Djokovic y Kyrgios y una sociedad explosiva que no se termina de entender: mucho talento y demasiado ruido antes del Abierto de Australia


Tres años después uno dice que lo quisieron envenenar con la comida que le dieron en un hotel de Melbourne. Desde hace ese tiempo -o más, quizá- el otro no deja de lanzar dardos envenenados y los jugadores más importantes son a los que más y mejor les apunta. Novak Djokovic y Nick Kyrgios saben que cuando hablan, a sus palabras no se las lleva el viento.

Uno porque es el tenista más grande de todos los tiempos. El otro porque tiene una lengua tan potente como su juego. Los dos estuvieron del mismo lado de la red la semana pasada en una movida deportiva pero también mediática que los unió en un dobles.

Djokovic sabe que Kyrgios siempre se llevó mal con Nadal, uno de los grandes adversarios del serbio a lo largo de su carrera. Y que ahora Sinner y su positivo no sancionado están en la mira continua del australiano. Kyrgios sabe que Djokovic siempre quiso ser un disruptivo en el tenis. Y qué mejor ponerse de su lado para sacar algún provecho. Por ahí pasó el armado de la dupla de Brisbane.

De todos modos hay una enorme diferencia. Al serbio lo avalan los títulos, la gloria y la idolatría que le profesan sus hinchas en todo el mundo. En cambio, el australiano es uno de esos muchos talentos desperdiciados a lo largo de la historia.

Andy Roddick lo definió: Kyrgios se transformó en un “influencer” del tenis. Es alguien que parece ir por la vida buscando likes sin importarle el resto. Djokovic, por su lado, no necesita tirar bombas o destapar situaciones ya lejanas y hasta olvidadas en el tiempo. Por eso se entiende a Kyrgios y la virulencia de sus palabras. Y no se entiende tanto a Djokovic, quien desde hace mucho da muestras acabadas de hablar -y mejor que nadie- con una raqueta en la mano.

Los comentarios están cerrados.