Día Internacional de la Mujer: ocho argentinas destacadas que inspiran a nuevas generaciones
Para conmemorar el 8M, Día Internacional de la Mujer, Infobae presenta los perfiles de ocho argentinas destacadas. Con trayectorias brillantes, cada una de ellas logró convertirse en una fuente de inspiración para las nuevas generaciones en sus respectivos ámbitos. Muchas superaron barreras y alcanzaron reconocimiento internacional gracias a su talento, esfuerzo y determinación. Desde Mirtha Legrand, con su trayectoria récord en la televisión, hasta Anabel Sánchez, la joven de Solano que, convencida de que reunía condiciones para ser modelo, torció su destino gracias a las redes sociales y a no perder la confianza en sí misma.
“Yo ya soy una leyenda. Y la leyenda continúa…”, suele decir divertida Mirtha Legrand. Con 98 años recién cumplidos, la diva es la única conductora de televisión del planeta que sigue trabajando a su edad. Y la única que, aunque con breves interrupciones y algunos pequeños cambios, mantuvo vigente su programa por más de cinco décadas y media. Por ende, es innegable que forma parte de las 8 mujeres más icónicas de la Argentina. La Chiqui, como la llamó cariñosamente su familia, nació el 23 de febrero de 1927 en Villa Cañás, Santa Fé, y fue bautizada como Rosa María Juana Martínez. Era hija de un comerciante, José Martínez, y una maestra, Rosa Suárez. Pero tenía alma de estrella. Comenzó su carrera siendo una niña junto a su gemela, María Aurelia Martínez, quien adoptó el nombre artístico de Silvia Legrand pero fue más conocida por su apodo de Goldy. Ambas debutaron como actrices en el filme Hay que educar a Niní en 1940, pero el gran salto de Mirtha llegó de la mano de Los martes, orquídeas, película que protagonizó cuando tenía apenas 14 años.
“Llegué al cine en tranvía y me volví a mi casa en un Cadillac, que nunca supe de quién era”, cuenta sobre aquel día en el que fue ovacionada por el público por primera vez. Con el tiempo, su hermana decidió alejarse del medio artístico, pero siguió siendo su confidente hasta el final de sus días, al igual que su hermano, el director de cine José Martínez Suárez. Pero fue su marido, Daniel Tinayre, quien le dio el impulso que necesitaba para pasar de la pantalla grande a la televisión y entrar a todos los hogares del país. Ambos se conocieron durante el rodaje de Cinco besos, cuando ella tenía 18 años y él 35, se casaron el 18 de mayo de 1946 y trajeron al mundo a dos hijos: Marcela y Daniel Andrés Tinayre.”
¿Comer en televisión? ¡A quién se le ocurre!”, pensó Mirtha mientras escuchaba horrorizada a Alejandro Romay, quién le había acercado un original proyecto que consistía en convocar a varias figuras del espectáculo para que compartieran la mesa del mediodía con ella en el viejo Canal 9. Pero el Zar, en complicidad con su esposo, estaba obstinado en convencerla para que aceptara la propuesta. Y, finalmente, el 3 de junio de 1968, debutó al frente de Almorzando con las estrellas. Al poco tiempo, el ciclo pasó a llamarse Almorzando con Mirtha Legrand. Y se emitió en diferentes canales hasta que, en 2014, desembarcó en la pantalla de ElTrece, pasando de la grilla diaria al fin de semana con La noche de Mirtha los sábados y los clásicos almuerzos los días domingos. Sin embargo, cuando llegó la pandemia del coronavirus del 2020, la diva tuvo que ser reemplazada por su nieta, Juana Viale. Y, desde entonces, las mesas del mediodía de los domingos quedaron en manos de la actriz. ”Me encanta hacer mi programa. Me pone muy contenta. Estoy esperando que llegue el día para hacerlo porque me da mucha felicidad. Y estudio el currículum de todos mis invitados, para saber perfectamente quién está sentado delante mío”, explica la Legrand, que después de darse el gusto de hacer dos especiales desde Mar del Plata durante este verano, espera que se defina el comienzo de una nueva temporada de sus “mesazas” marcando un verdadero récord mundial.
La bióloga argentina Sandra Díaz es una de las científicas más influyentes del planeta, investigadora superior del Conicet en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV) y docente investigadora en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), este año fue distinguida con el premio Tyler de Logro Ambiental 2025, conocido como “el Premio Nobel del Medio Ambiente”.
Por sus investigaciones destinadas a la comprensión de la naturaleza también recibió el Premio Princesa de Asturias en 2019, además de la Medalla Linneana y el Konex de Brillante en 2023, entre muchos otros. La prestigiosa revista Nature la destacó en 2023 junto a otras cinco científicas en el Día Internacional de la Mujer.
Nacida en 1961, la primera vez que Díaz escuchó la palabra “biodiversidad”, aún era para muchos un concepto sinónimo de “inventario”. Una lista interminable de especies con nombres en latín, separadas en reinos, clases y familias como si fueran cajas apiladas en un museo. Pero algo no cerraba. ¿Es posible entender la vida solo enumerándola bajo etiquetas y clasificaciones estancas?
Desde pequeña, en las sierras de Córdoba, había sentido que la naturaleza era algo más que un conjunto de piezas ordenadas en un esquema. “La biodiversidad no es sólo un conjunto de seres vivos. Es el tapiz entretejido de la vida”, dijo a Infobae. Díaz se dedica a estudiar este tejido vivo, donde cada hilo —animal, planta, hongo, bacteria— sostiene a los otros. Tocar uno significaba alterar el todo.
“La naturaleza no está ahí afuera, separada de nosotros. Somos parte de ella. Estamos socialmente conectados con la naturaleza”, dice, desafiando preconceptos.

“Lo mejor de la ciencia es que nunca termina. Siempre hay más preguntas”, suele decir. Y esas preguntas, las que incomodan, las que desafían, son las que cambian el mundo.
No es fácil (d)escribir una escena, una sensación o a una persona en 2.000 caracteres. Apenas un manojo de palabras que tienen que ser potentes y lograr cierta ilusión de que alcanzan para algo que también podría llevar varias páginas. Leila Guerriero, una de las grandes periodistas del castellano, lo hace como nadie. O como lo hacen los mejores: como si fuera fácil. Parece que todo saliera de esa pluma suya criada en Junín y de esa audacia que, hace algunas décadas, le hizo dejar en la recepción de Página/12 un cuentito para que lo leyera Jorge Lanata. A ver si ese periodista y ese diario que estaban haciendo la revolución de los medios gráficos argentinos publicaban lo que ella tenía para contar. Esa pluma y esa audacia que convencieron enseguida a Lanata de imprimir el texto no en el suplemento de verano sino en la preciada contratapa que firmaban Juan Forn, María Moreno o Martín Caparrós. Y que hicieron que él le avisara que ella era periodista aunque todavía no se hubiera dado cuenta.
Es que además de escribir como nadie, y antes de escribir como nadie, Leila Guerriero mira como nadie. Ahí donde parece haber un repetitivo campeonato de malambo en un pueblo del este cordobés, ella ve el instante en el que un hombre, el ganador, se corona de gloria y pierde inmediatamente la posibilidad de volver a competir en ese arte al que le dedica su vida desde hace años. De eso está hecho su libro Una historia sencilla. La llamada, el largo perfil de Silvia Labayru que publicó hace algo más de un año y que le valió el Premio Zenda de Narrativa, podría ser otra historia sobre los años setenta. Pero como Guerriero mira donde (o como) nadie ha mirado antes, es sobre todo la historia de una ex integrante de Montoneros secuestrada, torturada, violada y obligada a acompañar a Alfredo Astiz en su infiltración a Madres de Plaza de Mayo que, después de sobrevivir a todo eso, fue acusada de traición por sus compañeros de militancia justamente por eso. Por sobrevivir.
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