El liderazgo religioso de Javier Milei

Nadie en su sano juicio diría que Argentina se encuentra ante un potencial gobierno teocrático. Pero no por ello es en vano reflexionar sobre el tipo de liderazgo del gobierno de Javier Milei; un tipo ya estudiado en las ciencias sociales que contiene varios aspectos que hacen referencia a la religiosidad.

El historiador Fernando Bermejo Rubio sintetiza de la siguiente manera la esencia de los movimientos milenaristas: “una serie de fenómenos en los que impera la creencia en que el fin de la realidad conocida está próximo y en que tras ella aparecerá una nueva edad definitivamente armoniosa, fértil y feliz, en la que las jerarquías sociales serán trastornadas, se verá reparada toda injusticia, y las deficiencias naturales como la enfermedad y la muerte serán abolidas”.

A su vez, sostiene que los milenarismos “surgen a menudo en situaciones de anomia o crisis social”, y como alternativa a “la incapacidad para obtener el remedio en la acción directa”. La “nueva edad” llegará a partir de la “construcción puramente humana de la sociedad ideal [que] suele llevar a esperar que la metamorfosis del mundo se produzca con la ayuda de poderes sobrenaturales, por lo que su marco de referencia para tomar conciencia de la realidad es el ámbito del mito”.

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De esta larga cita podemos tomar varios conceptos: “fin próximo”, “nueva edad”, “anomia” y “mito”. Todos ellos presentes en el liderazgo del gobierno de Javier Milei. No es la primera experiencia argentina donde el liderazgo político se ensalza con el ámbito religioso, aunque ellas siempre se presenten como refundacionales y únicas.

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De hecho, hemos tenido vastas experiencias políticas donde está presente la religiosidad; a veces más impulsada, desarrollada y reproducida por el propio gobernante (líder), otras por los seguidores más íntimos (discípulos). Nunca está de más reflexionar sobre este mundo “religioso-político” que algunos escépticos creyeron que con la secularización ya no valía la pena.

¿Cuál es el “fin próximo” que sentenció el gobierno actual? El fin de la política, en primera instancia, y luego el del descalabro económico. El fin de la política tiene raíces morales: no se trata de él porque se encontró un mecanismo más eficaz sino porque la política en sí encarna el Mal. No se puede esperar nada bueno de ella. Además, es causal del fracaso económico argentino, que para la retórica oficial es crónica. Por ende, debemos esperar que ella perezca ante la “nueva edad”.

Una nueva edad que no sólo será un juicio del pasado, sino que incluso promete un mundo material que se presenta como milagroso. Promesa que naturalmente debe recurrir a un mito del pasado: la Argentina próspera. Aunque se omita que ese proceso coincidió necesariamente con la conformación del Estado argentino.

Es cierto que el proyecto político “mileinarista” no espera materializar su “nueva edad” por medio de poderes sobrenaturales, sino a través de las herramientas del Estado y otras ajenas a éste. Pero su liderazgo sí apela a un poder divino supremo que por lo menos legitima sus acciones. Por ejemplo, las “fuerzas del cielo” no hacen hincapié en una fuerza observable que bajará algún día para hacer de la Argentina la tierra prometida, sino más bien como legitimación de que éstas están con el gobierno y no con algún otra visión, lo que contribuye a la construcción de una división moral entre buenos y malos.

El enemigo principal de los movimientos milenaristas es el orden establecido, el statu-quo, que a su vez es el que los hace capitular»

El mensaje “mileinarista” es claramente un mito que, como todo proyecto moral, responde a sus propias lógicas. Sin embargo, su promesa es muy difícil de llevar a cabo. Aunque sería un error considerar de movimiento milenarista al actual gobierno, no son pocos los aspectos que comparten, por lo que cabría preguntarse si es posible que el proyecto moral del gobierno tenga frutos (cosa que no han logrado la mayoría de los movimientos milenaristas).

El enemigo principal de los movimientos milenaristas es el orden establecido, el statu-quo, que a su vez es el que los hace capitular. ¿Cuál es el enemigo principal del “mileinarismo”? ¿La clase política, los grupos económicos coaligados? No, la misma sociedad que pretenden modificar. A diferencia del menemismo, el mileinarismo busca modificar ciertas prácticas dentro del seno de la sociedad. Es ahí donde reside el nudo gordiano: ¿será este proyecto político lo suficientemente exitoso electoralmente como para modificar el statu quo, el cual es su objetivo principal?

Muchos analistas consideran que la “tarea económica” es lo que le encomendó parte del electorado a fines de 2023. ¿Será algo ajeno al proyecto o es un elemento más del mito mileinarista? Reformulo la pregunta: ¿puede resolver el gobierno la macroeconomía dejando de lado su “batalla cultural”? Recordemos que, más allá de las modificaciones materiales en la sociedad peronista, el antiperonismo se formó más por cuestiones morales que materialistas.

*Periodista

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