Nikola Jokic, el gigante serbio que se colgó la medalla de bronce en París 2024 con el andar de los cracks


Adentro de la cancha, Nikola Jokic tiene el andar de los cracks: acelera solo cuando entiende que es necesario. El serbio de 29 años tal vez era consciente de que con un poquito de lo suyo -que es imposible de alcanzar para la mayoría de los basquetbolistas del mundo- le iba alcanzar para derrotar a Alemania y quedarse con el bronce en los Juegos Olímpicos. Y así fue: Serbia se impuso 93 a 83 y se subió al podio.

Con Jokic (metió 7 de los 15 tiros que intentó; 47% de eficacia) sucede lo que con los estadounidenses LeBron James, Stephen Curry y Kevin Durant: es difícil seguir los partidos y apartar la vista de ellos. Son magnéticos. Ver a Jokic en vivo es estar en permanente estado de asombro. Ya mirarlo correr impresiona porque puede realizar sprints a muy alta velocidad, muy a pesar de sus 211 centímetros y sus casi 130 kilos. La sensación es que podría completar con un gran registro los 100 metros.

Impactan también observar sus delicados movimientos, la distancia que existe entre su hombro derecho y el izquierdo (¿llegará al metro?), su notable estilo para remontar el balón como si fuese un base pequeño (con 52 es el jugador que más asistencias dio en el torneo) y su gobernabilidad de la pelota naranja: la puede agarrar con su mano derecha como cualquier hijo de vecino sostener una de tenis.

Para Jokic, jugar un partido de básquet es sinónimo de recibir varias ovaciones. Ya debe estar acostumbrado a la música que baja desde las tribunas y se hace tan gigante como él. «MVP/MVP/MVP», gritaron una y otra vez los fanáticos que llegaron hasta Bercy Arena.

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