El día que quisieron asesinar a Bob Marley: 86 disparos, una bala en el pecho y la teoría del complot de la CIAPor Matías Bauso

Hoy Bob Marley cumpliría 80 años. Murió muy joven, en su pico creativo y de popularidad. Marley fue la primera estrella global de la música surgida del Tercer Mundo. Llevó al reggae a cada rincón del planeta. Su gran himno puede ser No Woman No Cry pero es solo una de sus tantas grandes canciones.

Cuando murió en 1981, más de un millón de jamaiquinos concurrieron a su entierro. Las exequias más populosas en la historia del país. El compilado Legend, hizo honor a su título, y se convirtió en un álbum legendario que batió récords de permanencia en los charts.

Cinco años antes de su muerte, víctima del cáncer, Bob Marley estuvo a punto de ser asesinado en su propia tierra. Una trama de intrigas nunca develadas, de enfrentamientos internos, de intereses políticos, que casi le cuesta la vida. Y que, con el tiempo, se convirtió en una usina imparable de mitos.

En 1976, la popularidad de Bob Marley en su país era enorme. Posiblemente el jamaiquino más influyente del momento. En ese tiempo también se había convertido en una figura mundial, esparciendo el reggae. En agosto de 1976 había llegado a la tapa de la Rolling Stone. El título pareció premonitorio: “Rastaman con una bala”. La foto ya es una imagen clásica. La guitarra colgada, cruzada sobre su cuerpo, los brazos abiertos, una musculosa, los ojos cerrados y las rastas flameando

3 de diciembre de 1976. La casona de la calle Hope estaba concurrida. Como siempre. Ya había anochecido. Bob Marley y sus músicos ensayaban para el concierto que tenían dos días después. Rita estaba en el living. Y en la cocina Don Taylor, el manager de Bob, buscaba algo para tomar. Los que no estaban eran los guardias armados que el gobierno le había puesto hacía unos días al cantante: civiles armados, más parecidos a parapoliciales que a integrantes de una fuerza de seguridad.

Mientras los músicos ensayaban la entrada de los vientos en una canción, Bob, aburrido de la repetición, fue hasta la cocina a encontrarse con Taylor. Faltaban veinte minutos para las nueve de la noche. Hasta ahí lo incontrastable. Después empiezan las versiones, lo impreciso, lo confuso.

Algunos hablan de dos autos, dos Datsun blancos, de los que bajaron siete hombres y empezaron a disparar a mansalva. Como en una película del oeste, uno de ellos tenía un arma en cada mano y apretaba el gatillo casi a ciegas. Hubo más de 86 disparos. Los tiradores que llegaron a la sala de ensayo hicieron fuego desde la puerta. Los músicos corrieron a esconderse en un baño que había en el fondo; cinco de ellos se amontonaron en la bañadera para protegerse. Otro de los atacantes fue hasta la cocina. Don Taylor quedó en medio del sicario y Bob Marley. Cinco disparos impactaron en el manager. Marley se tiró contra una pared. Pensó que ese sería su final. No tenía escape. Los ruidos y los gritos lo confundían. Sintió un ardor en el pecho y un fuego que parecía devorar su brazo izquierdo. Cuando el atacante lo tuvo a su disposición, cuando Marley no tenía cómo evadirse, el tirador se retiró. Bob se lanzó sobre su amigo. Creyó que lo habían asesinado. Pero Don Taylor todavía vivía. Sangraba mucho. Un lago oscuro de una sangre negruzca se formó en el piso. Rita llegó a los gritos preguntando por Bob. Ella tenía un balazo en la cabeza, la sangre resbalaba por la frente, pero milagrosamente se la veía bien. Cuando el resto de los que estaban en la casa encontraron a Bob creyeron que había sido herido de gravedad. En su cara se había instalado una mueca de dolor, su remera y sus jeans estaban cubiertos de sangre. Pero era la sangre de Don Taylor.

Los tres fueron llevados al hospital. El estado de Taylor era grave (aunque se recuperó en unas semanas). Rita sólo tuvo que usar por un tiempo breve un vendaje en forma de turbante que cubría, en sus salidas, con un gorro rasta de lana. A Bob Marley una bala había rozado su pecho dejándole una escoriación mínima y se había instalado en su brazo. Allí quedó hasta su muerte. No la pudieron extraer. Lo vendaron; parecía que en su brazo tenía una banda de capitán de fútbol, el deporte que tanto le gustaba.

La noticia del atentado corrió por Kingston a gran velocidad. Al día siguiente fue tapa de todos los diarios y los cables la difundieron por el mundo.

Para tratar de entender que pasó la noche de ese 3 de diciembre hay que detenerse en lo que sucedía en Jamaica por esos años. La pobreza era feroz. La violencia se había apoderado del país. Bandas armadas asolaban a los jamaiquinos. Respondían a las facciones políticas, a los que buscaban con desesperación el poder. El primer ministro era Michael Manley, del PNP. Su principal opositor y representante del JLP era Edward Seaga. Ambos se odiaban. Representaban cada uno lo opuesto del otro. Y eso en épocas de la Guerra Fría sólo podía significar una cosa: el primer ministro, de origen socialista, era apoyado por la Unión Soviética, mientras que a Seaga lo impulsaba Estados Unidos (en este contexto apoyado e impulsaba deben leerse como sinónimos de financiaba).

Los que integraban estas bandas parecían haber sacado sus modos y sus tics de las películas de gángsters y de los westerns, todo matizado con aire y ritmo jamaiquino. Y parecerían una mala parodia de sus protagonistas si no fuera porque la situación era muy real y angustiante. El gobierno había declarado el estado de emergencia pública.

En ese panorama, Bob Marley, la única figura indiscutida del país, intentaba mantenerse neutral. Sin embargo se conocía su antigua adhesión al oficialista PNP. Ante la situación de su país anunció Smile Jamaica, un recital gratuito para sus compatriotas, para que recuperaran la alegría, para fomentar la unidad. Esa decisión, con los años, fue interpretada como un apoyo al gobierno ya que el recital era el 5 de diciembre y las elecciones generales, el 15 del mismo mes. Sin embargo, cuando Marley anunció su recital no había fecha fijada para el acto eleccionario. Sacando ventaja, el gobierno las puso el 15, intentando aprovechar el impulso del recital y para utilizar el evento como virtual acto de cierre de campaña.

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