Donald Trump irrumpe con su MAGA en el deporte: Mundial y Juegos Olímpicos entre indultos, batalla cultural y deportistas que lo enfrentan
Donald Trump volvió a asumir como presidente de Estados Unidos bajo un lema que aseguraba que el magnate «arreglará» el país y, como en 2016, que «hará grande a América otra vez». No hubo mención al deporte en su discurso inaugural, pero será un partido aparte en el universo MAGA (el acrónimo de Make America Great Again). El republicano estará al frente de la Casa Blanca cuando Estados Unidos reciba al Mundial de Clubes, a la Copa del Mundo 2026 y a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028. «Todos nos necesitan a nosotros», dijo el lunes con la misma arrogancia con la que los campeones de la NBA, la NFL y la MLB, sus ligas locales, se asumen «World Champions». El gigante del norte se prepara para montar su espectáculo. En estos cuatro años será el ombligo del mundo deportivo.
Es una situación inédita para Trump. Entre el 20 de enero de 2017 y el 20 de enero de 2021, el juego pasó lejos, por otros lados. El Mundial 2018 fue en la Rusia de Vladimir Putin y los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, postergados por el Covid, se desarrollaron finalmente en 2021, ya entrado el gobierno de Joe Biden.
Pero el combo de los dos eventos deportivos más importantes del planeta no es una situación inédita para Estados Unidos, con el antecedente de Bill Clinton en los años 90. Y tampoco es inesperada para el republicano: él mismo promovió que Estados Unidos se convierta en templo del deporte, con sus negocios y su peso político.
El fútbol en su versión MAGA de la mano de Trump e Infantino
La segunda aventura trumpista será diametralmente opuesta a su primer tiempo. Estados Unidos viene de ser sede de la Copa América con Lionel Messi otra vez campeón y ya jugador de Inter Miami. Un desembarco llamado a transformar a la MLS. Como dijo el flamante secretario de Estado, Marco Rubio, es algo «de lo que se hablará por 50 años».
La Ciudad Mágica será uno de los escenarios con mayor presencia en los próximos años. El rosarino es su habitante ilustre. Pero Miami es también cuna de Rubio, quien dejó atrás diferencias con Trump por temas de la agenda con China, especialmente por la expansión de la NBA al gigante asiático. En septiembre de 2024, le pidió a la gestión demócrata que garantizara la seguridad durante la Copa del Mundo. Desde este 20 de enero, será su responsabilidad.
Rubio, hijo de cubanos, ocupa ahora un puesto clave para la geopolítica internacional. Él mismo lee el mundo del deporte desde ese prisma. Al cabo, sus padres son exiliados del régimen de Fidel Castro. Igual que sus coterráneos Jorge y José Más, hijos de un histórico opositor al castrismo que cruzaron a los Estados Unidos. Allí se convirtieron en voceros y exponentes de la cultura latina en Miami, donde Trump se anotó un batacazo en las elecciones.
Ahí, en el sur de los Estados Unidos, donde Messi también entrena su faceta empresaria junto a David Beckham, habrá un ensayo. En junio de este año, Miami tendrá una de las sedes del renovado Mundial de Clubes, la última gran apuesta de la FIFA de Gianni Infantino, el aliado de Trump que tiene la pelota bajo la suela de sus zapatos. Ahí estará Leo con su Inter Miami, anfitrión y mejor equipo de la fase regular de la MLS 2024.
La entidad manejada por el ítalo-suizo volverá a desembarcar en Estados Unidos en 2026. Compartirá organización con México y Canadá, para llevar a cabo el primer Mundial con 48 selecciones y 3 países como sede.
“Vamos a construir un muro”, prometía Trump para ganar su primera presidencia para cuidar sus fronteras de uno de los países que serán socios en 2026. Ahora habla de deportaciones y de aranceles. Incluso llegó a sugerir que Estados Unidos debe fusionarse con Canadá. Deberán fingir quererse y trabajar juntos para que «We Are 26» esté a la altura de las expectativas.
Así como ahora lanza golpes, antes supo poner la triple candidatura bajo su ala. En 2021, aún en la Casa Blanca, defendió la postulación mundialista y amenazó con retirar su apoyo en la ONU a los países que se inclinaran por Marruecos, el otro que quería organizar el Mundial.
Entre líderes políticos y popes tecnológicos, Infantino estuvo en Washington para la asunción del republicano. Aseguró que fue un «honor» para él haber sido invitado al evento. Ya se habían fotografiado juntos en la Oficina Oval y desde 2018 intercambian elogios, visitas y muestras de complicidad.
«Deseo dar las gracias al presidente Trump, con el que tengo una gran amistad, y asegurarle que juntos no solo volveremos a hacer grande a América, sino a todo el planeta, porque el fútbol (o soccer) une el mundo», escribió el titular de FIFA en sus redes sociales.
Infantino aprendió a la sombra de su predecesor, Sep Blatter, a expandir a la entidad que rige el fútbol. Después de la caída en desgracia de Blatter por el FIFA-Gate, Infantino decidió él mismo impulsar su propio «MAGA»: “Hacer grande a la FIFA otra vez”. Hizo buenas migas con los petrodólares de Rusia y Qatar, se metió en el bolsillo a América del Norte con la concesión del torneo en 2026. El reparto sigue con Europa, África y Sudamérica con el Mundial del Centenario en 2030, para volver al mundo árabe, otros proveedores de dólares a mansalva con Arabia Saudita 2034.
LeBron James, Rapinoe y Kaepernick, los viejos voceros contra Trump
El republicano conoce el ruido de pelota. Y que el deporte no se calla. Su gestión anterior estuvo repleta de enfrentamientos con atletas, incluso desde el inicio de su mandato. La selección femenina de fútbol, campeona del mundo en 2019, se negó a cumplir con la tradición de visitar la Casa Blanca tras ganar el título, con la talentosa y activista Megan Rapinoe a la cabeza que lo señaló como enemigo. Tampoco había ido Golden State Warriors en 2017: Curry y compañía avisaron que no concurrirían y el mandatario, enfurecido, les retiró la tradicional invitación a los campeones.
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La estrella de la NBA se metió de lleno en la campaña presidencial para evitar que gane Donald Trump.
En la NBA se levantó una de las voces opositoras más fuertes. Es la de LeBron James, que -con los Lakers- es para Los Ángeles lo que Messi es en Miami: un ícono deportivo. «The King» se sumó a las protestas por los crímenes raciales que le abrieron camino al «Black Lives Matter» y a arrodillarse al sonar el himno.
“Muy desagradables, muy, muy desagradables, y francamente muy tontos, también”, se indignó Trump ante las manifestaciones de los jugadores de básquet. «¡Ir a la Casa Blanca era un gran honor hasta que tú apareciste!», le contestó James, que dejó en claro que no lo visitaría en caso de ser campeón.
Pero antes que LeBron estuvo Colin Kaepernick. El quarteback de San Francisco 49ers fue excluido de la NFL después de impulsar ese acto de hincar una rodilla en el pasto mientras sonaba el himno. Trump lo acusó de faltarle el respeto a la bandera de Estados Unidos. “¿No les gustaría ver a uno de los dueños de la NFL decir ‘¡Saquen a ese hijo de puta de la cancha ahora mismo. Échenlo ya!’?”, preguntó el republicano.
A Rapinoe, por su parte, la bandera de los Estados Unidos no la representaba: decía que le daba tristeza. Ya retirada, hace algunas semanas fue a la Casa Blanca y recibió, de manos de Biden, la medalla Presidencial de la Libertad, el mismo reconocimiento otorgado a Messi pero que el rosarino no pudo ir a buscar.
Rapinoe fue un símbolo de la campaña del fútbol femenino para equiparar los salarios con los masculinos. La gestión Trump tiene, por lo menos desde la presentación, su Rapinoe. Se llama Kelly Loeffler. Está al frente de la Administración de Pequeñas Empresas. Es una empresaria, filántropa, ex senadora y copropietaria de Atlanta Dream de la WNBA.
“Ayudó a posicionar la franquicia como una plataforma para empoderar a las mujeres a través del deporte, demostrando su compromiso con el impacto comunitario», destaca el comunicado, con un sorpresivo tinte feminista en días trumpistas. La suya es la única mención directa al deporte en los discursos y primeras medidas de Trump.
Los tiempos cambian, como los golfistas de palo. Después de la invasión del Capitolio, el PGA Tour dio marcha atrás y le sacó a uno de los campos de golf de Trump el privilegio de ser sede del Campeonato de la PGA en 2022.
En los greens podría darse un giro similar al que los magnates tecnológicos aplicaron a sus plataformas en las últimas semanas: el republicano ya se ofreció como mediador entre el PGA y LIV, la liga de fondos saudíes que amenazaba al emporio del golf estadounidense.
Indultos y sólo dos géneros, los anillos olímpicos de Trump
En 2028, sobre el final del mandato, llegará la Antorcha Olímpica. Completará una saga que tiene un solo antecedente: el gobierno de Bill Clinton supo organizar el Mundial 1994 y los Juegos de Atlanta en 1996, que incluyeron un atentado terrorista. La década de los noventa marcó la expansión del sistema deportivo estadounidense, con las cadenas de TV que transmitían en vivo grandes acontecimientos como las Finales de la NBA con los Chicago Bulls de Michael Jordan. El 23 fue tal vez el primer deportista global de la historia.
Ahora, Estados Unidos busca competir con los petrodólares de los jeques árabes para ser el escenario máximo del deporte global. Make America Great Again. El slogan trumpista es aplicable también a la búsqueda de la hegemonía en el deporte, donde las franjas y estrellas quieren ser protagonistas de nuevas disciplinas, además de las que ya dominan.
A nivel olímpico, el desastre ocurrió en Beijing 2008: fue el único de los últimos ocho Juegos en los que Estados Unidos no se impuso en el medallero. Lo superó el organizador, China.
El último sinsabor olímpico fue en 2024. Trump y Rubio coincidieron por entonces en criticar la fiesta inaugural de París, con una performance sobre «La Última Cena» con la que los franceses dejaron en claro su postura frente a la diversidad sexual y de identidad.
Los Ángeles 2028, con Hollywood de testigo, prenderá las cámaras para su respuesta. Aunque ya hubo pistas: en su discurso inaugural, el republicano insistió con la existencia de solamente dos géneros y días más tarde dio de baja a personal dedicado a políticas de género. Horas antes había prometido «mantener separados a los hombres y a las mujeres» en las competencias.
El deporte y la política son como hermanos siameses. El ataque del Capitolio fue la última escena de la primera presidencia de Trump. Entre los condenados estuvo Klete Keller.
Por entonces de 41 años, Keller irrumpió en el edificio y luego fue detenido. Lo acusaban de siete cargos federales, pero llegó a un arreglo: se declaró culpable de obstrucción de un procedimiento oficial y, en vez de 10 meses de prisión, le dieron una pena de seis meses de arresto domiciliario.
Dentro del Capitolio, lo fotografiaron con una campera del equipo olímpico de los Estados Unidos, un recuerdo de sus tiempos de nadador y doble campeón olímpico.
Keller compartió equipo con Michael Phelps y Ryan Lochte y se colgó cinco medallas en tres Juegos diferentes. Se retiró, vivió en la calle, fue sentenciado y ahora, tras haber cumplido su pena, recibió el indulto “total, completo e incondicional” que benefició el 20 de enero a todos los condenados por el asalto de hace cuatro años.
«No sé si lo merezco, pero lo tomo», respondió el exnadador el miércoles a la señal KKTV de Colorado.
«Me gusta pensar en grande. Si vas a pensar, más vale que pienses en grande», dijo Trump mientras construía su imperio. Un lema que anticipó su Make America Great Again, con el que afronta su desafío deportivo, mucho más que un combo Mundial-Juegos Olímpicos.
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