El desafío de volver al crédito internacional y sostener la estabilidad económicaOPINIONPor Sebastián Menescaldi

Iniciado el segundo año de mandato, el presidente Milei tiene como desafío mantener la gobernabilidad, luego de un primer año donde, gracias a un programa de emergencia exitoso y el uso del veto y bloqueo en el Congreso, logró liderar la agenda política. Como suele decirse, lo difícil no es llegar a la cima, sino mantenerse en ella.

La duda es, ¿logrará sostenerla tan favorablemente como en 2024 o deberá enfrentar nubarrones? Existe un factor clave que probablemente sea la llave del segundo año de gestión, similar al blanqueo de capitales, que inyectó más de USD 22.000 millones a la economía y fue un punto de inflexión este año.

Recordemos que Milei, en el primer año de gestión, tuvo que aplicar un severo programa de ajuste fiscal y de ingresos, que permitieron ir recomponiendo grados de libertad en el manejo de la política monetaria y cambiaria para revertir la crisis heredada en el (des)balance del BCRA.

La inflación era de dos dígitos mensual (más de 200% anual en 2023), la brecha cambiaria entre el dólar financiero y el oficial estaba por encima del 150%, y el sistema de precios estaba averiado, con precios de bienes artificialmente elevados en una economía muy cerrada, tarifas artificialmente bajas financiadas con subsidios y baja calidad de los servicios públicos. Frente a esta dinámica, el poder de compra de los ingresos (salarios y jubilaciones) se había desplomado con la inflación.

Además, desde 2012, cuando se estableció el cepo para manejar la escasez de divisas, la economía se mantuvo estancada con un zigzag político, coordinado por la maximización del corto plazo en un país con elecciones cada dos años y una escalada en los niveles de pobreza.

Empezar a resolver el entuerto heredado por el actual gobierno requería un programa económico pragmático apuntando a recrear la moneda y el crédito e intentando evitar una ruptura abrupta de contratos.

El esquema de política económica arrancó mucho más pragmático que lo propuesto en la campaña. Incluyó un shock cambiario controlado dentro del cepo, con un impacto inflacionario que operó como licuadora del gasto público y que permitió recomponer rápidamente el equilibrio fiscal.

La reducción en las áreas del Estado, los recortes de subsidios vía aumento en las tarifas y la eliminación casi total de la obra pública y de las transferencias a provincias terminaron de hacer el trabajo. Con una combinación de licuadora y motosierra, el déficit fiscal después de intereses se redujo a cero en 2024 (caída del gasto de casi 5 p.p. del PBI), cortando de cuajo el financiamiento monetario del fisco.

Desde lo externo, el punto inicial fue una fuerte depreciación del peso, una devaluación fiscal con la suba del Impuesto PAIS y la decisión de postergar los pagos a los importadores con el fin de recomponer y empezar a normalizar el capital de trabajo del BCRA.

Segunda etapa

Esto permitió una fuerte compra de divisas, que se dio a la par de una normalización parcial de los stocks de deuda comercial y por dividendos.

Ahora, desde junio, tras la aprobación de la Ley de bases y el fortalecimiento de la gobernabilidad luego de los vetos y bloqueos realizados en el Congreso, el programa entró en una segunda etapa, todavía de transición.

Mientras que las políticas fiscales mantuvieron su continuidad, empezando a generar credibilidad en el programa, el blanqueo actuó como puente para facilitar la recuperación económica y acelerar el proceso de desinflación de la economía, luego del reordenamiento monetario del primer semestre y de ciertas turbulencias que volvieron a elevar la brecha y el riesgo país (cuando pasó de ser un indicador atrasado a uno adelantado).

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