiento del conductor estaba acomodado demasiado hacia atrás para una mujer de la estatura de Bonnie. La historia de la huida no cerraba por ninguna parte. Sin embargo, nadie lo notó.
Cuando los detectives interrogaron a Michael Haim, encontraron inconsistencias en su versión. Por eso, lo tuvieron varias horas en la estación de policías. Lo presionaron, pero el hombre siempre aseguró que Bonnie había salido de casa llorando tras una discusión y que él se había quedado con su hijo. Sin embargo, la policía descubrió que Michael había llamado al trabajo de su esposa esa misma mañana para reportarla enferma. Era un detalle extraño: si Bonnie se había marchado voluntariamente la noche anterior, ¿cómo sabía él que no se presentaría a trabajar? Sin embargo, en ese momento el caso quedó en la nada por la falta de pruebas.
La hipótesis de una fuga voluntaria pareció desmoronarse casi de inmediato. Bonnie Haim era madre de un niño de tres años, Aaron, a quien adoraba. No había señales de que quisiera alejarse del nene. Sus amigos y familiares insistieron en que jamás habría dejado a su hijo por voluntad propia. Sin embargo, sin un cuerpo ni pruebas concluyentes, el caso quedó en un limbo legal durante más de dos décadas.
Lo que nadie sabía era que la respuesta siempre había estado en el patio trasero de la casa familiar. Y que un niño, entonces incapaz de entender el horror de lo que había presenciado, crecería para descubrir por sí mismo la verdad que llevaba toda su vida intentando recordar. Por años, la casa de los Haim fue alquilada a otras familias. Nadie sospechó que, bajo sus pies, el cuerpo de la víctima de un crimen permanecía sepultado. La única persona que lo sabía con certeza no podía explicarlo con claridad: un niño de tres años, cuyos recuerdos se volvieron fragmentos difusos con el paso del tiempo.
Menos de 48 horas después de la desaparición de Bonnie, Aaron Haim, de tres años, fue entrevistado por Servicios de Protección Infantil. Sus palabras fueron escalofriantes: “Papá lastimó a mamá”. En un intento de obtener más información, los investigadores preguntaron al niño por su madre. Aaron respondió: “Papá disparó a mamá. Mi papá no podía despertarla.”
El testimonio del niño resultó inquietante, pero su corta edad lo hacía poco fiable ante un tribunal. No se encontraron pruebas físicas que respaldaran sus palabras. Michael Haim negó cualquier implicación en la desaparición de su esposa y mantuvo su libertad. Con el paso del tiempo, Aaron fue adoptado y tomó el apellido Fraser, de su familia de crianza.
Aunque Michael Haim siguió siendo el principal sospechoso, el caso quedó estancado. Bonnie Haim pasó a engrosar la lista de personas desaparecidas en Estados Unidos. Pero su hijo nunca dejó de preguntarse qué había pasado con su madre.
Con el paso de los años, detalles ocultos sobre el matrimonio de los Haim comenzaron a emerger. Según el testimonio de amigos y familiares, Bonnie había estado preparándose para dejar a su esposo. Michael Haim ejercía sobre ella un control financiero absoluto. Cuando ella intentó abrir una cuenta bancaria a su nombre, él la obligó a cerrarla. Desesperada, Bonnie comenzó a esconder dinero con la ayuda de una amiga, logrando ahorrar 1.250 dólares.
En enero de 1993, encontró dos posibles departamentos para mudarse con su hijo. Su plan era marcharse el 23 de enero, cuando Michael estuviera de viaje por trabajo. Sin embargo, antes de que pudiera ejecutar su huida, decidió intentar una última conversación con su esposo. La noche del 6 de enero canceló una cita con un familiar y dijo que tenía que hablar con Michael sobre su matrimonio.
A medida que Aaron Fraser crecía, los recuerdos de su infancia se volvían más inquietantes. Tenía flashes de imágenes que no lograba comprender del todo: su madre llorando, su padre nervioso, una escena en la que algo terrible había sucedido. Durante su adolescencia, las preguntas sobre la desaparición de su madre nunca dejaron de atormentarlo.
En 2014, más de dos décadas después de la desaparición de Bonnie, el joven tomó posesión de su antigua casa tras ganar una demanda civil contra su padre. Decidió demoler la propiedad y, junto con su cuñado, comenzó a excavar el patio trasero para remover una vieja piscina.
En ese momento, el joven se sintió impulsado a derribarla y construir algo nuevo en su lugar. Fue en ese proceso que la verdad salió a la luz. El descubrimiento de los restos de su madre no solo confirmó sus peores sospechas, sino que también convirtió en prueba tangible lo que su mente había intentado reconstruir durante más de dos décadas.
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