El extenso trámite de un veterano de Malvinas para conseguir un par de audífonos y la ayuda inmediata que llegó del exteriorPor Adrián Pignatelli
Cuando Jorge Bruno y Daniel Alfredo “El Gordo” Scali lo bajaron gravemente herido cuando terminó el combate de Monte Longdon en las últimas horas de la guerra, para Jorge “Beto” Altieri otra guerra comenzó.
Un proyectil de mortero que lo había alcanzado le afectó la cabeza, y pudo haber muerto de no haber sido por su casco. Tuvo pérdida de masa encefálica en el hemisferio izquierdo que le produjo una parálisis de la pierna, en el brazo derecho y le afectó el habla. Además una esquirla le hizo perder su ojo izquierdo.
Nacido en Banfield el 4 de marzo de 1962, el 9 de abril de 1982 había recibido en su casa de Lanús, donde vivía entonces, la citación para presentarse en el Regimiento de Infantería Mecanizado 7. Cinco días después estaba volando, con sus compañeros, a Río Gallegos.
En el aeropuerto de la capital santacruceña pidió prestado en un quiosco de revistas el libro “Sasquatch, enigma antropológico”, de Renzo Cantagalli, sobre el enigma del Yeti, ya que le gustaban los temas esotéricos. Prometió que lo devolvería a su regreso.
En las islas aprovechó los espacios en blanco para llevar una suerte de diario de su experiencia en Malvinas. El diario lo creería perdido hasta que años después un veterano inglés se lo devolvió.
En Monte Longdon, su posición se ubicaba en la segunda olla del cerro y cuando arreció el ataque del Tercer Batallón de paracaidistas ingleses, se colocaron más abajo. El sargento Jorge Alberto Ron pidió voluntarios para subir nuevamente al monte y él junto al soldo Fernández Brito se ofrecieron. En el avance, un disparo de mortero mató al suboficial y las esquirlas hirieron a Fernández Brito en las piernas y a Altieri en la cabeza. Su casco lo salvó de la muerte.
Estuvo internado en el hospital de Malvinas hasta que regresó en el último Hércules que abandonó las islas, justo antes del alto el fuego. Permaneció en coma en Comodoro Rivadavia y luego fue trasladado al Hospital Militar Central en Buenos Aires. Quedó con secuelas de movilidad en brazos y piernas.
Al regresar de las islas, se las rebuscó como vendedor ambulante y luego en el PAMI hasta que se jubiló. Recuerda a Amalita Fortabat, que le pagó una operación para poder recuperar la audición.
Hoy está casado, tiene dos hijos, vive en San Vicente, provincia de Buenos Aires y viajó a Malvinas en tres oportunidades, donde estuvo en su vieja posición.
Según relató a Infobae, antes de la pandemia se acercó al Hospital Militar Central para renovar su trámite y así conseguir aparatos nuevos. Pero le indicaron que no daban lugar a su solicitud, que debía consultar primero con un especialista. La pandemia luego congeló el proceso.
Recién el año pasado pudo retomar sus gestiones, y le informaron que la entrega estaba retrasada por la falta de presupuesto y el precio de los aparatos, que cambiaba permanentemente, contestación que recibió hasta marzo de este año. Finalmente hace dos meses, la obra social se los entregó.
En el interín, cuando no sabía qué hacer, pidió ayuda a la Federación de Veteranos de Guerra “2 de Abril”, entidad que se contactó con Esteban Manuel Blis, cabeza de la fundación sin fines de lucro “You served, we care” (Si serviste, nosotros te cuidamos), que se dedica a la ayuda de veteranos de 18 países.
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