Cómo es la regata “Sidney-Hobart”, la más peligrosa del mundo por sus fuertes vientos y que sumó dos muertes a su largo historial trágico


«Siempre que hablo con un australiano sobre mi carrera, me pregunta cuántas veces participé en esta regata». Quien lo dice es nada menos que Tom Slingsby, campeón olímpico y patrón del American Magic en la última edición de la Copa América y quien en 2016 obtuvo la Sidney-Hobart. «Si no la hubiera ganado la gente no me tomaría en serio», dijo alguna vez el bueno de Slinsgby. «Navegar en la Sidney-Hobart me permitió apreciar la camaradería y el espíritu de la vela», sostuvo Sir Ben Ainslie, CEO del INEOS Britannia y velista olímpico más laureado de la historia con cinco medallas, cuatro de oro y una de plata. Los dos, Slingsby y Ainslie, son palabra más que autorizada en el mundo del yachting y ambos siempre hablaron con respeto y admiración de una de las últimas grandes regatas que se corren en el mundo.

Como todos los años y desde hace 79, el día después de Navidad, apenas una hora pasado el mediodía, sonó la bocina que marcó el inicio de la Sidney-Hobart, la icónica regata que separa los dos puertos australianos, uno en el continente y otro en la isla de Tasmania, con un recorrido de 628 millas náuticas y en la que se unen el deporte, la aventura y la camaradería (como dijo Ainslie) y que, en la mayoría de los casos, el sólo hecho de llegar ya constituye una victoria. Esta vez la tragedia por la muerte de dos velistas -Roy Quaden, de 55 años, miembro de la tripulación del Flying Fish Arctos, y Nick Smith, de 65, de la tripulación del Bowline- le puso un manto de luto a una competencia que tuvo su primera edición en 1945.

Organizada por el Cruising Yacht Club of Australia, la Sidney-Hobart es una fiesta que sirve para darle la bienvenida al verano del hemisferio Sur en ese país. Tras cruzar las emblemáticas Sydney Heads en la bahía de la ciudad olímpica, los barcos navegan hacia el sur a lo largo de la costa de Nueva Gales del Sur enfrentándose a los desafiantes vientos del estrecho de Bass. La llegada a Hobart, la capital de Tasmania, es un espectáculo que atrae a miles de personas para ver llegar al primero en tiempo real que se lleva la gloria en el llamado Line Honours. Su distancia mayor a las 600 millas la hermana en cierta manera con otras grandes y famosas regatas como la Fastnet, que une Inglaterra e Irlanda en un trayecto de ida y vuelta; la Bermuda, que va entre Newport (Estados Unidos) y Hamilton (Bermuda); y hasta la Buenos Aires-Río que, aunque está muy devaluada y se corre cada tres o cuatro años ya sin su status internacional, todavía mantiene el peso de su nombre propio y de su mito.

La tragedia se produjo 26 años después de que seis regatistas murieran en condiciones extremas en la Sidney-Hobart de 1998, lo que desencadenó una investigación forense estatal y reformas masivas en los protocolos de seguridad que rigen la regata. En aquella edición cinco barcos se hundieron y 55 participantes fueron salvados en el mayor rescate marítimo de la historia australiana cuando un huracán azotó la prueba. Uno de los fallecidos fue Glyn Charles, el británico que dos años había sido olímpico en Atlanta en la clase Star y que se ahogó tras el colapso del Sword of Orion. Cuando el barco se inclinó 360 grados, Charles fue arrastrado por la borda entre olas de más de 12 metros de altura y vientos de 80 nudos (casi 150 km/h).

Los comentarios están cerrados.