Rodrigo Rey, a corazón abierto con Clarín: el arco como mandato para defender al grupo, qué aprendió de su hijo con TEA y la cinta de capitán en el Rojo


Rodrigo Rey no quería ser arquero. Un sorteo lo obligó a pararse debajo de los tres palos por primera vez a los 7 años en el club Argentino de Las Parejas, en su Santa Fe natal. Y desde ese instante quedó entrelazado al arco para toda la vida. “Todos queríamos ser volantes o delanteros. Metíamos números en una bolsa y al que le tocaba iba al arco. Una vez me tocó a mí y ahí me di cuenta de que era el lugar de la cancha donde quería estar. Sentí una conexión muy fuerte entre lo que se necesita para ese puesto y mi forma de ser. De chico vivía todo el día tirándome al piso, saltando, trepando árboles… Y desde ese día le dije al técnico que quería seguir atajando”, cuenta el guardián del Diablo.

Como le sacaba una cabeza más al resto de sus compañeritos, el pequeño gran Rodri se paraba de delantero porque quería ser goleador antes de enamorarse del arco. “Por fuerza y por ser bruto hacía goles, ja”, recuerda este santafesino de 33 años que hizo las Inferiores en River, pero que lanzó su carrera en primera en Godoy Cruz y pasó por Gimnasia La Plata hasta llegar a Independiente, en donde se hizo figura al instante y desde este año, además, luce la cinta de capitán. Quería hacer goles y ahora es un especialista, de los mejores del fútbol argentino, en evitarlos.

El destino de Rey parecía estar escrito. “Tengo en claro que nací para estar en el arco porque tiene que ver con cuidar y proteger al grupo”, dice en una charla íntima con Clarín en las entrañas del predio de Villa Domínico. No podía ser de otra manera, al tipo que lleva en su ser proteger a los suyos no le cabía otra función que la de resguardar sin más armas que su valentía y sin otro escudo que sus guantes el arco. Así como salva a sus compañeros de goles ajenos, es el superhéroe de su familia, que en el último año pasó por momentos bravos cuando el colegio de sus hijos Renata y Benicio, les negó la matrícula, algo que tuvo final feliz gracias a una resolución judicial.

Beni, el menor de sus hijos, tiene TEA (Trastorno del Espectro Autista) y Rey junto a su mujer, Lali, se pusieron al frente de una causa individual que trascendió al fútbol y tomó un vuelo mucho más elevado del que se hubieran imaginado.

-El mundo del fútbol puede ser hipócrita y hostil por momentos, ¿pero también puede ser muy solidario?

-¿Te sorprendió la magnitud que tomó todo lo que pasó con tu familia?

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