Amanda, la nena que nació con una discapacidad motora y cumplió el sueño de patinar: «Nunca la vi tan feliz»Por Fernanda Jara

A los 8 años, Amanda Amaya supo que quería patinar. Solía mirar una serie infantil en la que la protagonista patinaba y todas las anécdotas más divertidas de ella tenían como cómplice a sus patines. Para la nena, haber nacido con una discapacidad en las piernas no significaba un impedimento.

Entonces, cada vez que se avecinaba su cumpleaños pedía un único regalo: patines.

Yo le decía que no… Que en otro momento, que más adelante… No quería decirle que no y explicarle por qué, tampoco podía matar sus ilusiones. Entonces, lo pateaba para el famoso ‘más adelante’”, se sincera Carolina Muñoz, mamá de Amanda, hoy de 12 años.

El pasado lunes, Amanda cumplió su sueño y protagonizó una coreografía. Lo hizo gracias al amor de una profesora que, al saber que la nena deseaba ponerse unos patines no dudó en regalarle el par que usó y el día que jamás olvidará.

En los últimos años, la palabra “manifestar” no dejó de escucharse ni de leerse. Se refiere a poder convertir en realidad los pensamientos. Quizás Amanda no sepa de qué se trata o quizás algo hay de cierto en eso de que si “lo pensás, lo creas”, porque si se trata de no poner límites a las propias ganas, de cree que el cuerpo y la mente son capaces de lograr lo impensado, ésta historia tiene mucho de ello y más también.

La hizo de hada madrina de este sueño se llama Paula Montes y es la profesora de Patín del Club Unión y Juventud de Bandera Santiago del Estero. También Vicky, de tan sólo 8 años, hizo mucho para que esto sucediera.

“Amanda tiene 12 años y siempre me pidió patinar. ¡Siempre! Y yo veía su discapacidad antes de la posibilidad de que pudiera hacerlo. Entonces, siempre buscaba la manera cubrirme ante ese pedido; lo evadía. Pero, un día fuimos a ver un festival de patín, para que lo viera, y eso la alentó más porque todo el tiempo estuvo repitiéndome que quería patinar, que quería patinar, que quería patinar hasta que le dije que basta por ahora y que más adelante veríamos… En realidad yo quería dar por concluido el tema, sabiendo que se más adelante tal vez nunca llegaría. Pero ese último sábado, una de mis alumnas me contó que ella iba a participar en otro festival de patín y yo le conté que Amanda soñaba con patinar. Vicky tiene apenas ocho años y me dijo: ‘¡Teacher, no te preocupes! Hablá con la profe del club Unión que ella y las compañeras se van a encargar de Amanda…’ ¡Ocho años tiene! Cuando la nena me dijo eso sentí que yo estaba haciendo mal las cosas”, cuenta la profesora de inglés de unas escuelas de la localidad de Bandera, departamento Belgrano en Santiago del Estero.

La ilusión en los ojos de Vicky encendió una luz de esperanza en Carolina y por primera vez supo que el sueño de Amanda podría ser real y que estaba en ella ayudarla a cumplirlo. Fue hasta el club, esperó a la profesora Paula y aunque no llegó a contarle nada de lo que pensaba, la joven mujer le dijo que sí.

“Yo pensé en proponerle la idea de hacerla participar de alguna manera, le dije que tenía la libertad de decirme que no, que sabía que el festival era pronto y que tal vez más adelante podría pensarlo… Y Paula Montes, me dijo que sí… ¿Pero viste cuando es ese sí que sale naturalmente, que no tiene tantas vueltas, ni tanto pensamiento sino que es un sí de verdad, desde el fondo del corazón? Así fue! Se me llenaron los ojos de lágrimas! Y yo seguía hablando. Le pedí que primero la conociera, que se fijara si el coche estaba bien, a ver si no se deslizaba y ella sonreía. Me pidió que regresara al día siguiente a las 21 y que iban a armarle la coreo. Yo insistí con que nada más la dejara tener una participación minúscula en algún cuadro ya armado, que sólo la dejara hacer unos firuletes, minimizando la situación. Y me dijo: ¡No, mamá! ¡De ninguna manera! ¡Le vamos a hacer una coreo y con la música que ella quiera!’”.

Carolina con su pequeña Amanda
Carolina con su pequeña Amanda

Amanda nació con una discapacidad, pero recién a los 2 años le diagnosticaron parálisis tetraparesia distónica disquinética, que es una afección en la cual las cuatro extremidades del paciente sufren de debilidad muscular.

“A ella le afecta puntualmente la parte motriz. Tiene limitación para comunicarse, pero logra hacerlo. Va a la escuela, que también es otro espacio en donde los compañeros también vieron a Amanda, antes que a la nena con discapacidad, y eso es una maravilla. Pero su situación le quita autonomía, lo que ella anhela con toda su alma”, lamenta Carolina.

Además del amor de sus pares y de su familia, Amanda tiene también apoyo terapéutico. “Aquí en el interior hacemos lo que podemos y con los recursos que tenemos. En nuestro pueblo hay una psicopedagoga, que va a la escuela, y también la trata una kinesióloga”, cuenta la madre.

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