Los planes de Donald Trump para Gaza, una fantasía inmobiliaria con potencial destructivo
Cuesta trabajo hallar en los archivos una toma de posición tan sesgada a favor de Israel, al menos en público, por parte de un presidente de Estados Unidos. Nunca antes, además, un jefe de la Casa Blanca había hablado de apoderarse de la Franja de Gaza y desplazar de allí a los palestinos.
Aunque la propuesta esconda -como en verdad lo hace- una estrategia política que encima viola la ley internacional, sorprende incluso por su lenguaje liviano, en tono de aviso inmobiliario, llamando a transformar la zona, regada por la sangre de miles de personas, en un “pedazo de tierra bueno, fresco y hermoso”. Trump fue claro en sus palabras: planteó un negocio para construir una “Riviera del Oriente Medio”.
Ni el primer ministro Benjamin Netanyahu, que flanqueaba al presidente, pudo evitar una sonrisa cuando Trump validó claramente las pretensiones de la extrema derecha israelí, que desde hace rato quiere echar a los palestinos de sus territorios. Esa es una acción que hasta ahora Israel no se ha atrevido a hacer.
“Pueden construirse viviendas de muy buena calidad, como una ciudad hermosa, como un lugar donde puedan vivir y no morir, porque Gaza es una garantía de que van a terminar muriendo”, dijo Trump ante azorados periodistas de la Casa Blanca el martes a la noche. La idea es muy semejante a un plan propuesto en su momento por el yerno de Trump, Jared Kushner, un inversor, para sacar a los palestinos de Gaza y “limpiarla” con el fin de “desarrollar” la costa mediterránea del territorio.
Con todo, el plan es un absurdo por múltiples razones. Una de ellas -la principal- es que ignora las raíces del problema en Oriente Medio, descarta los derechos palestinos a regresar a sus hogares y viola leyes internacionales específicas.
También hay razones prácticas por las que esta idea es una fantasía. Los países árabes vecinos, cuya tierra y dinero se necesitarían como insumos vitales, se oponen totalmente al desalojo palestino. Todos albergan gran número de refugiados con un potencial incendiario que desestabilizaría rápidamente la seguridad interna de esos Estados. La evacuación total de Gaza asestaría además un duro golpe a los sueños de un Estado palestino y crearía un precedente que también podría generar dudas sobre la presencia palestina en Cisjordania, distrito que la ONU considera, como Gaza, un territorio ocupado por Israel.
La idea de que un gran número de palestinos acepten abandonar Gaza para vivir en un idílico suburbio en otro lugar también se basa en una comprensión superficial de la historia del conflicto que los dejó desposeídos. Y torpedea las bases de trabajosos acuerdos de paz que Israel supo labrar con Egipto y Jordania.
Los palestinos conmemoran este año el 77° aniversario de su expulsión en 1948 de lo que hoy es Israel, un episodio que está en el corazón de su lucha nacional. La llaman la Nakba (catástrofe en árabe). Se trata de 700.000 personas que huyeron o dejaron sus hogares durante la guerra árabe-israelí que siguió al establecimiento de Israel.
Hoy suman una comunidad de seis millones de refugiados en campamentos de zonas de Líbano, Siria, Jordania y Cisjordania. El tema es uno de asuntos más delicados en las conversaciones de paz que fracasaron por última vez hace 15 años. Ahora, muchos palestinos temen que su dolorosa historia se repita en una escala mayor.
El anuncio de Trump es apenas un indicio de cómo se ha alterado el escenario en Oriente Medio desde la guerra de Gaza. Pero también revela una amnesia histórica notable. Los recientes intentos de EE.UU. de remodelar la geopolítica regional (desde Irak hasta Libia) terminaron en desastres. Y más lejos en el tiempo, todo el proyecto colonial de potencias como Gran Bretaña y Francia para trazar fronteras e imponer sus intereses plantaron las semillas de un conflicto que, un siglo más tarde, aún continúa.
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