Con la mirada fija en las fotos de los cuerpos de sus padres: así vivió Martín Del Rio el primer día del juicioPor Barbara Villar

Martín Del Rio ingresó este lunes al Tribunal N°7 de San Isidro escoltado por dos agentes del Servicio Penitenciario Bonaerense y enfrentó la primera audiencia del juicio en su contra por el doble parricidio de Vicente López. Lo hizo sin derramar ni una sola lágrima, a pesar de haber sido sometido a pruebas sensibles como las imágenes de los cuerpos de sus padres.

A paso firme y seguro, lejos de mostrarse nervioso, el acusado de “doble homicidio calificado por alevosía, por el vínculo, por el uso de arma y por ser criminis causae” caminó hasta el banco de los acusados con su particular renguera y se sentó para escuchar el debate en el que un jurado popular determinará si es culpable o no del asesinato de sus progenitores José Enrique Del Rio (75) y María Mercedes Alonso (72).

Al sentarse en su lugar, lo primero que hizo fue una vista panorámica de los presentes en la sala. Giró la cabeza, miró a todos detenidamente y luego volvió con la mirada firme hacia adelante. No demostró ninguna emoción hasta que tomó la palabra la fiscal Marcela Semería, quien, en un breve repaso por la historia del caso, mencionó a su mamá y su papá.

Al escuchar sus nombres, Del Rio se emocionó por primera vez. Su reacción fue la de acongojarse y agachar un poco su cabeza, similar a la que tuvo minutos después cuando la fiscalía pronunció una frase que también tocó una de sus fibras más sensibles. “Ellos le dieron la vida”, fueron las palabras ante las que el imputado se ablandó otra vez. No obstante -aunque parecía intentarlo- no lloró en ningún momento de la audiencia.

El primer testigo que se presentó en la jornada fue Diego Antonio Lugo, comisario bonaerense y especialista análisis de comunicaciones, quien hizo una reconstrucción con material audiovisual de la rutina que había hecho Del Rio el día del crimen de sus padres.

En las pruebas que aportó, Lugo mostró en una pantalla grande las imágenes de los cuerpos de José Enrique Del Rio y María Mercedes Alonso, encontrados dentro de su Mercedes Benz estacionado en el garaje. En las fotos, tomadas desde diferentes ángulos, se pudo apreciar cómo quedaron ambas víctimas ensangrentadas tras ser asesinados a balazos.

A Del Río eso no lo conmovió: durante el tiempo que el testigo dejó congelada la imagen para hacer indicaciones técnicas, él no se inmutó y mantuvo la mirada fija hacia la foto de sus padres ya sin vida. Sus ojos no expresaban ni impresión, ni emoción alguna.

Sí se acongojó con la siguiente fotografía que compartieron, que fue la fachada de la casona de Melo 1101, la cual pareció haberle generado algo de nostalgia. Un dato llamativo es que al principio del juicio, cuando tuvo que presentarse, aseguró sin titubear que ese era su domicilio actual.

“Mi domicilio es Melo 1101, la casa de mis padres, donde vivo desde mis quince”, dijo de forma contundente, a pesar de que los datos indican que hasta el momento del parricidio vivía en Nordelta.

Guardar

Del Rio tuvo solo dos momentos en los que esbozó sonrisas. El primero fue cuando su defensa, a cargo de Mónica Chirivin y Gastón Salomón, le hicieron algunas preguntas al primer testigo de la fiscalía y este respondió de forma dubitativa. Por sus gestos, el acusado pareció disfrutar de que el comisario bonaerense se incomodara.

La segunda vez fue en la declaración de Blanca Benítez, acompañante terapéutica de Del Rio padre. Fue la última en hablar y, frente a ella, el acusado se río cuando la escuchó asegurar que él “vivía de su papá”.

Martín Del Rio solo salió de la sala una vez a pedido de las autoridades. Fue porque María Ninfa “Nina” Aquino, la ex empleada de la familia y primera detenida por el caso, solicitó no declarar frente suyo porque “le daba miedo”.

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