Diálogos de Wall Street: ¿cómo entenderlo a Trump?


Periodista: El presidente Trump está a sus anchas. Es un huracán que anuncia aumentos de aranceles y guerras comerciales, deporta indocumentados, se involucra en la política internacional y en los conflictos existentes a la par que crea otros incipientes. Sorprende, sobre todo, su avidez de expansión territorial. Y empuja una dinámica interna que no le va en zaga. Da vuelta la Administración de arriba a abajo, congela organismos y realiza purgas de funcionarios, y pone bajo la lupa -a través de Elon Musk- hasta los pagos del Tesoro. Trump disfruta, los mercados no parecen festejar tanto. Wall Street lucía más pujante en noviembre cuando Trump venció en las urnas, pero estaba lejos todavía de manejar los comandos de la Casa Blanca.

Gordon Gekko: Fue muy buena la asunción y el discurso inaugural. No se olvide. El S&P 500 estableció su último récord, un par de días después. Pero para lograrlo Trump apeló al truco de no mencionar el aumento de aranceles. Mostró la cara más amable de su agenda. Y ahora que la está ejecutando, las rispideces y los peligros son evidentes. Sin embargo, la Bolsa está a tiro de los récords. No canceló el rally, para nada. Quiere ver más para convencerse. Dado el nivel de incertidumbre, y el estilo agresivo de la gestión de gobierno, no está mal.

P.: Ya hay quienes ponen en duda que Trump 2.0 sea tan amigable para los negocios como se suponía.

G.G.: Es menos amistoso que lo que decía el cliché. Pero, hay demasiada incertidumbre e indefiniciones para emitir un veredicto. No se confunda. Por otro lado, el mercado de bonos, a diferencia de la Bolsa, está más relajado. Y, en ese sentido, creo que, para Wall Street, con una visión de mediano plazo, asistimos a un mejor trade-off.

P.: ¿Por qué?

G.G.: El mercado bull de las acciones es a prueba de balas. La fortaleza de la economía real le cuida las espaldas. Los bonos se mostraron muy vulnerables durante la campaña electoral a la percepción de un manejo desaprensivo de las cuentas públicas. La Fed confía en que tiene a la inflación bajo control y que volverá a la meta de 2%, aunque en los hechos todavía no ocurrió. Y las políticas de Trump bien podrían echar más leña al fuego. Si esa convicción de estabilidad subyacente cruje, y se deteriora, estamos en problemas.

P.: Es lo que señaló la rápida suba de las tasas largas de 3,60% a 4,80%, de septiembre a enero. Un avance rotundo a contramano de la Fed.

G.G.: Créase o no, y a pesar de todo el ruido por los aranceles que está lejos de apaciguarse, desde que Trump asumió, los bonos ganaron en confianza. La suba de tasas se revirtió parcialmente, pero, sobre todo, cedió el vértigo que la animaba. Íbamos derecho a romper 5% y ahora nos estacionamos en torno a 4,50%. Nadie puede estar seguro de saber hacia dónde nos quiere llevar Trump y si tendrá éxito, pero antes los bonos corrían espantados y ahora no los afecta.

P.: ¿Qué pasó? ¿Los mercados le creyeron el secretario del Tesoro, Scott Bessent, cuando dijo que el presidente está focalizado en la tasa de 10 años y en la necesidad imperiosa de que se reduzca?

G.G.: Nada más sensato. La suba de las tasas largas fue la única fuerza que le hizo oposición en serio a Trump, yo diría, ya desde antes que ganara la elección. Cómo no va a ser creíble. Pero no es lo único que influye.

P.: ¿Qué más?

G.G.: Toda la reacción airada que despierta Elon Musk metiendo las narices en los distintos vericuetos de la Administración, y los cuestionamientos, que son crecientes y que rápidamente llegan a la Justicia, todo eso es música para el mercado de bonos. Quizás por esta vía se pueda cortar significativamente el gasto público.

P.: ¿Le parece?

G.G.: Era una “wild card”, y efectivamente, Trump la está jugando apañando a Musk, a pesar de las críticas feroces de sus propios legisladores y partidarios. Y que conste que el déficit fiscal es excesivo, más de 6,4% de un PBI en crecimiento pujante, pero el gasto público, no lo es. Pero siempre se puede recortar la grasa y el derroche. Y que eso procediera no estaba en los cálculos.

P.: ¿Recortará 2 billones de dólares de gasto como prometió en campaña?

G.G.: El gasto discrecional, que es donde se puede cortar, no llega a esa cifra (en un año). Musk apunta a medio billón, lo cual sería notable.

P.: ¿Por eso se calmaron los bonos?

G.G.: No es un único factor, pienso. Pero de repente el gasto va a dejar de crecer, y reducirse. Los aranceles van a subir, no tanto como vocifera Trump, y no tanto como para estrangular las importaciones, porque van a elevarse para que Bessent aproveche el aumento de la recaudación por esa vía para bajar otros impuestos. Bessent fue un crítico acérrimo del manejo de la colocación de deuda que hizo Janet Yellen, sesgándola hacia los plazos cortos, pero, ahora que él está al timón, le copia el libreto. Ergo, no habrá un aumento relativo de la emisión de bonos largos. La política chilla por Musk, pero no arregló el problema del techo de la deuda. Trump puede empujar un cierre parcial del gobierno y así cortar el gasto de verdad y no solo posponerlo. Musk lo va a nutrir de recomendaciones sobre donde se puede hacer cirugía. Así, si uno ata cabos, se puede fabricar espacio fiscal donde no lo había. Y hacerle lugar a la agenda de Trump sin que ello obligue a una disparada de la tasa de 10 años. La idea fuerza es que las tasas largas bajen. Y que la Fed se convenza de que también puede retomar el descenso de las tasas cortas en la segunda mitad del año.

P.: ¿Lo cree posible?

G.G.: Sí. Y si este no es el plan de Bessent, acordado con Trump, no debe andar muy lejos.



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