Boris Spassky, el “oso ruso haragán” que representó el honor de la URSS y la historia será siempre injusta con él
Había nacido en una Leningrado (hoy San Petersburgo) que poco después sería sitiada por los nazis y atravesaría el tormento de la Segunda Guerra Mundial. Con el tiempo, iba a convertirse en una joven promesa y luego en un virtuoso del ajedrez. Si consideramos que la Unión Soviética hizo de este juego una cuestión de Estado y por varias décadas acaparó todos los títulos (mundiales, Olimpíadas, abiertos), también iba a legar a varios de los más relevantes exponentes del último siglo: herederos de Alekhine, llegarían el genio de Tal, Botvinnik, Petrosian, Korchnoi, más adelante Kasparov y Karpov. Boris Spasski -quien ha muerto este jueves 27 de febrero a los 88 años- integraba aquel olímpico, alcanzando también la máxima condecoración: campeón mundial entre 1969 y 1972, protagonista de casi todas las competiciones relevantes de aquellas décadas. Y, fundamentalmente, protagonista del que ha quedado como “el match de todos los tiempos”, aquel que libraron con Bobby Fischer en el verano del 72 en Islandia por la corona del mundo. Prolongado por varias semanas entre polémicas, múltiples controversias, las idas y vueltas (sobre todo del neoyorquino), este finalmente le arrebató el título mundial a Spasski. Pero es un match que perdura hasta nuestro tiempo a través de tantos testimonios, libros y películas, como uno de los capítulos más relevantes en la historia del ajedrez. Y Spasski fue uno de ellos… Todo se daba en el marco de la Guerra Fría, donde tanto el gobierno de Estados Unidos como la potencia comunista concentraban toda su expectativa (y rodeaban con sus equipos) a los contendientes por la corona mundial de ajedrez.
Paradójicamente, y pasado mucho tiempo, ya con Spassky como residente en occidente (Francia) su relación con Fischer fue mucho más amable. Y llegó a acompañarlo en la reaparición del estadounidense, cuando intentaba difundir una nueva versión del juego.
Spassky, además, fue muy cercano al público argentino. Lo tuvimos aquí por primera vez, muy joven, cuando participó (y ganó, en título compartido con el propio Fischer) el Magistral de Mar del Plata de 1960. Spassky y Fischer se enfrentaron en la segunda ronda: venció el soviético en una partida que Fischer iba a incluir en su libro “Mis 60 partidas memorables” y bajo el título para ese juego de “un mazazo al Gambito de Rey”. Spassky también lideró la poderosa formación soviética en la Olimpiada del 78 y, al año siguiente, fue uno de los animadores del Magistral Clarín, que reunió a casi toda la elite mundial y que conquistó en forma impecable el danés Bent Larsen.
Boris Vassilievich Spassky nació el 30 de enero de 1937 en Leningrado, hijo de un oficial del Ejército -proveniente de una familia muy vinculada a la Iglesia Ortodoxa Rusa- y de una maestra. Poco después de establecido el sitio de Leningrado, que iba a prolongarse por 900 días, consiguieron evacuar al pequeño Boris y con apenas cinco años tomó sus primeras clases de ajedrez. Dio la primera sorpresa cuando tenía diez años y le ganó al campeón nacional Mijaíl Botvinnik durante una serie de simultáneas. Spassky fue “reclutado” entonces para la escuela de jóvenes prodigios del ajedrez, alcanzando la categoría de maestro en 1952, cuando además fue subcampeón de Leningrado y participante de las semifinales del campeonato URSS. Lo preparaban en la academia del Palacio de los Pioneros, Vladímir Zak fue su primer entrenador, ya en el retorno a su ciudad natal, que se había visto privada de agua, electricidad y alimentos en los tiempos del sitio.
Contando con Igor Bondarevski como su sólido estratega, su juego alcanzó una nueva dimensión y fue campeón de la URSS (un virtual Mundial) en Bakú, en 1961. Al año siguiente, junto a su compatriota Lev Polugaievski, compartieron el 2° puesto de uno de los torneos más fuertes del mundo, ganado por nuestro inolvidable Miguel Nadjorf.
Los comentarios están cerrados.